Kiev intenta recuperar la normalidad a pesar de la amenaza de un regreso de los soldados rusos
Las grandes avenidas de Kiev están casi vacías y la mayoría de los comercios no esenciales siguen cerrados
KíivEn el jardín botánico de Kiev, grupos de amigos, parejas y padres con hijos pequeños se hacen fotografías delante de las magnolias en flor. Casi todo el mundo sonríe. Llama la atención ver caras de felicidad en este contexto de guerra. Hasta que me doy cuenta de que no sonríen por hacerse un selfi delante de las enormes flores de colores. Es un acto colectivo, y a la vez muy íntimo, que transmite un profundo sentimiento de agradecimiento de poder disfrutar otra vez de la primavera. Se sienten afortunados de estar vivos y acompañados.
Pero en Kiev esta primavera se vive con incertidumbre. Todo el mundo es consciente de que la relativa calma que hay en la capital ucraniana puede ser tan efímera como la flor de la magnolia.
Kiev ha cambiado mucho en el último mes. Los check points de bloques de hormigón y sacos de tierra que hace solo unas semanas había en cada esquina han desaparecido del centro y las alarmas aéreas ahora hay días que no suenan. Después del éxodo que siguió a la invasión rusa el mes de febrero, muchos ciudadanos están volviendo a casa confiados de que la ciudad es segura. El alcalde les recuerda que no es cierto. Este regreso, que podría parecer un signo de que las cosas van bien, se ve con preocupación. La ciudad no está preparada y en cualquier momento los rusos pueden volver a asediarla.
Las grandes avenidas de Kiev están casi vacías y la mayoría de los comercios no esenciales siguen cerrados. La vida en las calles la dan los cafés y los restaurantes, que con el buen tiempo ya han montado las terrazas.
Sin la amenaza de un ataque inminente, desde que los rusos se marcharon de la cercanía de Kiev, la ciudad afronta ahora nuevos problemas. Uno de los más graves es la escasez de combustible. La prioridad son los vehículos militares y de emergencias. Hay muy pocas gasolineras abiertas, pero, encima, el Gobierno ha establecido un máximo de diez litros por vehículo. Encontrar gasolineras y hacer largas colas convierte la misión de llenar el depósito en un objetivo imposible. La alternativa es el transporte público. El metro de Kiev funciona bastante bien, pero los convoyes pasan cada 15 o 20 minutos. Muchas zonas de la ciudad y su cercanía están muy mal comunicadas. Las carreteras que salen de Kiev están deterioradas por las bombas y los puentes se destruyeron para evitar la entrada de los rusos.
Regreso en casa
La vida en Kiev no es sencilla. Pero en la vecina Irpín la situación todavía es peor. Cuando los rusos pretendían llegar a Kiev, Irpín fue primera línea de frente. Stephan Yurchenko tiene 38 años. Huyó de los bombardeos sobre Irpín cuando empezó la guerra y dos meses después ha vuelto a casa. Ha tenido suerte. La encuentra entera. Ya tiene internet, pero tendrá que esperar a que hagan de nuevo toda la instalación del gas y hay que hacer el tejado nuevo. Stephan se considera afortunado. En su misma calle hay edificios que se tendrán que echar abajo y levantar de nuevo.
Saliendo desde Irpín hacia el norte, a 50 kilómetros de Kiev, encontramos Borodianca. Era una pequeña ciudad de 13.000 habitantes antes de la guerra. Entrar en Borodianca impresiona. Es un golpe de realidad. Allí todavía está el silencio y el vacío que queda después del miedo y el horror. Como Irpín o Bucha, centenares de vecinos de esta localidad han muerto asesinados por las tropas invasoras rusas o sepultados bajo el escombro de los edificios destruidos.
Una mujer se acerca y me pide ayuda. En la mano tiene el pasaporte de su hijo de 34 años. En la fotografía parece un joven adolescente. Dice que no sabe nada de él desde hace semanas. Lo vio por última vez antes de un intenso bombardeo el pasado dos de marzo. Su relato se transforma en lamento y sigue en un llanto desconsolado que te deja sin palabras. Helado. Quizás los dos sabemos la respuesta sobre dónde está su hijo, pero nadie osa decirlo en voz alta.
El contraste con las fosas que se han encontrado en Bucha, Irpín o Borodianca son las jardineras de la plaza de la Independencia de Kiev, conocida como plaza Maidán, que ahora está llena de tulipanes amarillos, rojos, azules y rosas. Kiev quiere dejar atrás el blanco y negro de la guerra, y recuperar los colores de la vida en paz. Pero todavía es la capital de un país en guerra y no puede ni quiere bajar la guardia. En la capital de Ucrania, de hecho, todo el mundo espera que llegue el 9 de mayo, el día que Rusia celebra el Día de la Victoria sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Saben que a Putin le gustan las efemérides. Ojalá sea un día más de primavera…, pero aquí algunos piensan que el próximo lunes puede ser un regreso al invierno y a la oscuridad.