Damasco era una fiesta

El enviado especial del ARA a Siria narra a pie de calle el primer viernes sagrado desde la caída de la dictadura

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Francesc Millan, enviado especial del ARA a Damasco, relata en primera persona la euforia que se vive en la nueva Siria post Al Assad. Hoy es viernes, un día sagrado para los musulmanes, y la celebración es máxima en la mezquita de los Omeyas. Es el primer viernes después de más de 50 años de una dictadura sanguinaria, y las calles hierven. Los milicianos rebeldes, que tomaron el control de la capital en un ofensiva relámpago sorprendente, son tratados como héroes.

A pesar de la esperanza de un nuevo régimen ante la caída de Bashar Al Assad, los sirios se enfrentan a un futuro incierto. Buscan a familiares desaparecidos, vuelven a casa del exilio y se intentan recuperar de décadas de violencia. También intentan interpretar las intenciones del nuevo gobierno, liderado por los rebeldes de Hayat Tahrir al-Sham, vinculados a Al Qaeda. Los yihadistas se abren al mundo -ya los periodistas-, y han reiterado que trabajarán por una Siria en paz, más segura y más conciliadora. Pero algunos no se fían y temen que quieran implantar un ejecutivo represivo con las minorías.

Desde Damasco, el jefe de Internacional del ARA explica a pie de calle cómo viven los sirios el fin del horror de la dictadura y la transición a un nuevo gobierno, todo mientras Israel aprovecha el caos para ocupar territorio sirio y bombardear las afueras de la capital.

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