Oriente Próximo

Un verano sin luz y con los grifos secos

Los libaneses tienen que pagar precios desorbitados por la poca agua y electricidad disponibles

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Una protesta ante la sede del Banco Centrald el Líbano por la crisis económica, la semana pasada.

BeirutLa imagen habitual del verano son las terrazas de los bares llenas cuando baja el calor, con las calles iluminadas, pero en el Líbano esto es la excepción. La profunda crisis energética que ha dejado el país prácticamente sin electricidad las 24 horas del día obliga a los libaneses a tener que confiar en los costosos generadores privados para poder tener luz en su casa y los negocios de hostelería a tener que recortar sus horas de apertura porque desde el momento que se hace oscuro no hay luz en las calles.

Cansados de tener que andar a oscuras, los vecinos de los barrios céntricos y de ocio de Mar Mikhael y Gemayseh han ideado una iniciativa, impulsada por la asociación Rebirth Beirut, por la cual los que tienen generador privado en casa comparten su electricidad en un tendido de bombillas LED que cuelgan de los balcones para iluminar las calles durante la noche. "Esto es el corazón de Beirut, siempre lleno de locales de ocio y de gente. ¿Pero quien quiere andar a tientas para ir a un bar?", se queja Michel, propietario de un bar de copas de Gemayseh.

El negocio de la hostelería se ha visto afectado por la falta total de alumbrado en las calles, especialmente ahora que es temporada alta. Una ristra de lucecitas que se parece más a los farolillos que adornan las calles en las fiestas de barrio es la única opción que tienen los bares de copas para crear una atmósfera menos sórdida y animar a los clientes a salir hasta tarde. La "nueva iluminación" en las calles del centro también está contribuyendo a reducir la delincuencia, que está creciendo debido a la falta de alumbrado.

"Las calles están muy oscuras, da miedo andar. Hace un mes le robaron la bolsa a una vecina cuando volvía hacia casa. No podemos vivir así", lamenta Maurice, que vive en una calle próxima a la principal de Gemayseh, la único que está iluminado por las bombillas LED. "No podemos dejar que el centro de Beirut se hunda otra vez", dice al ARA Gaby Fernaine, presidente de Rebirth Beirut. Su asociación ha ayudado mucho a los barrios de Mar Mikhael y Gemayseh, que fueron los más castigados en la macroexplosión del puerto de Beirut en agosto de 2020, que puso fin a la vida de más de 210 personas y devastó media ciudad.

"Ahora empezábamos a recuperarnos un poco, pero con las calles oscuras nadie tiene ganas de salir por la noche, por eso decidimos ayudar a los comercios del barrio dándoles bombillas LED", explica. Rebirth Beirut quiere seguir con este proyecto ciudadano en diez barrios más de la capital libanesa, viendo la falta de compromiso del gobierno, que no ha tomado medidas para mantener el alumbrado de las calles. Fernaine, a través de su asociación, también está devolviendo la electricidad de los semáforos, que están apagados desde que empezó la crisis hace dos años, y ha instalado paneles solares en las principales intersecciones del centro de la ciudad.

El agua, escasa e impagable

Pero el servicio eléctrico no es el único que está moribundo en el Líbano. El verano también ha traído la sequía a los grifos de los libaneses. No hay agua. Las empresas privadas de camiones cisterna están haciendo el agosto llenando los tanques de agua de los edificios, puesto que las compañías estatales se han quedado prácticamente sin suministro. Cuando el 80% de la población vive bajo el umbral de la pobreza y el sueldo medio es de 600.000 libras libanesas (unos 390 euros), son pocos los que pueden gastar un millón de libras (unos 650 euros) a la semana para poder tener agua.

Pero una vez el tanque está lleno se necesita electricidad por bombear el agua y el Gobierno solo suministra un máximo de tres horas de electricidad al día. Así que, además de tener que pagar para poder tener agua en las casas, también se tiene que pagar el combustible de los generadores privados. "El agua potable no llega a nuestras casas por culpa del deterioro de las infraestructuras y la falta de planificación", lamenta Teresa Hussein, una libanesa de 45 años. "Nuestro gobierno nos ha obligado a vivir de este modo; tenemos que pagar extra por todo", se queja.

"En definitiva, el agua potable ya no es asequible", advierte Hicham Richani, expresidente del sindicato de compañías distribuidoras de agua. La profunda crisis económica que atraviesa el Líbano y la devaluación de la moneda local impiden que se mantengan las redes de suministro de agua, puesto que las compañías de servicios de agua ya no pueden pagar las piezas importadas que son esenciales para el mantenimiento. "La mala gestión del servicio ha llevado la situación a un punto crítico", denuncia Richani.

Ante la gran demanda de agua potable han proliferado las empresas de distribución de agua, pero no todas las compañías están registradas y ponen en riesgo la salud de los libaneses. "Hay empresas que la venden más barata, pero a veces no han pasado el control de calidad. Todo depende de la confianza entre el consumidor y la compañía del agua", insiste.

Los deficientes servicios públicos han convertido el agua y la electricidad en un bien al alcance de pocos. En los barrios donde muchas familias viven bajo el umbral de la pobreza, conseguir una ración de agua o tener luz es una batalla diaria.

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