Maia Sandu, presidenta europeísta de Moldavia y candidata a renovar el cargo en segunda vuelta este domingo, deberá realizar cálculos para vislumbrar si gana ella o bien su adversario Alexander Stoianoglo, considerado el candidato de Putin. La primera vuelta estuvo acompañada de un referendo sobre la futura adhesión moldaba a la UE, que los europeístas ganaron por los pelos, por algo más del 50% de los votos, pese a los tropiezos, a veces violentos, de los rusófonos, y gracias al voto de los moldavos residentes en el extranjero. Ahora, la segunda parte de esta confrontación Europa contra Rusia, que se juega este domingo, desvelará el posicionamiento identitario de los votantes de partidos moldavos que se han movido en la ambigüedad, como los democristianos de Renato Usatii y los excomunistas de Irina Vlah.
La breve pero definitoria atraviesa de la incertidumbre que hará este domingo Maia Sandu, es muy parecida a la que hace pocos días le tocó hacer al europeísta Salome Zourabichvili, presidenta de Georgia: tuvo que asumir unas elecciones parlamentarias ganadas (bajo sospecha de fraude) por el primer ministro y el oligarca fiel al Kremlin Bidzina Ivanishvili. Sueño Georgia, que es como se llama el partido que parece haber obtenido la mayoría absoluta, ha puesto al país ante el dilema de la guerra o de la paz, dejando claro que la guerra son la Unión Europea y la OTAN, y la paz es la Rusia de Putin.
Para protegerse de ese peligro de guerra que representan a los occidentales, el victorioso oligarca Ivanishvili impuso hace pocos meses una ley de agentes extranjeros, dirigida contra las asociaciones democráticas de la sociedad civil, y calcada de la ley desplegada hace unos años en la Rusia de Putin. Bruselas, entre la espada y la pared, no tuvo más remedio que suspender las negociaciones de adhesión de Georgia a la UE. De nada sirvieron los intentos de la presidenta Salome Zourabishvili de aplazar el debate definitivo, y por tanto la aprobación de la ley de agentes extranjeros. Ella misma, pese a ser la jefa del estado, es tachada por los putinistas georgianos de traidora y de "agente extranjera" que merece ir a prisión, tanto por sus orígenes franceses como por haber estudiado en París y en Nueva York.
El caso de Eslovaquia
Curiosamente, en la crisis europea que vivimos y que posiblemente sea la que acumula mayor incertidumbre desde la Segunda Guerra Mundial, aparecen mujeres presidentas de potenciales satélites de Putin, que se mueven en medio del riesgo y del peligro. La precursora fue la abogada y ecologista Zuzana Caputovà, presidenta de Eslovaquia. Fue elegida en el 2019, y en el 2023 tuvo la osadía de anunciar que volvía a presentarse a las presidenciales, lo que desató la furia de las fuerzas pro-Putin y anti-Ucrania. Las amenazas de violencia, de muerte incluso, contra Zuzana Caputovà y su familia lograron que renunciara a un nuevo mandato.
Amenazas, como las que empiezan a gravitar sobre la georgiana Salome Zurabishvili, y que le podrían llegar a la moldava Maya Sandu, según lo que ocurra en las elecciones de este domingo. Hace pocos días, Yulia Naválnaia, viuda del líder opositor ruso asesinado Aleksei Navalni, se sumó a esta intangible alianza femenina por la democracia en el Este, y declaró: “Prometo convertirme en la mujer más temida por Putin”. No me cabe duda de la firme voluntad de Yulia Naválnaia, que seguro estará pendiente de Kamala Harris este martes, que se celebran las elecciones en Estados Unidos. Harris es otra mujer que, si gana, podría jugar un papel primordial en los espacios geopolíticos atrapados por el putinismo.