Demografia

“No quiero tener hijos para no contribuir al cambio climático”

Diversas mujeres explican por qué se han sumado a una corriente de pensamiento que defiende reducir la población mundial para salvar el planeta

Una mujer anda por una calle con un cochecito de bebé
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BarcelonaRocío es música, vive en Colmenar Viejo y tiene 30 años. Hace casi dos se esterilizó porque tiene claro que no quiere tener hijos. “El crecimiento de la población y el cambio climático van de la mano”, argumenta. “Una de las razones por las que el mundo está cambiando es que somos demasiadas personas y hay escasos recursos que no se están gestionando bien. No quiero contribuir a esto, ni que una persona que aún no existe tenga que comerse las consecuencias”, sentencia.

La Rocío té 30 anys i en fa gairebé dos es va esterilitzar

Rocío admite que más de una vez la han tratado de loca. Ella, en cambio, considera que su postura es completamente cuerda. Los datos lo demuestran, asegura. Hasta principio del siglo XIX la población mundial era de mil millones de personas. En apenas dos siglos, se ha multiplicado por ocho. Ahora ya somos más de 8.000 millones de habitantes y eso, sin duda, contribuye a la pérdida de biodiversidad, la contaminación, la deforestación, la escasez de agua y comida y, en definitiva, a la emergencia climática.

“¿Quién nos pagará las pensiones? ¿Y quién te cuidará cuando sea vieja?”, dice Rocío que le han preguntado en más de una ocasión. “Es muy triste que esos sean motivos para reproducirse”, opina. Ella considera que la inmigración puede compensar la reducción de la natalidad en los países occidentales, y la adopción es siempre una alternativa a engendrar un hijo. “No digo que todo el mundo tenga que pensar como yo, pero invito a la reflexión. Tener un hijo implica cosas a nivel individual, pero también colectivo”, concluye.

Anna Molas es antropóloga del grupo de investigación AFIN de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), que hace estudios sobre reproducción y cómo cambian las tendencias. Recientemente han empezado a analizar este fenómeno de mujeres que deciden no tener hijos para no contribuir a la emergencia climática. Es decir, Rocío no sería un bicho raro.

Molas no sabe precisar cuántas personas se habrían sumado a esta corriente de pensamiento, pero considera evidente que hay una “preocupación existencial”. “Son discursos que estarían relacionados con el neomaltusianismo, que parte de la base de que el crecimiento de la población no es sostenible con los recursos que tiene el planeta”, explica, en referencia a una corriente de pensamiento que nació a finales del siglo XIX. “Ahora ha resurgido con la mediatización del cambio climático”, argumenta.

Sin embargo, la antropóloga destaca que “no se trata de un problema de números y de bocas a alimentar, sino de un modelo de consumo”. “Estados Unidos tiene una natalidad baja y contamina diez veces más que India -pone como ejemplo-. También se puede plantear tener un hijo para contribuir al cambio y reducir la contaminación”.  

Audrey Garcia

Audrey García no lo tiene tan claro: “Aunque eduques a tus hijos con los mejores valores, en la adolescencia siempre hacen lo contrario a lo que dicen los padres y tal vez creo una cadena enorme de carnívoros”. Ella es vegana y también se ha sumado a la corriente de mujeres que no quieren tener hijos para no contribuir a la emergencia climática. Sin embargo, su reivindicación va más allá. “Se trata de una rebelión política. No quiero tener hijos para que trabajen en este mundo capitalista horrible”, afirma. Es comunicadora cultural, vive en Barcelona, tiene 44 años y hace nueve se esterilizó aunque, destaca, le encantan los niños.

Cuando fue a la sanidad pública para pedir que la esterilizaran, se preparó una historia para explicar en caso de que le pusieran trabas. “Tenía previsto decir al ginecólogo que había sido madre muy joven y que tenía dos hijos adolescentes”, declara. Pero no hizo falta. La operaron sin problemas. En cambio Rocío asegura que ella tuvo que insistir mucho para conseguirlo y que durante años le dieron largas.

Rosana Victoria Moya Minuesa

Rosana Victoria Moya Minuesa asegura que lo suyo también ha sido una carrera de obstáculos para que la esterilicen en la sanidad pública. El jueves pasado consiguió por fin la aprobación definitiva. Tiene 34 años, vive en el pueblo valenciano de Alaquàs, ahora está en paro y busca trabajo como técnica de control de plagas. También se ha sumado a la corriente de no tener hijos para “hacerle un favor al planeta”. “De esta manera contaminaré menos y no traeré al mundo a más criaturas que cuando sean adultas serán víctimas de los trastornos que causa una sociedad individualista y un sistema capitalista”, son sus argumentos.

El presidente de la Sociedad Catalana de Contracepción, Josep Perelló, aclara que no hay ningún protocolo en la sanidad pública catalana que limite el acceso a la esterilización ovárica. “Algunos centros ponen restricciones a chicas jóvenes, porque se ha comprobado que hay una posibilidad de arrepentimiento”, declara. Según dice, ellos no han notado un aumento de peticiones de esterilización durante los últimos años.

Feminismo

La filósofa y profesora de la UAB Marta Tafalla declara que esta nueva corriente de pensamiento está vinculada al feminismo. “Hay una relación entre patriarcado y tener muchos hijos. Las mujeres que pueden estudiar, trabajar fuera de casa y tener acceso a métodos anticonceptivos, tienen menos hijos”, afirma. “En la Edad Media ya ocurrió que en momentos de guerras y muchas pobreza, las mujeres tenían menos hijos”, añade. Es decir, no sería algo nuevo.

Uno de los autores de referencia sobre la necesidad de poner freno a la población humana es el filósofo surafricano David Benatar. También hay múltiples páginas en internet al respecto.Por ejemplo, Population Matters (la población importa) o The Birth Strike Movement (el movimiento de huelga de nacimientos).

¿Y si en vez de disminuir la población humana redujéramos la de animales? “Un estudio de 2018 pone en evidencia que estamos eliminando la fauna salvaje para tener más animales de ganadería. Es un problema”, contesta Tafalla. Y eso también sería consecuencia de que somos demasiados habitantes en este planeta.

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