Pueblos abandonados y destrucción: el sur del Líbano, castigado por la guerra

La población civil es la más afectada por las hostilidades entre Israel y Hezbolá

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Los destrozos después de un ataque Israelí a Al Kfour, en el sur de Líbano, este sábado

Sur del LíbanoImágenes de aldeas despobladas y destrucción se repiten a ambos lados de la frontera entre Israel y Líbano. Desplazarse entre estas localidades es arriesgado, por lo que nos acompaña una patrulla de cascos azules de la ONU. El sur del Líbano está paralizado por las hostilidades fronterizas, y el acceso a la atención médica y otros servicios es cada vez más difícil. A pesar de estas limitaciones, en el hospital público de Bint Jbeil, el doctor Ali Karout, con un equipo reducido, se prepara para recibir urgencias en caso de nuevos ataques.

En la entrada del edificio de urgencias está, sentado en bancos, el poco personal sanitario que queda. Tomar café y fumar un cigarrillo es lo único que pueden hacer para matar el tiempo; no hay pacientes. Hasta que una fuerte explosión interrumpe las conversaciones. Nadie se altera. "No te preocupes, es sólo otra bomba sónica israelí", comenta Marian El Khory, enfermera del hospital. Cada día aviones israelíes que vuelan a poca altitud rompen la barrera del sonido, provocando una fuerte explosión, parecida al estallido de una bomba.

Ninguno de los miembros del equipo sanitario vive en Bint Jbeil. Cada día Marian debe venir desde Nabatieh, unos 10 kilómetros hacia el interior, para trabajar en el hospital, pese al peligro de un bombardeo israelí. “La situación es muy difícil aquí. Hay muchos menos pacientes y personal de salud, porque muchos se han ido por la guerra”, explica. Los pasillos vacíos, bastantes camas sin ocupar y las ventanas rotas por los bombardeos son un reflejo de las dificultades que afronta este hospital público a pocos kilómetros de la línea del frente.

“Estamos haciendo esfuerzos extra para seguir garantizando la atención médica de urgencia”, exclama el doctor Karout, que reconoce que el mayor reto es garantizar la seguridad de los pacientes. "En caso de que haya enfrentamientos más importantes o se intensifiquen los bombardeos, será más difícil entrar y salir del hospital y trasladar a los pacientes a otras áreas más seguras", advierte el médico. Los ataques israelíes en Bint Jbeil han obligado a muchos de los habitantes a marchar hacia zonas más seguras, pero no es el caso de Khalil Bazzi.

Los campos de árboles frutales y olivos, junto con su casa, es todo lo que tiene. Este agricultor octogenario dedica los días a cultivar y cuidar a los animales y las abejas que tiene en la finca. Su casa ahora está vacía; los hijos y los nietos se han ido a zonas más seguras. Khalid Bazzi reconoce que nunca ha salido de Bint Jbeil. “Mi relación con la tierra es lo que aquí me mantiene. Trabajo desde que tengo cinco años. Mis hijos insisten en que me vaya con ellos, que no es seguro estar aquí durante las noches”, explica. Pero a él no le quitan el sueño ni el zumbido de los aviones ni los drones. Eso sí, no puede dormir si antes no ha regado los árboles o no ha dado de comer a la ternera. “Pase lo que pase, no puedo irme”, insiste, mientras toma un té de plantas de su huerto en el porche de casa.

Los enfrentamientos fronterizos, que se repiten a diario desde octubre, han causado un fuerte impacto en el día a día de los vecinos de los pueblos. De camino hacia la localidad de Shebaa, a pocos kilómetros de la frontera con Israel, desde el vehículo blindado de la ONU se ven campos de cultivo, olivos y rebaños que son los medios de subsistencia de estas villas cada vez más vacías.

Vivir bajo los bombardeos

Mohamed Sahara levanta la vista hacia las montañas de Shebaa para ver si hay aviones israelíes sobrevolando. De eso dependerá si puede sacar a apacentar su rebaño. “Según cómo esté la situación, a veces vengo un par de horas. Siempre me toca cambiar de ruta, desviarme unos cinco o seis kilómetros de la granja hasta encontrar una zona más segura para que los animales puedan apacentar tranquilamente”, explica este pastor, que dice que las ovejas "están nerviosas"; la situación "les afecta a la piel y en la producción de leche".

Gana poco dinero y las vacunas y la medicación para los animales son caros, pero ahora recibe ayuda de los equipos veterinarios de las fuerzas de paz de la ONU. "Nos hemos acercado a colaborar con ellos para que no tengan que abandonar sus casas, granjas y campos", explica el teniente coronel José Insarri Antón, portavoz de las tropas españolas de la base Miguel de Cervantes, que nos acompaña en la visita.

Los civiles se están llevando la peor parte de esta escalada militar entre Hezbollah e Israel. Los ataques israelíes han destruido unas 2.000 viviendas y han dañado a otras 15.000, además de forzar a 100.000 personas a abandonar su casa por la violencia.

Los padres de Mohamed Hamdan murieron bajo los escombros de su casa, bombardeada por las fuerzas israelíes el 29 de febrero. Después de 15 años de vivir en el extranjero, Mohamed decidió regresar hace unos meses con su familia a su pueblo natal, Kafra; quería estar cerca de los padres, que se habían hecho mayores. Ahora intenta superar su pérdida con el cariño que le dan sus hijas.

“Cuando vives en el extranjero siempre añoras el lugar donde creciste, y tienes ganas de volver, y más si tus padres están solos. Adaptarme con las niñas y mi esposa aquí no fue fácil. Pero mis padres estaban siempre con ellas; iban a jugar a su casa –recuerda–. Ahora, el recuerdo que tendrán de casa de sus abuelos es una montaña de escombros; los olivos que mi padre había plantado están regados con su sangre. Ya nunca podré abandonar esta tierra”, sentencia Mohamed. Una vieja alfombra que rescató de entre los escombros de la casa destruida es todo lo que le queda de su padre.

Como miles de libaneses, Mohamed y su familia han tenido que adaptarse a la nueva cotidianidad de la violencia que vuelve a vivir el sur del Líbano. Testimonio de la guerra del 2006, y ahora del conflicto actual, sólo espera un futuro para sus hijas en las que la guerra no se repita.

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