Boris Johnson en el centro de otro escándalo por la reforma de su apartamento

El 'premier' atraviesa los momentos más críticos de su mandato y su popularidad cae en picado

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Boris Johnson, durante la conferencia de prensa que ofreció este miércoles a Downing Street, para anunciar más medidas anti-covid

LondresLos bebés suelen llevar un pan bajo el brazo. Pero en el caso de Boris Johnson llegan con un nuevo escándalo. El premier hoy ha tenido una niña con su mujer actual, Carrie Symonds –el séptimo hijo en tres matrimonios; el segundo con Symonds–, pero la buena novedad personal no ha escondido las malas noticias políticas, que últimamente se acumulan a puñados a las puertas del 10 de Downing Street: errores de gestión de todo tipo, golpes de timón sobre la pandemia y, entre otros, las revelaciones sobre fiestas de Navidad en pleno confinamiento en Downing Street el año pasado, que han conducido a una próxima investigación interna sobre no una, sino tres fiestas, a pesar de que la prensa británica ha informado al menos de siete. Todo ello ha hecho que los índices de popularidad del premier hayan caído en picado: del 66% a favor de su gestión en marzo de 2020 al 64% en contra el 21 de noviembre pasado.

La gota que este jueves ha contribuido a llenar todavía más el vaso ha sido el informe elaborado por la comisión electoral sobre la financiación de la reforma del piso particular que ocupan Johnson y Symonds, en las dependencias superiores del número 11 de Downing Street.

El análisis demuestra que no solo el Partido Conservador violó la ley relativa a la declaración de donaciones, sino que el primer ministro mintió a Christopher Geidt, el encargado de velar por el comportamiento ético de los miembros del gobierno en el ejercicio del cargo. A raíz de esta revelación, el Partido Laborista ha pedido a Kathryn Stone, la comisaria de estándares parlamentarios, que investigue qué sabía y qué no sabía Johnson sobre el asunto. Si Stone llegara a la conclusión de que incumplió las reglas, podría enfrentarse a una suspensión de los Comunes, cosa que nunca ha pasado a un premier.

El mensaje revelador

Christopher Geidt lo había exculpado el mes de mayo pasado de cualquier conducta sospechosa en relación con la renovación del piso. En su informe aseguró que el premier no había roto el código ministerial porque no había "ninguna prueba de que David Brownlow [el donante conservador que inicialmente sufragó los costes de la decoración del piso] lo hubiera informado de que había liquidado personalmente” el importe de las facturas.

Pero la comisión electoral ha acreditado lo contrario. Johnson lo sabía. Y el 29 noviembre de 2020 mandó un mensaje de WhatsApp a David Brownlow pidiéndole que autorizara, a través de una especie de fundación que se tenía que establecer, el pago de las reformas. Los trabajos ascendieron, en total, a 131.612 euros. Cuando todo el escándalo salió a la luz pública, Johnson restituyó el dinero de su bolsillo. Entre los suntuosos gastos, la prensa ha documentado la utilización de un papel pintado especial que cuesta 993 euros el rollo.

El mencionado mensaje de WhatsApp contradice las declaraciones del premier hechas para el informe elaborado por Lord Geidt, según las cuales no supo nada de los pagos hasta el mes de febrero de este año, cuando empezaron a aparecer las primeras informaciones identificando al generoso Lord Brownlow. La comisión electoral había iniciado la investigación después de que la prensa sugiriera que ni Johnson ni el Partido Conservador habían seguido las reglas para declarar las donaciones. La comisión ha multado a los tories con 17.800 libras (20.815 euros), pero el daño político a la credibilidad cada vez más baja de Boris Johnson es infinitamente más elevado.

Venganza

Al exasesor del premier y máximo hombre de confianza durante la campaña del Brexit y las elecciones de 2019, Dominic Cummings, que hace un año fue echado de Downing Street, le ha faltado tiempo para afirmar, desde Twitter, que dijo a Johnson "en términos extremadamente contundentes en enero y en verano de 2020 que su deseo de establecer donaciones secretas para financiar rollos de papel pintado, etc., era ilegal y poco ético". "Lo quiso probar durante todo el año intentando mantenerme a mí y a otros en la oscuridad y mintió a Geidt para encubrirlo", ha añadido.

Un portavoz de Downing Street ha insistido este mediodía en que Johnson no sabía que Brownlow pagaba las facturas de la reforma. Y ha justificado el envío del mensaje del premier al donante en su calidad de presidente de la fundación que tenía que vehicular el dinero con el cuales hacer frente a la copiosa decoración. En "todo momento" el primer ministro ha "actuado de acuerdo con las reglas". Johnson pensaba, ha dicho el mismo portavoz, que “Brownlow supervisaba la llegada del dinero, no que lo proveía” él mismo directamente.

Una distinción extremadamente difícil de creer y, a la vez, clave. Porque si el primer ministro hubiera tenido conocimiento, habría sido obligado a declarar el dinero como donación en su registro de intereses, cosa que nunca hizo.

A estas alturas, parece difícil que Johnson pueda caer por este nuevo lío, que estalla al mismo tiempo que pide más sacrificios a los ciudadanos para combatir la pandemia. Pero el patrón de comportamiento del primer ministro y la fama de mentiroso que tiene –demostrada ya desde que era corresponsal del Daily Telegraph en Bruselas– podrían acabar con su suerte política y con una carrera que, dos años después de una agobiante victoria electoral, parece destinada más bien pronto que tarde a la autodestrucción.

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