Europa

Lesbos, kilómetro cero de la vulneración de los derechos de los migrantes en Europa

Cerca de 600 personas siguen llegando cada mes a esta isla griega

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Un niño en el campo de refugiados de Mavrouni en la isla de Lesbos, donde unas 2.000 personas esperan que se resuelvan sus peticiones de asilo.

Lesbos (Grecia)En el campo de Mavrovuni, a tan sólo cuatro kilómetros de Mitilene, la capital de la isla griega de Lesbos, Abdel y su compañero, que no quiere decir su nombre, de 20 y 21 años respectivamente, llegan con un bolso grande en las manos. "Es ropa limpia, nos la limpian una vez por semana en Happy Family [una ONG de la zona]". Llevan una acreditación en la mano, que es lo que les permite entrar y salir del campo; imprescindible también presentarla en caso de que les detenga la policía. Llegaron a Lesbos hace tres meses procedentes de Eritrea, cruzando por Turquía. A la pregunta de dónde les gustaría asentarse, ambos lo tienen claro: "En América", dicen sin especificar.

En Mavrovuni, que sustituyó el campo de Mória cuando éste se incendió en septiembre del 2020, viven unas 2.000 personas. Sin embargo, desde el 18 de mayo y tres días antes de la primera convocatoria de elecciones generales en el país heleno, el gobierno del conservador Kyriakos Mitsotakis decidió dejar de alimentar a unas 500 personas, entre ellas 200 niños. El ejecutivo griego dejó de proporcionar comida y agua a las personas que residen en el campo y que han recibido el estatus de protección internacional o que han sido rechazados en su solicitud de asilo. La intención es evidente: se quiere utilizar la comida y la falta de vivienda como palanca para que la gente se vaya.

La ley griega determina que los campos son sólo para solicitantes de asilo, no son para los refugiados que ya tienen el asilo ni para personas a las que se les ha negado la protección internacional. Sin embargo, en el campo de Mavrovuni esta ley no se aplicaba y se acogía a todo el mundo. De todas formas, el derecho internacional establece que los estados tienen la obligación de proporcionar alimentos a estas personas, puesto que son las leyes del mismo estado las que hacen que no puedan ganarse la vida. Con Mitsotakis consolidando una segunda legislatura y la vuelta de los neonazis al Parlamento griego, la decisión de aplicar la ley con mano dura no parece una coincidencia.

Devoluciones en caliente, el pan de cada día en el Egeo

Donde no se aplica la ley pero sí la mano dura es en las aguas del Egeo que separan la costa turca de la griega. En estas aguas y desde hace más de tres años, las devoluciones en caliente se han convertido en un procedimiento habitual por parte de la Guardia Costera griega, una autoridad que hace ya tiempo que se encuentra en el punto de mira las denuncias de vulneraciones de derechos humanos a las personas migradas. Sin embargo, estas devoluciones no sólo se cometen en el mar. Según nos dicen los testigos, en ocasiones, cuando llegan a las costas, les esperan personas con perros y armas que disparan al aire para provocar una situación de pánico. "No sabemos si son guardacostas, o policía, o agentes de Frontex. No sabemos quiénes son, pero los testigos les llaman "autoridades"", apunta Nihal Osman, coordinadora en terreno de MSF en Lesbos.

Desde que MSF empezó a prestar asistencia médica de urgencia a las personas que llegan a las costas de Lesbos, en junio del 2022, no se han podido localizar a unas 940 personas en los lugares donde se les informó que habían llegado. La respuesta parece evidente: estas personas seguramente han sido devueltas a Turquía. "A menudo la gente nos informa de que viajaban en un bote con 50 personas, pero sólo encontramos a 30. ¿Dónde están las otras 20? ¿Qué ha pasado con ellos?", se pregunta Osman.

Lorraine Lette, directora del Centro Legal Lesbos, una organización que ofrece apoyo legal a las personas solicitantes de asilo, corrobora la información dada por MSF: "Por eso la gente cuando llega se esconde en los bosques e intenta contactar con las ONG".

Un nuevo campo financiado por la Unión Europea

La vulneración de derechos no termina aquí: antes de que acabe el 2023 está previsto que se inaugure un nuevo Centro cerrado de acceso controlado (CCAC): Vastria, siguiendo el modelo de otras islas griegas. El nuevo centro está situado en el corazón de una zona forestal, de difícil acceso y susceptible a los incendios. No hay ningún pueblo o ciudad cercana, ni ninguna infraestructura disponible. El campo de Vastria, que seguramente abrirá después de las elecciones regionales y municipales de octubre, tendrá capacidad para unas 3.000 personas. No se sabe qué tipo de organización tendrá, ni si estarán permitidas las actividades de las ONG.

La responsabilidad de todo lo que ocurre respecto a las personas que llegan a Lesbos, pero también en otros lugares de Grecia, como la frontera terrestre greco-turca en el Evros, es de Grecia, pero también de la Unión Europea. Bruselas ha decidido adoptar desde hace tiempo una estrategia que va en distintas direcciones, con una base evidente: la securización de las fronteras como prioridad. Con el borrador de un nuevo Pacto de Migración y Asilo sobre la mesa, habrá que ver cómo se especifican las propuestas legislativas del texto.

Mientras los Veintisiete se ponen de acuerdo, a Lesbos continuarán llegando personas como Abdel y su compañero, con el sueño de salir de las instalaciones de Mavrovuni y llegar a América, de poder comunicar, por fin, a sus seres queridos que sí, que lo han conseguido.

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