El gobierno británico se abre a colaborar con la UE pero exige sus vacunas

El ministro de Sanidad alemán avisa de que la escasez puede durar diez semanas

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Boris Johnson, en una imagen de este miércoles, en el momento de entrar en  la cámara de los comunes

Boris Johnson ve pasar el cadáver de su enemigo y se frota las manos. Y los brexiters, todavía más. La guerra de las vacunas entre AstraZeneca y la Unión Europea (UE) tiene al primer ministro británico –uno de los peores gestores de la pandemia a escala global, con la cifra de muertes por millón de habitantes más elevada del planeta– como el gran triunfador. Cuando menos, momentáneo. Y sin disparar ni un solo cañonazo. Ni siquiera salvas de fogueo.

Johnson asiste diplomáticamente impasible a la batalla entre la UE y AstraZeneca. Ayer por la tarde no quiso hacer sangre. Preguntado reiteradamente sobre la posibilidad de que la farmacéutica se viera forzada a desviar vacunas que produce en el Reino Unido para llenar los vacíos que los problemas de producción a las plantas de Bélgica y Holanda de la farmacéutica están causando para satisfacer la demanda comunitaria, su respuesta fue muy tranquila: "Confiamos mucho en nuestros proveedores, en nuestros contratos", que Londres cerró tres meses antes que Bruselas. "La investigación y la manufactura es fruto de un gran esfuerzo internacional. Estamos centrados en nuestro objetivo y camino de conseguirlo". Este objetivo es la vacunación masiva de hasta 15 millones de personas para el 15 de febrero. Es innegable que la campaña británica funciona: ya se han inyectado más de 7,1 millones de primeras dosis y 474.000 dobles desde que se empezó, el 8 de diciembre.

Y este jueves Michael Gove, ministro secretario, ha asegurado que, pase lo que pase entre AstraZeneca y la Unión, "no habrá interrupción" del suministro de vacunas del Reino Unido. "El caso es que los suministros planificados, pagados y programados tendrían que seguir", ha dicho, en una entrevista en el programa Today, de BBC Radio 4, para a continuación añadir en el mismo tono diplomático que Johnson: "Pero estoy seguro de que todos queremos hacer todo lo posible para asegurarnos que se vacune a tanta gente en países que son amigos y vecinos, y creo que lo conseguiremos mejor mediante el diálogo, la cooperación y la amistad". Un tono conciliador que no es el que exhibe la prensa británica más antieuropea.

Legitimidad del Brexit

Más allá de las palabras, Londres es consciente de que la crisis entre AstraZeneca y la UE refuerza todavía más la legitimidad del Brexit –a pesar de que sigue causando problemas en la frontera de la Gran Bretaña con Irlanda del Norte–; refuerza el gobierno Johnson, que no quiso participar en la compra colegiada de vacunas que ha llevado a cabo la Comisión Europea, y, si el fiasco no se resuelve pronto por parte de Bruselas, puede abrir frentes de deslegitimización en el interior de los Veintisiete también por la falta de transparencia de los contratos confidenciales que ha firmado con las farmacéuticas.

Sobre el desabastecimiento, el ministro de Sanidad alemán, Jens Spahn, ha asegurado este jueves por la mañana, a través de un tuit, que la escasez se puede alargar todavía diez semanas, un plazo que no llevaría a una aceleración en las campañas de vacunación al continente hasta abril y comprometería mucho todos los calendarios previstos.

Los problemas de desabastecimiento –que ya han provocado un retardo en la campaña de vacunación en Catalunya y en diferentes partes del estado español– han sido calificados por el diario sensacionalista alemán Bild de "escándalo", en su edición de este jueves.

Para la prensa británica –que en este caso sí aviva el nacionalismo de las vacunas en el que ni Johnson ni su gobierno caen–, Europa se encuentra ante un fracaso colectivo, uno más, que demuestra la inoperancia del bloque. Los titulares son espectaculares: "La UE pide vacunas británicas", abre el Telegraph. En términos muy parecidos escribe el Financial Times: "La UE pide las vacunas del Reino Unido de AstraZeneca contra el covid para llenar el déficit". Es el Daily Mail, sin embargo, quien más se apunta a la guerra permanente con la UE: "¡No, la UE no puede quedarse nuestros pinchazos!", grita con un gran despliegue tipográfico.

Portada del Daily Mail

Entre los columnistas de referencia, Ambrose Evans-Pritchard, del muy beligerante Daily Telegraph, es uno de los más duros contra la UE: "Bruselas quiere que mueran los británicos para que los europeos vivan. Esta es la implicación de desviar hasta 75 millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca al mercado de la UE. Es una gran demanda", empieza diciendo, para continuar: "[Si se atiende a los argumentos comunitarios] Apenas sabríais que AstraZeneca es el salvador de esta saga, no el malo. No obtiene beneficios con la vacuna. Se vende a precio de coste, como una organización benéfica, que ofrece un servicio humanitario al mundo. Pero no esperéis gratitud del Berlaymont", uno de los icónicos edificios de las instituciones europeas.

La razón científica, sin embargo, también ha salido entre tanto ruido. Y Jeremy Farrar, miembro del Grupo de Asesoramiento Científico para Emergencias (Sage) del gobierno, ha dicho que está en "el interés nacional" del Reino Unido garantizar la vacunación del máximo número posible de personas en el mundo. Preguntado en el programa Today, de BBC Radio 4, sobre si el nacionalismo de las vacunas es una realidad en Europa, ha asegurado: "Sí, me temo que lo es, y es una cosa que tenemos que negociar, tenemos que evitarlo y no sirve a nadie luchar por el suministro de vacunas". La única respuesta posible ante la pandemia es "reducir la transmisión, mantenerla baja y hacer que las vacunas estén disponibles en todo el mundo; en caso contrario veremos nuevas variantes, nuevas cepas de este virus que se propagarán por todos nuestros países". Las nuevas variantes eran "un aviso de lo que vendrá, que nos lo tenemos que tomar de verdad seriamente".

Nacionalismo de vacunas y proteccionismo comercial, dos derivadas más de la crisis sanitaria que, para Allister Heath, director del Sunday Telegraph, tienen el origen en una "desesperada, incompetente y esperpéntica" Unión Europea.

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