Reino Unido

Johnson, de relax y de salida, con el Reino Unido inmerso en una crisis sin precedentes

Un tercio de la población británica no podrá pagar en otoño los astronómicos aumentos del precio del gas y la electricidad

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Dos camiones de mudanzas, a Downing Street, este lunes por la tarde, para proceder al traslado de las pertenencias personales de la todavía primero ministro británico, Boris Johnson

LondresCuando los camiones de la mudanza aparecen por Downing Street, las horas del primer o la primera ministra británica de turno están contadas. Pero, en este caso, más que horas antes del relevo, que tendrá lugar el 5 de septiembre, una vez se conozca el sucesor o sucesora de Boris Johnson, los encargados del traslado de las pertenencias personales del premier y la familia han aparecido tres semanas antes del día D. Este lunes por la tarde empezaron las operaciones, y los empleados, presumiblemente, solo tenían órdenes de dejar el papel pintado de 990 libras el rollo que la pareja se hizo instalar, a cuenta de un generoso donante del Partido Conservador.

Y es que Boris Johnson ha decidido que sus últimos días al frente del gobierno británico los pasará no en el número 10 y 11 de Downing Street, sino en la residencia de verano oficial del premier, Chequers. Ha llegado esta tarde, unas horas después de volver de Grecia, donde ha pasado unos días de vacaciones en la propiedad de su padre, Stanley Johnson. Fue con su mujer y los dos hijos que tienen en común para continuar el descanso de la última semana de julio, que pasaron juntos, solo la pareja en este caso, en una remota región montañosa de Eslovenia, disfrutando del retiro en un hotel de superlujo pero eco-friendly.

Johnson, de salida ya después de los escándalos del Partygate y el fracaso de un liderazgo tan decepcionante para sus fieles como caótico en términos generales, seguirá, pues, a medio gas hasta el día 5. Pero la realidad del Reino Unido es muy diferente a la de su premier. Porque el país se encamina hacia una crisis energética sin precedentes, con aproximadamente un tercio de la población falta de recursos económicos para pagar las facturas del gas y la electricidad a partir del 1 de octubre, cuando las previsiones –que se harán oficiales el 26 de agosto– indican que cada hogar de cuatro personas tendrá que pagar 355 libras al mes (421 euros), y el 1 de enero –el dato oficial se conocerá a finales de noviembre– la misma factura ascenderá a las 500 libras mensuales, casi 600 euros. A lo largo del 2022, la factura se habrá multiplicado por cinco.

Uno de los empleados de la mudanza trabajando en Downing Street este lunes por la tarde.

En vez de coger el toro por los cuernos, Johnson no solo se ha marchado con la orden de que no se le moleste salvo en una emergencia, según el portavoz de Downing Street, que también ha aclarado que el primer ministro continuará despachando diariamente los asuntos de gobierno, sino que se ha lavado las manos sobre la crisis energética. Ha alegado que las medidas para hacer frente a la catástrofe que se divisa las tiene que proponer el futuro gobierno, encabezado con toda probabilidad por la actual ministra de Exteriores, Liz Truss, ya que el exresponsable del Tesoro, Rishi Sunak, tiene cada vez menos posibilidades de convencer a la militancia tory.

Además, la crisis energética se ha visto agravada por una inflación que ya supera el 9% y que a finales de diciembre, según el Banco de Inglaterra, será del 13%. Este martes, de hecho, la Oficina Nacional de Estadística ha comunicado una caída del poder adquisitivo de los británicos entre abril y junio del 3%. Si bien los salarios han crecido el 4,7%, la inflación no solo se ha comido el aumento sino que ha devorado lo que había consolidado.

Huelga de pagos a partir del 1 de octubre

El Reino Unido no es nada dependiente de la energía rusa, al contrario de otros estados europeos. En 2021 las importaciones de Rusia representaron el 4% del gas, el 9% del petróleo y el 27% del carbón. Todo ello por un valor de 5.340 millones de euros, según un informe de la Cámara de los Comunes publicado este 12 de agosto. Pero como el país no es autosuficiente con sus yacimientos del mar del Norte, tiene que comprar gas y petróleo a Noruega, y también se tiene que abastecer en los mercados internacionales. Esto supone que está igualmente expuesto a la gran volatilidad y al alza de precios provocada no solo por la recuperación de la actividad económica pospandemia, sino, especialmente, por la invasión rusa de Ucrania y lo que progresivamente parece cada vez más un mundo occidental sin fósiles del Kremlin, con independencia de otras apuestas estratégicas necesarias para fomentar las renovables.

El incremento de los precios de la energía ya tuvo un preámbulo el 1 de abril, cuando la factura media pasó de los 1.500 euros anuales a los 2.373 actuales, hecho que ha provocado que un millón de hogares ya tengan un déficit con sus proveedoras de 240 euros. El déficit, por otro lado, aumentará exponencialmente con los incrementos previstos y el dilema será eating or heating (comer o calefacción).

Para protestar contra este aumento estratosférico de la energía se ha creado el movimiento popular Don't Pay UK, que promueve una huelga de pagos a partir del 1 de octubre, la nueva fecha fatídica del calendario británico. Hasta ahora, 107.000 personas han prometido no satisfacer las facturas a partir de aquel momento. Y los responsables esperan llegar al millón de activistas. La idea no es nada nueva, y recuerda los impagos masivos de finales de los años 80 y 90, cuando más de 17 millones de personas se negaron a pagar el poll tax, el impuesto creado por Margaret Thatcher, que fue uno de los factores que contribuyó a su caída, aunque no el único.

Durante la primera mitad de agosto, la oposición laborista ha asistido prácticamente muda a la película de terror del aumento de precios. Pero este lunes, el líder del partido, Keir Starmer, puso punto final a sus vacaciones para exigir al gobierno que pare las próximas subidas del 1 de octubre y el 1 de enero, congele las tarifas a las actuales, al menos durante seis meses, y grave con más impuestos los beneficios descomunales de las grandes compañías. Los primeros seis meses del año, los cinco gigantes energéticos que operan en el país han obtenido casi 100.000 millones de euros de beneficios, el triple que el año pasado.

Mientras el Reino Unido vive un verano muy caliente, no solo por la sequía y las altas temperaturas, sino por las huelgas –el próximo viernes, de autobuses y metro en Londres y el sábado, de autobuses–, y se intuye un otoño catastrófico, Johnson ha decidido tomárselo con calma. Al mismo tiempo, el Partido Conservador permanece abierto en canal y sin ideas. Y el líder laborista, Keir Starmer, es incapaz de subscribir la propuesta del ex primer ministro Gordon Brown, que la semana pasada pidió la nacionalización temporal de las energéticas para poner freno a los aumentos de precios de la energía.

Sea como fuere, el próximo o la próxima ocupante de Downing Street ya puede pedir hora para el servicio de mudanzas, porque la situación es explosiva y nadie le garantiza vivir en Downing Street los dos años que quedan hasta las próximas elecciones.

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