Internacional

El régimen de Irán evita dar datos de participación en las primeras elecciones después de las protestas

Los comicios ponen a prueba la legitimidad del régimen en medio de llamamientos al boicot de la oposición

Sarina Esmailzadeh
4 min
Un colegio electoral en Teherán.

BarcelonaIrán ha celebrado este viernes elecciones legislativas en un momento crítico para el régimen, que afronta una desafección generalizada y una crisis de legitimidad cada vez más profunda. Los comicios que elegirán también a la Asamblea de Expertos, el organismo que escoge al líder supremo, la figura más poderosa del país y el jefe de sus fuerzas armadas. Los colegios debían cerrar a las seis de la tarde hora local, pero las autoridades alargaron las elecciones otras dos horas, aunque no se vieron aglomeraciones. El ministerio del Interior ha prohibido difundir datos de participación, que son la clave para la legitimación del sistema.

En medio de llamamientos de boicot y con la previsión de una baja participación, el panorama político de Irán está lleno de tensión e incertidumbre. Son las primeras elecciones desde las protestas por el asesinato de la joven Mahsa Gina Amini a manos de la policía de la moral por no llevar el velo de acuerdo con las rigurosas normas de la República Islámica.

Las últimas encuestas indican que sólo el 34% los electores piensan acudir a las urnas, un porcentaje que entre los jóvenes menores de 29 años cae hasta el 19%. Este desinterés subraya un abismo creciente entre el gobierno iraní y sus ciudadanos, sobre todo la generación más joven. Las razones de esa apatía electoral son múltiples. Una parte importante de la población expresa una profunda falta de confianza tanto en los candidatos como en el gobierno, junto con la creencia de que sus votos no pueden traducirse en ningún cambio significativo. Este sentimiento se ve agravado por la insatisfacción con la administración del presidente Ebrahim Raisi, con un 65% de desaprobación por la mala gestión económica, la corrupción y las políticas sociales restrictivas del régimen.

En el corazón de la crisis está la legitimación del régimen de los ayatolás. Durante décadas, el establishment clerical de Irán ha visto la participación electoral como un sello distintivo de su legitimidad. Ahora el resentimiento con la cúpula y el recuerdo de la brutal represión de las protestas del 2022, el régimen lo tiene complicado para convencer a la población de la validez del proceso electoral.

Candidatos descalificados

El proceso electoral también ha estado marcado por la descalificación de muchos candidatos reformistas y moderados, una medida que ha reducido el espectro político y ha intensificado las acusaciones de "ingeniería" o de show electoral. Personalidades destacadas, como el activista de derechos humanos encarcelado Narges Mohammadi y disidentes políticos, pidieron el boicot a las urnas y calificaron la participación en las elecciones bajo el actual régimen de traición a causa de la democracia y la justicia. El silenciamiento de las voces favorables a una reforma política ha llevado a un dominio más duro en todas las ramas del gobierno, agravando aún más la desconfianza y apatía del público respecto al proceso electoral.

El líder supremo Ali Jamenei y otros funcionarios han hecho un llamamiento al voto y han enmarcado la participación como un deber patriótico. Son llamadas que se reciben con escepticismo e incluso un rechazo total entre grandes segmentos de la población.

El líder supremo, Alí ​​Jamenei, ha votado esta mañana.

Otro factor de tensión es la avanzada edad del líder supremo, Ali Jamenei. En la campaña, dos candidatos han hecho declaraciones que sugieren que Jamenei no quiere que su hijo, Mojtaba, le suceda, un relevo que ya parece listo. El clérigo Mahmoud Mohammadi Araghi, aliado de Jamenei y miembro de la Asamblea, y Mostafá Pourmohammadi, que recibió en el último momento la autorización para presentarse, aseguraron que Jamenei no quiere una sucesión hereditaria. Un discurso que solo pretende convencer a los iraníes de que el relevo todavía no está decidido y que vale la pena ir a votar. El debate se intensifica por el papel clave de la Asamblea en la elección del próximo líder y las señales contradictorias sobre los posibles sucesores, que reflejan la tensión y la incertidumbre en torno al futuro político y la planificación de la sucesión.

Estas elecciones son una prueba de fuego para la credibilidad del régimen y la confianza pública en el proceso electoral. Irán todavía arrastra graves problemas económicos, las restricciones sociales y las consecuencias de las protestas del 2022. La baja proyección de participación es un contundente recordatorio de los retos a los que se enfrenta el liderazgo de Irán. Con las elecciones encima, la pregunta sigue siendo: ¿el régimen puede salvar el abismo cada vez mayor con sus ciudadanos o las urnas profundizarán la crisis de legitimidad a la que se enfrenta el establishment clerical de Irán? La respuesta a esta pregunta tendrá profundas implicaciones no sólo para la política interna de Irán, sino también para su posición en el escenario mundial.

El resultado de estas elecciones y la respuesta del público a las llamadas del régimen, sin duda, marcarán el panorama político de Irán en los próximos años, lo que podría indicar un cambio en el equilibrio de poder o consolidar el 'statu quo. Con la comunidad internacional observando de cerca, estas elecciones ponen a prueba la estabilidad política de Irán y la resistencia del establishment gobernante en medio de las crecientes presiones internas y externas.

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