Ni las supersticiones ni las leyendas frenan los misiles de Putin en Ucrania

Zelenski vuelve a pedir ayuda armamentista a sus aliados después de un ataque mortífero en Dnipró

Un grupo de civiles que han sido víctima del bombardeo ruso contra Dniprón.
Olha Kosova
19/04/2024
4 min

KiivEn los más de dos años de la invasión del Kremlin a gran escala, la vida cotidiana en Ucrania se ha convertido en una peligrosa partida de ruleta rusa para sus habitantes, que intentan adaptarse a una amenaza mortal constante. La psique, agotada, busca patrones y fórmulas para obviar el riesgo latente y creer en la improbable suerte de no ser afectada ese día. Estos mecanismos de defensa mental a menudo se convierten en leyendas urbanas y supersticiones.

No es extraño, entonces, oír afirmaciones como que "si hay bombardeos nocturnos no habrá de día" o que "cerca está la iglesia del Patriarcado de Moscú y, por tanto, seguro que las bombas no caerán". En Dnipró, este tipo de relatos están vinculados con la influencia de los oligarcas locales y la comunidad judía.

"Estoy convencido de que Dnipró no será objeto de bombardeos intensos, principalmente debido a la influencia de Israel, que no lo permitirá. Además, la ciudad acoge un destacado centro judío", declaraba un taxista unos meses después del comienzo de la guerra.

Poco después apuntaba hacia un impresionante conjunto de siete torres, donde uno de los edificios, adornado con columnas, exhibía la estrella de David. De acuerdo con informaciones de medios locales, el centro judío Menorah, financiado en parte por el conocido oligarca Íhor Kolomoiski, es el mayor del mundo. Con el tiempo, han surgido diversas teorías; una de ellas sostiene que los oligarcas locales hicieron contribuciones económicas para convencer al Kremlin de no atacar a Dnipró.

Estrategia militar

Pero todas estas especulaciones parecen poco plausibles desde una perspectiva estratégica militar. Dnipró es un enclave clave en la defensa de Ucrania y un nodo logístico esencial, situado a cuatro horas de los frentes en Donetsk. Además, la ciudad cuenta con el Hospital Mechnikov, conocido por su experiencia en el tratamiento de heridas bélicas desde 2014.

La destrucción definitiva de las teorías conspirativas fue el ataque con misiles a un edificio de nueve pisos el 14 de enero del 2023, que puso fin a la vida de 46 personas. Los testigos aún recuerdan los restos dispersos de decoraciones de Navidad, una cena familiar interrumpida y los gritos que provenían de los escombros del edificio.

Desde entonces, las fuerzas rusas han demostrado repetidamente que ni la estrella de David ni las cruces de las iglesias ortodoxas del Patriarcado de Moscú en el centro pueden detener un ataque con misiles. Con el adelanto de las tropas rusas en Donetsk, se prevé un aumento de los ataques contra Dnipró, a menos que sean detenidos.

Esta semana, la región de Dnipró ha despertado entre explosiones y humo; otras ocho personas se han sumado este viernes en la trágica estadística de muertos en esta guerra. Adicionalmente, las estaciones de tren y la terminal de autobuses fueron blancos de ataques, por su importancia estratégica. Los trenes de Ukrzaliznitsia y su personal han sido emblemas de resistencia, manteniendo el funcionamiento del servicio incluso bajo condiciones extremas. Desde del devastador ataque en Kramatorsk, la ansiedad es palpable en las estaciones, donde los viajeros esperan con caras preocupadas y chistes nerviosos sobre posibles ataques.

“Nunca los voy a perdonar, lo recordaré toda mi vida”, dijo furiosa una mujer a medios locales, refiriéndose a los rusos. El resentimiento después de cada ataque no sólo se dirige a los vecinos del norte, como muestran los comentarios en las redes sociales, sino también a los aliados de Ucrania. "El mundo observa como si fuera una película del Imax, pero no actúa", criticó un usuario en internet. Aunque los funcionarios del gobierno ucraniano mantienen un tono cauto, la demanda de mayor apoyo aéreo, especialmente tras los ataques previos a Cherníhiv y la ayuda de Israel contra drones iraníes, se ha convertido en un tema extremadamente sensible esta semana.

La semana pasada, la mayoría de los 170 drones y los cerca de 150 misiles lanzados por Irán fueron interceptados por Estados Unidos y sus aliados antes de que pudieran entrar en el espacio aéreo israelí. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, expresó su frustración por la rápida movilización de apoyo a Israel frente al ataque iraní, y resaltó las limitaciones del apoyo occidental a Kiiv.

Expertos ucranianos han señalado que la política internacional no admite sentimentalismos y que Occidente busca evitar una escalada nuclear. Con un tono poco optimista, advierten que esta política podría acabar favoreciendo a la histórica victoria de Rusia en la guerra.

La historiadora y periodista estadounidense de origen polaco Anne Applebaum, en un artículo para The Atlantic, reiteró que la posesión de armas nucleares por parte de Rusia y la amenaza de hacer uso de ellas son lo que impide una intervención más directa de la OTAN en Ucrania. En contraste, la situación de Israel es diametralmente opuesta: posee armas nucleares, aunque no lo admite oficialmente, y el temor occidental a un posible ataque nuclear en represalia frena cualquier acción que pueda provocarlo. Quizás las llamadas de Kiiv comienzan a surtir efecto: la OTAN ha prometido el envío de más defensas aéreas pronto; y en EE.UU. parece que este fin de semana se desbloqueará el paquete de ayuda más esperado por Ucrania.

Mientras los aliados están en el proceso de toma de la decisión, Rusia sigue acumulando fuerzas. Dos días antes del ataque a Dnipró, misiles Iskander en Cherníhivmataron a 18 personas, hirieron 78 y destruyeron 28 edificios. Un fragmento del misil mostraba la fecha de fabricación: 30 de mayo de 2023, lo que desvanece las esperanzas de que Rusia se quede sin recursos para continuar su ofensiva.

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