Orbán abandona el Partido Popular en la Eurocámara para evitar la expulsión

La rotura deja a los conservadores europeos con 12 escaños menos en el Parlamento Europeo

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El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, este diciembre en Bruselas.

El grupo político más grande de la Eurocámara, el del Partido Popular Europeo, ha partido peras definitivamente con el partido del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. La relación arrastra años de deterioro desde que Orbán agravó la deriva autoritaria y un flirteo con el euroescepticismo que algunos de los integrantes de esta familia ven desde hace tiempo insostenible. Hace dos años, justo antes de las elecciones europeas, los conservadores suspendieron al Fidesz de voz y voto y, desde entonces, el debate sobre la expulsión definitiva se había mantenido latente, pero el miedo de algunos a azuzar el fuego de la ultraderecha más antieuropeista y debilitar todavía más la hegemonía de los populares en Europa los mantenía colgando de un hilo que ha acabado de romperse este miércoles, cuando el grupo popular de la Eurocámara ha forzado la marcha de los de Orbán con un cambio de sus normas internas que facilitaban la expulsión. Orbán ha decidido marcharse antes de que lo expulsaran.

Implica una ruptura en la Eurocámara y es casi el último paso antes de que se produzca el divorcio definitivo, porque, de momento, los doce eurodiputados del Fidesz dejan de formar parte del grupo parlamentario popular y previsiblemente buscarán integrarse en algún otro grupo, como por ejemplo el de los Conservadores y Reformistas, fundado a raíz de otra escisión del PP, la de los tories británicos de David Cameron, donde ahora está Vox y también los ultraconservadores polacos del PiS. De momento, sin embargo, el Fidesz todavía es parte integrante del Partido Popular Europeo como familia política fuera de la Eurocámara, aunque parece difícil que esta relación tenga mucho más recorrido, teniendo en cuenta que el actual líder de esta familia europea, el ex presidente del Consejo Europeo Donald Tusk, se ha pronunciado varias veces en favor de la expulsión de Fidesz.

La rotura ha sido este miércoles porque los eurodiputados populares, encabezados por el alemán Manfred Weber, han votado por una amplia mayoría (148 votos a favor, 28 en contra y 4 abstenciones) una modificación de su reglamento interno que en último término permitía acelerar la suspensión de una delegación entera. Orbán ya amenazó el pasado domingo con marcharse si esta reforma salía adelante, y así lo ha hecho. En una misiva dirigida a Weber, presidente del grupo en la Eurocámara, Orbán comunicaba inmediatamente "su renuncia a la membresía del grupo del Partido Popular Europeo" de la siguiente manera: "Con centenares de miles de europeos en el hospital y los médicos atareados en salvar sus vidas, es muy decepcionante ver que el grupo popular está paralizado por sus asuntos administrativos internos y que intenta silenciar a nuestros eurodiputados democráticamente escogidos". La misiva denuncia que el cambio de normativa es un "movimiento hostil contra el Fidesz y sus votantes".

La trascendencia política de esta rotura va más allá del reparto de asientos en la Eurocámara. La convivencia dentro de la familia conservadora de voces centristas con el ultraconservadurismo de Orbán es una apuesta con sello merkeliano que prioriza una mayor transversalidad democristiana que apuntale la hegemonía conservadora en Europa y en último término disuelva estos discursos dentro del consenso de la familia popular. Pero Orbán lo ha puesto cada vez más difícil, con ataques directos contra las instituciones europeas y sus gobernantes (también de su familia política), vulnerando los principios del estado de derecho en la Unión Europea, amenazando con vetar los fondos de recuperación por la pandemia e, incluso, descarrilándose de la estrategia de vacunación europea mientras estrecha vínculos con Rusia y la China.

Y si bien la delegación alemana tiene un gran peso dentro de la familia democristiana (también el PP de Pablo Casado apuesta por esta vía), algunas voces como los nórdicos o el mismo Tusk no estaban dispuestos a aceptar estos constantes desafíos y cuestionan que se alineen con los principios de una familia conservadora que se considera eje del proyecto europeo. De aquí que se haya votado a favor de la enmienda de la regulación por gran mayoría a pesar de saber que podía implicar la marcha del partido de Orbán. Los populares europeos se encuentran ahora a la fuerza ante la necesidad de gestionar la orbanización de otros miembros, sobre todo en el este de Europa, donde el primer ministro esloveno, Janez Jansa, también se ha alineado en varias ocasiones con Orbán y el populismo trumpista a pesar de ser miembro democristiano.

En la Eurocámara, el Fidesz podría quedarse en el grupo de los no inscritos, pero lo más previsible es que negocie su incorporación a otro grupo parlamentario. Según Efe, la delegación polaca de los conservadores y reformistas ya ha tenido contactos con los de Orbán. Si acabaran en este grupo, sería la segunda vez que una escisión de los populares engorda el grupo euroescéptico que, de hecho, se formó por la marcha de los tories británicos previa al Brexit. La otra opción podría ser Identidad y Democracia (ID), donde está La Lega italiana, Alternativa para Alemania o la Agrupación Nacional de Le Pen. Con la marcha del Fidesz, los populares pasan de 187 a 175 eurodiputados y, si se sumaran a los Conservadores y Reformistas, estos pasarían de 62 a 74 y superarían por un escaño a los Verdes.

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