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Relaciones Estados Unidos-Reino Unido

Misión imposible para Starmer: convencer a Trump de que garantice la seguridad de Ucrania

El primer ministro británico viaja a Washington con el objetivo de construir una sólida relación personal que permita fortalecer la colaboración transatlántica

Donald Trump y Keir Starmer en un montaje fotográfico.
27/02/2025
4 min
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LondresParece una misión imposible, digna de Tom Cruise. Pero el héroe sin mucha madera de héroe se llama Keir Starmer y no Ethan Hunt. ¿Podrá el primer ministro británico convencer a Donald Trump de que no abandone Ucrania ni Europa a su suerte, y no deje a Kiiv y Bruselas y al resto de capitales europeas a manos de los caprichos de Vladimir Putin?

Un par de horas antes de coger este miércoles por la tarde el avión con destino a Washington para entrevistarse el jueves con Trump en la Casa Blanca, el premier ha asegurado, durante la sesión de control semanal en los Comunes, que "Reino Unido ha actuado durante mucho tiempo como puente entre Estados Unidos y Europa, y es vital que sigamos desempeñando este papel". Y ha seguido diciendo: "Por eso, mi mensaje al presidente Trump es que la relación entre nuestros dos países debe reforzarse. Esto es crucial, pero al mismo tiempo también debemos trabajar estrechamente con nuestros aliados europeos". ¿Por qué no se acaba de fiar del presidente empresario?

Las palabras de Starmer irán envueltas con un lacito: el compromiso, adquirido esta misma semana, que Londres invertirá más en defensa, a cambio de recortar la ayuda exterior. Hay que saber si el obsequio, que al llegar el año 2030 equivaldrá al 3% del PIB del país, será suficiente para seducir a Trump. Más aún: Habrá servido de nada la llamada hecha por Emmanuel Macron, lunes, que Estados Unidos ofrecieran garantías de seguridad en Ucrania y asistencia logística y de cobertura a unas hipotéticas fuerzas de paz occidentales, si es que se llega a un alto el fuego?

Pero si se tienen en cuenta las últimas declaraciones de Trump al respecto, la misión de Starmer es más que imposible. Durante la comparecencia con un grupo de periodistas este miércoles, en la primera reunión de su gobierno, preguntado al respecto, el magnate dijo: "No voy a dar garantías de seguridad... Haremos que Europa se encargue de ello, porque Europa es el vecino de al lado". Más claro, el agua. Sin embargo, Zelenski viaja a Washington el viernes para intentar arrancar algún tipo de compromiso, una vez se hayan salvado los obstáculos para que Kiiv firme el tratado de explotación de las tierras raras y otros minerales.

Un puente demasiado lejano

Si la paz parece lejana –entre otras razones porque, de momento, no hay claridad sobre garantías de seguridad sobre la mesa y porque Moscú no acepta la presencia de tropas occidentales en Ucrania–, lo que también está muy lejos, en términos históricos, es el puente entre Europa y Estados Unidos al que se ha referido Starmer en el Parlamento. Un puente que se levantaba, tradicionalmente, sobre los cimientos de lo que Winston Churchill llamó, en un famoso discurso en Fulton (Misuri), en marzo de 1946, la "especial relación" entre Washington y Reino Unido.

Fue la misma intervención en la que dejó para la historia el concepto de Telón de Acero. Con altibajos, esta especial relación se ha mantenido desde la Segunda Guerra Mundial. Pero la llegada de Donald Trump en la Casa Blanca hace un mes y pico ha dado la vuelta al tablero de juego y ha hecho saltar las alarmas tanto en Londres como en Bruselas, París y Berlín.

Estados Unidos ya no se fía de una Europa cuyos valores parece que no entienden, tal y como escenificó el vicepresidente estadounidense, JD Vance, en su provocador discurso de la Conferencia de Múnich. Y el pecado de Europa ha sido confiar demasiado en el paraguas militar estadounidense sin cuestionar la dirección de una política que servía, sobre todo, los intereses estadounidenses. Ahora, el paraguas podría cerrarse de un día para otro. O quizás ya se ha empezado a cerrar. O tiene muchos agujeros.

Como asegura el profesor de historia James Ellison, de la Universidad Queen Mary de Londres, "la incertidumbre preside este momento", porque el presidente de Estados Unidos "parece ser el primero desde la Segunda Guerra Mundial que no deposita una fe incuestionable en el orden mundial liberal que Washington y Londres, junto con sus aliados", junto con sus aliados.

Por su parte, el analista Evie Aspinall, directora del think tank British Foreign Policy Group, mantiene un tono optimista, puesto que "a largo plazo", cree "que la relación seguirá perdurando". Admite, sin embargo, que "los próximos cuatro años no serán fáciles, ni en el ámbito bilateral ni en el global". Y aporta un elemento realista. "Por más desacuerdos que pueda haber, Reino Unido no tendrá mucha opción más que aceptar y gestionar la relación con Donald Trump durante los próximos cuatro años". "Y aunque no será una relación especialmente amigable –sigue–, no creo que utilice el mismo lenguaje que utiliza contra la Unión Europea, que ha calificado de muy, muy mala", a raíz de lo que Trump considera desequilibrio en la balanza comercial.

Macron corrige a Trump.

Poco antes de coger el avión, en el lobi de los medios de comunicación que a diario acoge la reunión con el portavoz de Starmer, se difundía una idea fundamental sobre el viaje a Estados Unidos. El objetivo más importante "es construir una sólida relación personal" entre el premier y el presidente, porque esto puede marcar los próximos cuatro años entre Londres y Washington.

Una relación que tenga el mismo nivel de bromanza que la exhibida entre Trump y Macron el pasado lunes, ambos cogiéndose de las manos, haciendo bromas e incluso, en el caso del francés, poniendo la mano izquierda en la rodilla derecha de su homólogo estadounidense. La prensa británica ha señalado su viaje como un éxito, si bien ninguno de los dos disimuló mucho a la hora de mostrar en público sus desencuentros: sobre la financiación y la ayuda en Ucrania y sobre la necesaria implicación estadounidense en las garantías de seguridad que pide Zelenski, y que la Casa Blanca no quiere ofrecer.

La cuestión personal, de hecho, es clave, dice Evie Aspinall, quien sostiene que "Trump no valora especialmente las alianzas tradicionales, sino que prefiere tratar con líderes fuertes y hacer acuerdos individuales, lo que hace más difícil la cooperación con Reino Unido".

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