La Unión Europea cambia de mentalidad para afrontar el mayor desafío de su historia
El club comunitario emprende el camino para conseguir autonomía militar frente a las amenazas de Trump, Putin y China
Bruselas"Estamos escribiendo la historia", "nos encontramos en una etapa existencial" o "en momentos excepcionales, se necesitan medidas excepcionales". Éstas son algunas de las arengas grandilocuentes que ha pronunciado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante los últimos meses para justificar cualquiera de los ambiciosos planes estratégicos.rearme, reindustrialización o la aplicación de aranceles—que está saliendo adelante. Y, de hecho, no es la única líder europea que, con mayor o menor pompa, quiere dejar claro que la hora es grave y determinante para el futuro del continente. La gran mayoría de dirigentes de la UE reunidos en la cumbre de urgencia que se ha celebrado esta semana en Bruselas han coincidido en alertar del reto que supone el expansionismo de Vladimir Putin, el abandono de Donald Trump y la agresiva competencia comercial de China.
La importancia del momento es evidente. Los dirigentes europeos se han reunido en pocas semanas en Múnich, París, Bruselas (en varias ocasiones) y Londres, aparte de los encuentros bilaterales que, por ejemplo, han mantenido Emmanuel Macron y Keir Starmer con Donald Trump en la Casa Blanca. La próxima semana volverán a reunirse en la capital francesa altos mandos militares europeos y, dentro de dos semanas, los jefes de estado y de gobierno del bloque comunitario vuelven a tener una cita en la capital belga. Y, en estas cumbres, ya no sólo se habla sobre las potenciales negociaciones de un alto el fuego o acuerdo de paz en Ucrania. Las discusiones que tienen los líderes de Europa van mucho más allá de la guerra; quieren reubicar la nueva Unión Europea en el nuevo contexto internacional.
Hace poco más de tres años Putin dinamitó las relaciones con la UE, que se basaban sobre todo en una dependencia de las potencias industriales como Alemania con los combustibles fósiles rusos. Y, aparte de las consecuencias económicas más inmediatas —crisis energética e inflación—, los Estados miembros vieron cómo, de repente, dejaron de tener la paz garantizada. ¿Y si los anhelos imperialistas de Putin no terminan en Ucrania? Éste es el gran miedo que se instaló en la UE, sobre todo en los países del este, y que cada vez va cogiendo más fuerza.
Pero la amenaza no acaba aquí y no sólo llega por parte del autoritarismo del Kremlin. En plena guerra en las fronteras del bloque europeo, vuelve Trump y el principal aliado de la UE hace saltar por los aires las relaciones euroatlánticas que han dominado Occidente desde la Segunda Guerra Mundial. Washington da pinza con Moscú y estrangulan a una Europa en declive industrial y sin capacidad militar para protegerse por sí misma ni hacerse escuchar con demasiada fuerza en una potencial resolución del conflicto ucraniano.
Así pues, de repente, Europa se encuentra con que Putin amenaza el flanco este y que Washington renuncia a hacerle de paraguas protector, tal y como ha actuado durante los últimos ochenta años. Es en este punto cuando uno de los países más atlantistas de la UE, Alemania, proclama la voluntad de dejar de depender del Pentágono en el ámbito militar. "Debemos alcanzar la independencia", dijo el futurible canciller germánico, el conservador Friedrich Merz, nada más ganar las elecciones. Nadie esperaba oír estas palabras de un dirigente alemán y Merz mismo dijo que nunca habría pensado que las acabaría pronunciando.
En este sentido, el objetivo de la UE está claro: rearmarse para recuperar la autonomía militar. Por tanto, abandonar la estrategia del poder blando y sustituirla por el poder duro; dejar de garantizar la paz con interdependencias comerciales internas y con terceros países para devolver, en cierto modo, al proteccionismo ya los grandes gastos militares. Esto supone, por supuesto, un gran cambio de mentalidad de la UE y rompe el tabú con el belicismo que ha dominado el proyecto europeo, que nació y fue pensado en el trauma de la Segunda Guerra Mundial a flor de piel.
De hecho, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, aseguró que los líderes europeos discutieron este jueves la forma de rearmarse y de buscarse un nuevo puesto en la escena internacional sin "ningún tabú sobre la mesa". Las mismas conclusiones que acordaron en el encuentro contienen medidas que eran inimaginables hace poco: flexibilidad de las reglas fiscales, desviar fondos europeos regionales a defensa o, entre otros, el aval de UE a préstamos milmillonarios para fabricar armas. En total, Bruselas calcula que podrían movilizarse unos 800.000 euros en cuatro años.
Más allá de Bruselas, las dos principales potencias de la UE, Alemania y Francia, también están empeñadas en incrementar el gasto militar a marchas forzadas. Incluso París se muestra predispuesto a ofrecer un paraguas de protección nuclear en el resto de socios europeos y Berlín ha roto con su histórico dogma por la austeridad, y el gobierno germánico —que, además, se encuentra en funciones— aboga, junto a Merz, por reformar la Constitución y darse más margen fiscal para endeudarse, tanto para gasto militar como para todo tipo de inversiones. Una medida que no tomaron ni en situaciones tan críticas como la crisis económica del 2008, cuando el euro peligraba, o durante la pandemia. El regreso del servicio militar obligatorio está sobre la mesa de varios ejecutivos del club comunitario.
Más proteccionismo
En el plano comercial, las perspectivas son similares. Trump amenaza con iniciar una guerra comercial, los lazos con Putin están completamente rotos y, además, en los últimos años las relaciones con China también se han ido deteriorando, hasta el punto de que ahora la UE tiene el gigante asiático calificado como un "rival sistémico". La UE busca nuevos aliados bajo las piedras y Von der Leyen la semana pasada viajó a la India con ese objetivo, pero cada vez defiende con la boca más pequeña el librecambismo —otro de los valores fundacionales del proyecto europeo— y está adoptando medidas de un claro acento proteccionista.
Así pues, Bruselas avisa a Trump de que no le temblará el pulso a la hora de responder con aranceles a sus aranceles y ya ha subido las tasas de importación a, por ejemplo, los coches eléctricos chinos. Además, Von der Leyen ha propuesto varias propuestas legislativas para priorizar el made in Europe en la concesión de contratos o ayudas públicas, y promete ser más estricto con las importaciones que puedan ser susceptibles de no cumplir, por ejemplo, con los estándares medioambientales o de derechos humanos comunitarios.
De esta forma, la UE se está debatiendo en casi todos los terrenos sobre los valores que la vieron nacer y que han sido su razón de ser hasta el día de hoy. Sin embargo, todo esto puede cambiar, y parece que los líderes europeos están dispuestos a cambiarlo porque, tal y como ha dicho en más de una ocasión la propia Von der Leyen, Europa está de una frente a la "amenaza existencial" que supone Putin —con la contribución de Trump y China— y se encamina hacia "una nueva era".