África Occidental

La expansión del terrorismo en Burkina Faso que puede salpicar a Europa

Más de 170 personas mueren en un solo día en el país a consecuencia de ataques terroristas

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Una valla publicitaria en la capital de Burkian Faso con una fotografía del presidente ruso, Vladimir Putin, encajando la mano con su homólogo burkinés, Ibrahim Traoré.

UagadugúEs un goteo macabro que hace presagiar que la situación se puede ir de las manos en cualquier momento y puede salpicarnos, aunque parezca que Burkina Faso está demasiado lejos de Europa. El domingo 25 de febrero al mediodía empezó a correr por las redes sociales y por los grupos de WhatsApp un comunicado de la diócesis de Dori, capital de la región del Sahel, en el norte de Burkina Faso, que denunciaba que quince personas habían sido asesinadas en un ataque terrorista contra una iglesia en el pueblo de Esakane, en el norte del país. Ese mismo día por la noche, la Federación de Asociaciones Islámicas de Burkina (FAIB) también hacía público un comunicado sobre otro ataque contra un centro religioso, pero en este caso contra una mezquita, la de Natiaboani, en la región este. Murieron catorce personas. Cinco días más tarde, el 1 de marzo, el procurador de Ouahigouya, capital de la región norte, revelaba que la matanza de ese domingo aún había sido más bestia: 170 personas fueron asesinadas entre los pueblos de Komsilga, Nodin y Soro, en la provincia de Yatenga.

El jefe del estado mayor del ejército burkinés, Célestin Simporé, ha alertado de que existe riesgo de atentado en cualquier centro urbano del país y ha decretado "la vigilancia permanente de todos los puestos de seguridad", además de "aumentar el nivel de alerta". A escala práctica, esto significa que, por ejemplo, la policía revisa los maleteros y la documentación de los vehículos que circulan por las principales carreteras del país.

Atentados contra los militares

El domingo 25 de febrero los terroristas no sólo atacaron a centros religiosos, sino también a posiciones militares. Uno modus operandi poco habitual hasta ahora. En concreto, protagonizaron un primer ataque de madrugada en el este del país, en Natiaboani. A las cinco y media, ocuparon la posición del 6º Batallón de Intervención Rápida, que estaba de misión a sólo 100 kilómetros de la capital. A las siete de la mañana hicieron un tercer ataque en Komsilga, en el norte, y un cuarto, a las tres de la tarde, en el este.

"Los grupos terroristas han cambiado de estrategia", ha reconocido el ministro de Seguridad, Mahamadou Sana, en declaraciones a la Radiotelevisión Burkinesa (RTB). "Los ataques están más coordinados y tienen lugar en todo el país al mismo tiempo", ha detallado. Según argumentó, este cambio táctico se debe a que "el enemigo se siente más amenazado".

Sin embargo, la población no lo tiene tan claro. “Los ataques se han convertido en nuestro día a día”, lamenta Marie Louise, que regenta un quiosco en Uagadugú. Además, la situación de inseguridad es evidente. Desde hace meses, tomar una simple foto en una calle céntrica de Uagadugú ya genera sospechas. Asimismo, el gobierno ha difundido un comunicado a través de WhatsApp con recomendaciones para que toda la población sepa detectar presuntos terroristas. Por ejemplo, destaca que actitudes como "el nerviosismo de un individuo", "los cambios de comportamiento de los vecinos" o "hacer fotos de edificios estratégicos" podrían considerarse sospechosas. “Los terroristas sobreviven gracias a las ciudades. Aquí vienen a buscar aprovisionamientos”, ha advertido el ministro.

Según un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 25% de los jóvenes que se unen a grupos terroristas lo hacen por una cuestión económica, el 22% para sumarse a amigos o familiares, y un 17 % por ideas religiosas. El principal colectivo que actúa en Burkina Faso es el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM en sus siglas en francés).

Para hacer frente a la amenaza, el gobierno ha optado por armar a la población. En concreto, ha equipado a 50.000 Voluntarios de Defensa de la Patria (VDP), unas milicias populares extendidas por todo el territorio y que trabajan conjuntamente con el ejército. También se han sumado los dozo, una cofradía de cazadores y conocedores de la medicina tradicional presentes en el oeste del país, y los koglweogo, una milicia rural presente en el centro y al este del país. Por otra parte, desde hace pocos meses los llamados wayiyan custodian las rotondas y las carreteras de las principales ciudades de Burkina Faso. Son hombres no armados que guardan toda la noche para detectar movimientos sospechosos. Alrededor siempre hay banderas de Níger, Burkina Faso, Mali y Rusia, y pancartas con el lema “Viva la Alianza de los Estados del Sahel (AES)”.

La AES es, como su nombre indica, una alianza formada el pasado diciembre entre Burkina Faso, Mali y Níger con el objetivo de defenderse colectivamente. Los tres países eran miembros desde hace 49 años de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), pero el 28 de enero decidieron abandonarla en bloque y romper totalmente con la que había sido su colonia, Francia .

Puede decirse que todo se desató tras el golpe de estado del pasado julio en Níger, que era el último país aliado de Francia en el Sahel. A partir de entonces, Níger se alineó con las nuevas políticas de Mali y Burkina Faso, como la expulsión de las tropas francesas de su territorio, el fin de las operaciones de paz de Naciones Unidas que hacía más de diez años que actuaban en el Sahel central, y las nuevas alianzas con países como Rusia o Turquía para luchar contra los grupos terroristas presentes en la zona. Air France ha dejado de operar en los tres países y París ha cerrado su embajada en Níger.

Por su parte, España ha pasado a considerar al Sahel una zona prioritaria para la cooperación debido a la preocupante expansión del terrorismo. Su objetivo es controlar las rutas migratorias de personas que atraviesan el desierto del Sáhara para huir de esa situación de inestabilidad y que pretenden llegar como sea a Europa, desde la costa de Mauritania o Libia. En otras palabras, lanzarse al mar para desembarcar en Canarias.

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