Ucrania: ¿cómo debe ser el alto el fuego para que funcione?

Los expertos consideran que el establecimiento de pequeños objetivos marcados paso a paso, y bien definidos, son claves para consolidar un proceso de paz

El ataque con drones sobre zonas civiles en la región de Odessa la noche del jueves al viernes dejó al menos tres heridos y la destrucción de un centro comercial.
23/03/2025
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LondresAlgunos tratados de paz posibilitan la paz; otros, más guerra. ¿Qué pasará en Ucrania en el supuesto caso de que acabe firmando uno en los próximos meses? Otro, de hecho, porque los primeros dos que remiten a la situación actual se firmaron entre septiembre de 2014 y febrero de 2015. La historia del conflicto no invita demasiado al optimismo. Al menos por ahora. "El acuerdo de Minsk II tenía como objetivo poner fin a la limitada invasión rusa de Ucrania en 2015, pero, en cambio, sentó las bases para la invasión rusa a gran escala en 2022", dice Natalia Bugayova, investigadora adscrita a el Instituto para el Estudio de la Guerra, uno think tank con sede en Washington. Desde ese punto de vista, los dos pactos firmados en la capital bielorrusa supusieron un fracaso.

No por capricho, el primer ministro británico, Keir Starmer, aseguraba el pasado jueves, antes de encontrarse con los jefes militares de la llamada Coalición de los Voluntarios, que "si hay un acuerdo, y espero que haya, porque quiero ver la paz, esta paz debe ser sostenible, lo que significa que se necesitan garantías de seguridad. La última vez, sin estas garantías, Putin simplemente incumplió el pacto".

Entre las muchas promesas hechas por el presidente de Estados Unidos durante la carrera en la Casa Blanca del año pasado, el entonces candidato republicano dijo, más o menos, que "en 24 horas" terminaría con "una guerra ridícula que nunca debería haber empezado". Pero la geopolítica global no ha encajado nada bien con lo que, en el mejor de los casos, no pasaba de ser un eslogan de campaña y, en el peor, una galleada habitual, marca de la casa. La tregua total de treinta días que pedía Trump a Putin, y que, por favor, sí habían aceptado a los ucranianos antes de la llamada telefónica de los dos presidentes de esa misma semana, no ha dado los frutos esperados. O, al menos, quienes Trump y su equipo de comunicación creían que podían conseguir. Y, aun así, este pasado viernes, desde el Despacho Oval, el republicano todavía se mostraba confiado: "El reparto de tierras es el que se está negociando mientras hablamos, y creo que pronto habrá un alto el fuego total, y justo."

"Cada vez que oigo al presidente Trump, lo más impactante es la falta de cualquier lenguaje propio del derecho internacional. Todo lo conseguido después de 1945, ha dejado de existir", dice al ARA Maria Varaki, codirectora del grupo de investigación del departamento de Estudios de la Guerra del King's College de Londres.

El especialista en derecho internacional denuncia el uso del lenguaje "del mundo de los negocios" por parte del presidente estadounidense para intentar resolver un "conflicto extremadamente complejo que se inició con la agresión rusa en Ucrania". En este sentido, cabe recordar que Trump ha utilizado la fórmula "take ownership"(tomar la propiedad), hablando tanto en el contexto de las tierras raras de Ucrania como de sus centrales nucleares como de la Franja de Gaza.

Otra variable muy relevante introducida por Trump en este proceso es "la normalización y la presentación de la anexión de un territorio por la fuerza como un hecho normal", afirma Varaki. el reconocimiento de los Altos del Golán como territorio israelí, fruto de la ocupación de 1967. Todo ello tiene consecuencias. "A partir de ahora la prohibición de adhesión mediante la fuerza parece ser algo que se puede discutir [en un proceso de paz], mientras que no debería poder discutirse, ¿no? Después de 1945, los estados no podían adquirir territorio mediante el uso de la fuerza. Es una violación del derecho internacional y está prohibida".

Imagen de una reunión entre ucranianos y rusos que tuvo lugar en Estambul en la primavera de 2022.

Esta cuestión es, a juicio de Varaki, una de las más problemáticas desde el punto de vista del derecho internacional en el momento en que se pueda negociar una posible paz. En el caso de Ucrania están en juego, además de la península de Crimea, anexionada ilegalmente en 2014, cuatro provincias del Donbás, que Moscú hizo suyas en septiembre del 2022, con la celebración de referendos no reconocidos como legítimos por la inmensa mayoría de la comunidad internacional. En total, entre el 20 y el 25% del territorio de Ucrania está en manos rusas.

Superar la confusión

Por otra parte, el lenguaje comercial que utiliza Trump no concuerda con las formalidades necesarias de un cese de las hostilidades, de acuerdo con los estándares diplomáticos. El director del Instituto Catalán Internacional por la Paz (ICIP), Kristian Herbolzheimer, explica que "un alto el fuego necesita unas condiciones fundamentales: debe haber un documento firmado que aclare cuándo entra en vigor, y hasta cuándo durará, cuáles son los actos permitidos y los prohibidos en este período, y cuáles son los mecanismos de verificación de su cumplimiento", informa Sonia Sánchez desde Barcelona. De la llamada de Trump y Putin no salió nada parecido, ni siquiera a una tregua completa.

Al contrario. "En la iniciativa de Trump existe gran confusión, una ausencia de entendimiento de lo que está hablando", asegura Varaki. Y, de momento, no existe una implicación de Naciones Unidas, que distingue perfectamente entre conceptos como pausa humanitaria, tregua, cese de hostilidades, armisticio y, finalmente, tratado de paz. "Es Trump quien dirige el espectáculo con un lenguaje que, evidentemente, no es homologable ni compresible por todos los bandos", dice la profesora. Pensar que todo se podía resolver en 24 horas o en una llamada telefónica es "absurdo", remacha.

Basta recordar que el alto del fuego de la guerra de Corea (1950-53) se negoció durante dos años, a lo largo de los cuales los combates continuaron duramente. Al final (julio de 1953) se firmó un armisticio, pero no un tratado de paz, por lo que, técnicamente, Corea del Norte y Corea del Sur siguen en guerra.

Lo primero que habría que hacer en el caso de Ucrania, por tanto, es conseguir una tregua parcial, después una total que abriera la puerta al alto el fuego, el armisticio y, finalmente, si es posible, un tratado de paz. Presuntamente, los 30 días de Trump debían facilitar la apertura de negociaciones tendentes en esa dirección. Como siempre en estos procesos, uno de los grandes problemas es confiar en la otra parte. Ni Zelenski ni los europeos confían nada en Putin. ¿Tampoco al revés?

Paso a paso y muchos años por delante

El profesor y jurista Mark Weller, de la Universidad de Cambridge, con gran experiencia en negociaciones internacionales –Kosovo, Sudán del Sur o Darfur, por ejemplo– trabaja junto a otros especialistas en derecho y relaciones internacionales desde el inicio de la guerra en el establecimiento de un acuerdo de paz en Ucrania. Entre 2022 y febrero de 2025 él y su equipo han producido incontable literatura de lo que podría ser un pacto que pusiera fin a las hostilidades. La última propuesta ha tenido lugar a la luz de la iniciativa lanzada por el presidente Trump. Básicamente, aboga por "ir paso a paso, difiriendo los aspectos más conflictivos", quizás muchos años.

El primer punto, afirma, sería la "retirada de las fuerzas combatientes en una extensión de 7,5 kilómetros" a partir de la línea de contacto. En la franja generada, debería desplegarse un "contingente de 7.500 militares de una fuerza aceptable por ambas partes", lo que descartaría, inicialmente, la llamada Coalición de Voluntarios de Keir Starmer.

La frase 'Crimea es Ucrania' presidiendo la sesión inaugural de la Plataforma de Crimea, celebrada en Kiiv en agosto de 2021, siete años después de la invasión de la península.

Con posterioridad, se establecen una serie de puntos que, por ahora, parecen imposibles de alcanzar. Entre otros factores porque remiten a la consideración ya apuntada por la profesora Varaki en relación con la anexión de territorio por la fuerza. "Este reconocimiento sigue siendo imposible dada la posición del derecho internacional", apunta también Weller. Un acuerdo que reconociera en Rusia la península de Crimea y las cuatro provincias anexionadas en septiembre del 2022 "no debería ser aceptable para la Casa Blanca de Trump", dice el jurista.

En este contexto, la única solución posible sería "aplazar la cuestión del estatus del territorio", al menos hasta una solución definitiva, a la que se podría llegar "en el contexto de una conferencia de seguridad paneuropea más amplia un buen número de años más adelante". A estas alturas, es imposible ver la luz al final del túnel, apunta finalmente Varaki, que apuesta como Weller por ir paso a paso y "empezar por las cuestiones más pequeñas para dejar para el final los aspectos territoriales".

Al fin y al cabo, aceptar en la legalidad internacional las ganancias en el campo de batalla sería abrir la puerta a santificar la ley del más fuerte y abrir la Caja de Pandora. Y, por ejemplo, a bendecir una hipotética anexión de Groenlandia o del Canal de Panamá por parte de Estados Unidos; de Taiwán por parte de China; de Chipre por parte de Turquía; y, por supuesto, del territorio ucraniano conquistado durante la guerra e, incluso, legitimar la posible ocupación de las antiguas repúblicas soviéticas, incluidas las bálticas. Pese al optimismo de Trump, la paz en Ucrania todavía parece muy lejana.

¿De qué se habla cuando se habla de pausa humanitaria, tregua, alto el fuego, armisticio y paz?

Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA), una pausa humanitaria se considera un "cese temporal de las hostilidades con fines puramente humanitarios". Estas pausas suelen negociarse para tener lugar durante un período de tiempo definido, a veces sólo durante unas pocas horas, y en una zona geográfica concreta en la que se planifican actividades humanitarias.

El Comité Internacional de Cruz Roja afirma que una tregua es una suspensión de las hostilidades que "debería permitir retirar heridos, enterrar a muertos, intercambiar prisioneros y dar tiempo a los comandantes militares para pedir instrucciones sobre las negociaciones". Sin embargo, la tregua no es vinculante y sólo indica el parón de la lucha.

Un llamamiento al cese de las hostilidades se considera más formal que una tregua, pero a diferencia de un alto el fuego no es vinculante. Un cese de las hostilidades significa que una o ambas partes han anunciado planes para suspender los combates. Esta iniciativa podría indicar el inicio de unas negociaciones de paz más amplias.

A diferencia de las declaraciones de cese de hostilidades o de la tregua, un alto el fuego generalmente tiene la finalidad de ser vinculante. Como un cese de hostilidades o una tregua, sólo es de naturaleza temporal, pero por lo general se espera que dure un período de tiempo más largo. Los altos el fuego no anuncian el fin de un conflicto, pero tienen la intención de poner a las partes opuestas en comunicación para llegar a posibles acuerdos de paz permanentes.

Por último, el armisticio indica el final formal de una guerra negociada por las partes implicadas, pero no es un acuerdo de paz.

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