Oriente Próximo

¿Qué hay detrás de la escalada más violenta en Jerusalén y Gaza de los últimos años?

La falta de mediación y de liderazgos en Israel y Palestina dificultan la salida al conflicto

Los palestinos inspeccionan la zona de la torre Al-Jawhara gravemente dañada a la ciudad de Gaza después de ser atacada por ataques aéreos israelíes en medio del estallido de la violencia israelí-palestina
13/05/2021
5 min

BarcelonaLos bombardeos aéreos israelíes sobre la franja de Gaza siguen este miércoles por tercer día consecutivo, mientras las milicias de Hamás y Jihad Islámica han lanzado centenares de cohetes sobre ciudades israelíes. Es el peor episodio desde 2014, cuando más de dos mil palestinos murieron por los bombardeos de Tel Aviv en la franja, y la ONU advierte del riesgo de una "guerra a gran escala", mientras la mediación egipcia ha fracasado y el ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, advierte de que no hay fecha para poner fin a la ofensiva. La falta de mediadores creíbles y de liderazgos claros tanto en Israel como Palestina hacen más difícil frenar la espiral.

¿Cómo se ha precipitado la escalada?

Cuando Jerusalén estornuda, Gaza se resfría. La frase hecha ha vuelto a ser realidad. El origen de la escalada actual se encuentra en Jerusalén, donde en el último mes se han cruzado dos focos de conflicto: la Ciudad Vieja y la explanada de las Mezquitas, y el barrio de Sheik Harrah, en Jerusalén Oriental, donde una cuarentena de familias palestinas están amenazadas con ser desahuciadas para entregar sus casas a colonos israelíes. Los primeros enfrentamientos empezaron a raíz de las severas restricciones impuestas por la policía israelí –con el pretexto de la pandemia, pero que no se habían aplicado a las celebraciones judías– para acceder a la Ciudad Vieja, donde tradicionalmente la juventud palestina se reúne después de la plegaria del anochecer durante el Ramadán. Después de que en el mes de abril centenares de supremacistas judíos se manifestaran con el lema "Muerte a los árabes", la tensión en las calles era palpable. El viernes por la noche tropas israelíes asaltaron la explanada de las Mezquitas y empezaron una serie de protestas en varias ciudades de Cisjordania y de Israel. El lunes el ministerio de Justicia se vio obligado a atrasar la lectura del veredicto sobre el desahucio de las familias de Sheik Harrah para evitar más disturbios. El mismo día la policía y el ejército israelí asaltaron la explanada de madrugada, en plena oración, y dejaron más de 600 heridos. Hamás respondió lanzando cohetes desde Gaza.

¿Por qué es tan importante Jerusalén?

El año pasado, con el yerno de Trump patrocinando la apertura de la embajada norteamericana de Jerusalén, la derecha religiosa israelí proclamaba su victoria definitiva e instaba a los palestinos a la rendición incondicional. Pero la provocación en Jerusalén ha evidenciado que las cosas no son tan sencillas. "Jerusalén cristaliza toda la injusticia de la colonización israelí. Es no solo un símbolo sino una demostración práctica de lo que representa la ocupación", explica al ARA desde Jerusalén Inés Abdel Razek, del Instituto Palestino por la Diplomacia Pública. "Desde el 67 toda la ciudad está bajo control israelí y los palestinos nacen con menos derechos. El Ayuntamiento no invierte en infraestructuras en los barrios palestinos, que están abandonados a su suerte", añade. El caso de Sheik Harraj, donde colonos israelíes han reclamado la propiedad de casas donde viven palestinos que fueron deportados en la creación del Estado de Israel, esgrimiendo títulos de propiedad anteriores a 1948 (un derecho histórico que en el caso de los palestinos no se reconoce), ha evidenciado la política de expulsión de los palestinos de su tierra.

¿Puede empezar la Tercera Intifada?

"No se puede saber, pero hay elementos de la protesta palestina que lo hacen pensar", explica al ARA Lurdes Vidal, jefa de mundo árabe del Instituto Europeo de la Mediterránea (IEMed). "Hay una idea de persistencia, la sensación de que no tienen nada que perder y que no solo les queda resistir. Por eso vuelven a salir cada noche. Puede ser un movimiento duradero y que no sea tan fácil de silenciar".

De hecho, entre las nuevas generaciones palestinas pesa el sentimiento de aislamiento, la idea de que no pueden seguir esperando ayuda de fuera, a raíz de la política de "normalización" impulsada por la administración Trump, que llevó a algunos países árabes (los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán y Marruecos) a establecer relaciones con Israel en cambio de beneficios diplomáticos, cosa que borraba una línea roja que se había mantenido desde la creación del Estado de Israel. "Hay un sentimiento de traición entre el pueblo", añade Vidal.

Pero el gobierno en funciones de Benjamin Netanyahu quizás ha sobrestimado la ventaja que le daba haber agrietado el frente árabe, que era más aparente que real. "Si Netanyahu creía que podría enterrar el estado palestino haciendo un pacto con los Emiratos y Bahrein, o convenciendo a Sudán a cambio de sacarlo de la lista de terroristas, o a Marruecos a cambio del reconocimiento por parte de los Estados Unidos de su soberanía sobre el Sáhara Occidental, ahora se da cuenta de que esto significaba muy poco", escribe el analista David Hearst. "Estos regímenes árabes no tienen ninguna credibilidad hacia sus pueblos, y todavía menos hacia los palestinos. Una nueva generación de palestinos está creciendo y no se parará por más gases lacrimógenos que les lancen", añade.

El liderazgo palestino en crisis

Si una cosa frena ahora un nuevo alzamiento masivo en Palestina es la falta de un liderazgo claro. La semana pasada el primer ministro palestino, Mahmud Abbas, de 85 años, volvió a aplazar las elecciones en la desprestigiada Autoridad Palestina, que a los ojos de la mayoría de jóvenes de los territorios ocupados es solo un aparato represivo al servicio de Israel. Las últimas elecciones palestinas se celebraron en 2006 y Abbas, con su partido Fatah dividido en tres bloques y sin perspectivas, no estaba dispuesto a permitir que Hamás, que gobierna Gaza, ganara también en Cisjordania. Como explica Joel Beinin, profesor emérito de Standford, "no hay ningún liderazgo que pueda mantener un movimiento popular sostenido como las Intifadas del 1987 y el 2000". De momento Hamás está capitalizando la crisis actual, pero no queda clara tampoco su ascendencia sobre las nuevas generaciones, protagonistas de las protestas, que no tienen vínculos con las direcciones tradicionales.

La crisis política en Israel

Para Beinin, el primer ministro israelí en funciones, Benjamin Netanyahu, "es el primer interesado en la escalada de la tensión en Gaza para desviar la atención de sus problemas políticos y legales". Procesado por varios casos de corrupción, el político conservador en el poder los últimos doce años ha sido incapaz de formar una coalición de gobierno estable, después de cuatro elecciones en dos años. El intento del moderado Yair Lapid de crear una coalición para echarlo del gobierno –y dejarlo sin inmunidad– ha quedado prácticamente cortocircuitado porque los partidos judíos están cerrando filas junto al ejército y la policía y difícilmente podrán tener el apoyo imprescindible de la Lista Árabe Unida, que tendría que pactar con Lapid y grupos ultraortodoxos.

Los manifestantes quemando banderas israelíes y norteamericanas durante una manifestación celebrada en Islamabad.

Un nuevo actor: los palestinos con ciudadanía israelí

Un nuevo actor está emergiendo en el viejo panorama: los palestinos con ciudadanía israelí, los que no fueron desalojados cuando se creó el Estado de Israel en 1948 y que hoy representan al 20% de su población. Han salido a la calle a miles, en solidaridad con Gaza y Jerusalén, en las ciudades de Nazaret, Haifa, Jaffa, Ramleh y Lod, a pocos kilómetros de Tel Aviv y donde se encuentra el aeropuerto internacional de Ben Gurion. Ahí los enfrentamientos con la policía israelí, que los ha reprimido con gases lacrimógenos y balas de goma, han obligado a Netanyahu a declarar el estado de emergencia. En total el martes hubo 270 detenidos entre Israel y Jerusalén. Y los llamamientos a la calma del cabeza de la Lista Árabe Unida, Mansour Abbas, parecen haber tenido poco efecto.

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