BarcelonaAlgunos analistas israelíes creen que Benjamin Netanyahu convocará elecciones tres o cuatro meses después del fin de la guerra en Líbano y en la Franja de Gaza. Evidentemente, lo hará cuando esté seguro de que tiene posibilidades de ganar en las urnas, lo que será necesariamente algunos meses después de que Donald Trump haya entrado en la Casa Blanca el 20 de enero.
De momento, Trump está formando su equipo, y puede decirse que los personajes que está designando forman un auténtico dream team desde el punto de vista de Netanyahu, es decir, gente que defiende lo que defienden los sectores más radicales en Israel. Si durante la campaña israelí Trump le hace alguna concesión adicional, sería muy fácil que Netanyahu ganara las elecciones con el apoyo de los partidos ultranacionalistas y ultrarreligiosos.
Durante los últimos meses, Trump ha repetido que cuando entre en la Casa Blanca acabará con las guerras, incluida la de Gaza, y también la del Líbano, y eso no ha pasado desapercibido en Netanyahu. El primer ministro parece querer adelantarse al Líbano para no toparse con un Trump que puede tener un comportamiento un punto imprevisible.
Por otra parte, el interés real de Netanyahu no está en Líbano sino en la Franja de Gaza. La situación en Líbano es complicada porque probablemente Hezbollah volverá a armarse tras la retirada israelí, lo que representa un problema, que no es existencial, pero que molesta a las poblaciones cercanas a la frontera. Los alcaldes y otros responsables de estas poblaciones fronterizas han criticado duramente el acuerdo de Netanyahu con Líbano, es decir con Hezbolá. Es cierto que la organización chií ha salido maltrecha del conflicto, pero puede seguir molestando a Israel en el futuro, en función de sus intereses o de los intereses de Irán.
Las autoridades locales del norte de Israel no quieren ningún alto el fuego, sino que el ejército siga golpeando a Hezbollah hasta acabar definitivamente con la organización, algo que Netanyahu sabe que no es posible mientras en Teherán mande el actual régimen. Esto significa que lo más realista para Netanyahu es lograr una tregua que dure algunos años aunque no acabe con Hezbollah.
Una jugada táctica
La jugada es, por tanto, táctica. Para Netanyahu lo importante es ganar puntos de cara a las próximas elecciones y sobre todo maniobrar con la nueva administración de Washington para conseguir objetivos que Israel aspira a conseguir, como la normalización con más países árabes o el incremento de la presión política, económica y militar sobre Irán.
¿Es posible que el acuerdo que se ha negociado en las últimas semanas se respete? Es muy difícil que ocurra. Miremos la resolución 1701 del Consejo de Seguridad del año 2006, al terminar la segunda guerra del Líbano: ninguna de las partes en conflicto la ha respetado desde el minuto 1. Es por eso que Netanyahu ha metido ahora en medio del nuevo acuerdo Estados Unidos de Donald Trump como garante.
Si se obtiene una paz transitoria durante algunos años, Netanyahu habrá conseguido el objetivo de eliminar provisionalmente un problema, digan lo que digan los alcaldes del norte. Pero en todo caso deberemos esperar a ver qué ocurre con el nuevo acuerdo, porque es muy difícil pensar que las fuerzas de Hezbollah se replegarán por encima del río Litani y se quedarán quietas en los barrios del sur de Beirut. De la misma forma que no se respetó la resolución 1701, este acuerdo también está en suspenso.