Netanyahu, un coche sin frenos después de la elección de Trump
El primer ministro israelí espera aún más apoyo de la administración republicana
Enviada especial a JerusalénEn una calle céntrica de Jerusalén una gran pancarta publicitaria celebraba este miércoles la elección de Donald Trump en la Casa Blanca: "Congratulations Trump. ¡Make Israel Great!". El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, fue uno de los primeros líderes mundiales en felicitar al republicano. Era un momento que esperaba desde hacía tiempo. Con Biden en la Casa Blanca, Estados Unidos no ha dejado de rellenar los arsenales israelíes por las guerras de Gaza y Líbano, pero al menos en el discurso, Washington pedía contención. Ahora Netanyahu confía en que con Trump tendrá luz verde sin peros.
El analista israelí Yehuda Shaul lo explica gráficamente en una conversación con el ARA. "Netanyahu y sus socios de ultraderecha han ganado la lotería de las elecciones americanas y ahora tendrán carta blanca para avanzar en su agenda de anexión de los territorios ocupados: más nuevas colonias, más apropiación de tierras, más expulsión de palestinos".
Al proclamarse vencedor al término de la noche electoral, Trump prometió "acabar con las guerras", en su línea aislacionista y contraria a gastar demasiado dinero de los contribuyentes estadounidenses en la defensa de sus aliados en el mundo. Pero con un Netanyahu reforzado –sin contrapesos internacionales ni domésticos después de haber cesado su díscolo ministro de Defensa– y con un hombre en la Casa Blanca abiertamente racista y que no parece nada interesado en hacer respetar el derecho internacional humanitario, lo más probable es que las guerras no sólo no se detendrán, sino que se intensificarán y la deriva a extremista de 'Israel también.
El primer mandato de Trump da suficientes pistas de su visión proisraelí: de forma ilegal el presidente reconoció a Jerusalén como capital de Israel, trasladó allí la embajada estadounidense y avaló también la soberanía de Israel en los Altos del Golán, el territorio sirio ocupado desde la guerra de 1967. El republicano también fue el impulsor de los llamados Acuerdos de Abraham, por los que los Emiratos Árabes, Bahréin y más tarde Sudán y Marruecos reconocieron el estado de Israel, descuidando a los palestinos. Y, como le reclamaba Netanyahu, Trump desgarró el acuerdo nuclear que había firmado su predecesor, Barack Obama.
Fue una decisión que, lejos de dar mayor seguridad a Israel, ha llevado a Irán a las puertas de la guerra con Israel, cuando Teherán parece más cerca que nunca de poder fabricar bombas atómicas. Biden no revirtió ninguna de las tres cosas y se limitó, tras los ataques palestinos del 7 de octubre, a hablar de la necesidad de un estado palestino junto a Israel, mientras Netanyahu ordenaba allanar a Gaza y sus ministros ultras instigaban a acelerar la colonización de Cisjordania.
En los próximos meses sabremos si el segundo mandato de Trump es aún más extremista y cómo se plantea abordar la región, que pasa por el momento más crítico en décadas. Al fin y al cabo, Trump es un magnate que se ha mostrado más pragmático que ideológico. Y mucho más preocupado por la rivalidad comercial con China que por Oriente Próximo. Su relación con Netanyahu ha tenido altibajos: en el 2020 Trump se enfureció cuando el israelí felicitó a Biden por una victoria electoral que el republicano considera que le fue robada.
El rol de Arabia Saudita
Quizá Trump quiera aplicar las mismas recetas del primer mandato o incluso endurecerlas, pero Oriente Próximo de 2024 no es el de 2016. El analista palestino Xavier Abu Zeid, alerta de que en el futuro "será clave el papel de 'Arabia Saudí', que era la joya de la corona de los Acuerdos de Abraham: el reconocimiento mutuo de los dos grandes aliados de Estados Unidos en la región, los israelíes y los saudíes. Pero la reconciliación saltó por los aires con el ataque palestino del 7 de octubre y la reacción de Tel-Aviv con el genocidio de Gaza: difícilmente Riad aceptará.
Y además ahora los países del Golfo miran también a China como una alternativa a Estados Unidos. Zeid añade otro factor: qué cálculos domésticos hará ahora Trump, sabiendo que la mayoría de los judíos estadounidenses no le han votado, y que domina sin trabas la Casa Blanca, el Senado, la Cámara de Representantes y el Tribunal Supremo. Por eso, concluye el palestino, "la posibilidad de que Israel pueda anexionarse ahora a una parte de Cisjordania, o toda, es muy clara". También que se hagan realidad los planes que Israel tiene sobre la mesa de recolonización de Gaza o colonizar el sur del Líbano, donde las tropas israelíes han destruido ya una cuarentena de localidades y donde se proponen realizar una "zona de seguridad".
Y mientras, en Gaza no han parado ni un segundo los bombardeos indiscriminados de Israel contra la población civil, que tampoco confiaba en que Harris actuara de manera diferente a lo que ha hecho Biden durante el último año. El periodista palestino Rami Alshrafi lo deja claro en una conversación telefónica desde la ciudad de Gaza: "La gente aquí nunca puso ninguna esperanza ni en la candidata demócrata ni en el republicano, porque no han visto nada positivo en las políticas de jefe" de ambas administraciones, que han sido totalmente sesgadas a favor de Israel, con todo el apoyo militar, político y diplomático". Augura que con Trump "se acabará el maquillaje y el imperialismo estadounidense presentará su cara más salvaje". Lo que ha podido palpar en las calles de Gaza es más bien indiferencia hacia las elecciones estadounidenses: "Aquí la gente sólo espera que alguien detenga la guerra de exterminio que Israel está cometiendo contra los palestinos desde hace catorce meses. Que el vertido de sangre acabe de una vez".