Reino Unido

El Reino Unido declara la guerra a los nuevos ladrones de supermercado

Los comercios británicos cuantifican en casi mil millones de libras los robos en las cajas de autoservicio

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Servicios de autopagament en un supermercado norteño-este de Londres

LondresLa facilidad de la lengua inglesa para crear acrónimos es a veces envidiable y a veces desconcertante. El nuevo acrónimo que causa furor en el Reino Unido desde hace unos meses es swipers, que en una traducción bastante exacta quiere decir clientes aparentemente muy intencionados que cometen robos rutinarios en las tiendas (en el original, seemingly well-intentioned patrons engaging in routine shoplifting). En otras palabras, ladrones de supermercados que se aprovechan de la tecnologización de los establecimientos para intentar hacer pasar gato por liebre o, dicho de otro modo, para robar sin disimular.

La costumbre –o el delito, según cómo se vea– no es nuevo. Cualquier cliente de las grandes cadenas de distribución se ha visto tentados a llevarse gratis algún artículo poniéndoselo en el bolsillo o entre los pliegues del abrigo. Al fin y al cabo, una lata de atún hurtado no es un problema para nadie. La industria, está claro, tiene otra percepción: al cabo del año los hurtos son miles.

Antes había espejos por todas partes. Ahora, los grandes supermercados están llenos de cámaras de vigilancia interna, escáneres y todo tipo de sensores para controlar la mercancía, especialmente la más valiosa. Y, aun así, los robos siguen siendo un problema grave en el Reino Unido. Tan grave que la federación de empresas de distribución al por menor (British Retail Consortium) lo ha cifrado en 935 millones de libras entre 2019 y 2020, el 21% más que en el periodo anterior. El ministerio del Interior británico recogió 374.395 denuncias contra ladronas al por menor en 2019.

Coartada moral

Para reducir gastos en personal, las empresas de distribución introdujeron las cajas de autocobro hace unos doce años. Y, poco a poco, esto ha propiciado la aparición de los swipers, compradores que hacen el trabajo que antes hacían empleados del establecimiento, y que, con esta coartada moral, se creen legitimados para intentar engañar a las máquinas. Por ejemplo, hacen pasar aguacates, mucho más caros, como cebollas. En las cajas de autoservicio menos sofisticadas incluso es posible entrar manualmente una bolsa de dos kilos de patatas por, por ejemplo, una botella de alcohol. Mientras el peso sea aproximado, difícilmente se detectará el engaño.

La mala práctica, un hurto en términos legales, no es vista como tal porque muchos clientes no se ven a sí mismos como ladrones y están "encantados" de engañar a las cajas informatizadas, asegura el criminalista Adrian Beck, catedrático emérito del departamento de criminología de la Universidad de Leicester. "El sistema funciona según el peso, de forma que podéis llevaros una botella de champán y pulsar la tecla de las patatas. Si [la máquina] no puede reconocer cómo son, no habrá problema".

Aspecto en detalle de una caja de autopago en un supermercado del nordeste de Londres

Beck, que asesora a la industria para intentar minimizar la cuestión, ha hecho un análisis de los robos a partir de las respuestas de 3.000 trabajadores de supermercados del Reino Unido. A partir de las diversas tipologías de respuesta, ha intentado definir las nuevas necesidades de las máquinas para que sean más inteligentes. Un nuevo método que se ha empezado a utilizar en algunos supermercados es asociar los productos a colores y formas concretos. Así, el comprador no podrá hacer pasar cebollas rojas por aguacates o una botella de champán por un paquete de zanahorias. No es perfecto, pero es un paso más en la sofisticación del control de las máquinas sobre los humanos.

Socialmente aceptable

Paradójicamente, a medida que la tecnología se ha sofisticado, las oportunidades para el fraude han crecido. Desde hace dos años y medio, en el Reino Unido se han popularizado las aplicaciones que, a través del teléfono móvil, permiten ir recorriendo el establecimiento mientras se escanean los productos y se ponen en el carro de la compra. Posteriormente, se transfieren los datos a la máquina que cobra sin necesidad de hacer nada más. En principio, un ahorro de tiempo. Pero el cliente puede entonces escanear productos más baratos o, incluso, no hacerlo. En cuanto que la aplicación solo aleatoriamente exige un control rutinario de un empleado, el riesgo del ladrón es reducido, especialmente si roba inmediatamente después de haber pasado uno de estos controles aleatorios.

La profesora Emmeline Taylor, especializada en delitos al por menor en la City University de Londres, que ha acuñado el acrónimo swipers, asegura que "el autoservicio ha creado una nueva generación de ladrones". "En lugar de verlo como un hecho problemático, lo ven divertido y socialmente aceptable". Taylor comenta también que la cifra de robos registrada es "ridículamente baja, una gota en el océano", y asegura que otras investigaciones estiman que hay entre 7 y 30 millones de hurtos al año en los supermercados británicos. Menciona igualmente una encuesta sobre 2.000 adultos del Reino Unido, según la cual una de cada tres personas admiten haber robado a los sistemas de pago automático este año 2022. Los artículos más codiciados son productos de perfumería y de higiene, productos frescos y leche de fórmula para bebés.

La preocupación de la industria es que, con el encarecimiento del coste de la vida, la tendencia de los robos en los supermercados todavía experimente un mayor crecimiento.

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