París tiene un problema con Washington

La creación de la alianza AUKUS hace enfadar a Francia y tensa las anheladas relaciones con los EE.UU.

El presidente americar Joe Biden el presidente francés Emmanuel Macron
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BarcelonaCuando el 7 de noviembre del año pasado, después de cuatro días largos de recuento agónico, las urnas certificaron la victoria de Joe Biden en los Estados Unidos, Emmanuel Macron fue uno de los primeros mandatarios del mundo en felicitarlo. Primero a través de Twitter, después en una llamada telefónica. "Tenemos mucho trabajo por hacer para superar los retos de hoy en día. Trabajemos juntos", le dijo el mandatario francés. No era ningún secreto que en Europa, pero sobre todo en París, recibían con euforia la llegada del demócrata a la Casa Blanca después de los cuatro años imprevisibles y caóticos de Donald Trump. Los primeros mensajes de Biden, que prometía recuperar y reforzar la relación transatlántica, generaban optimismo en el Viejo Continente. Meses después, en junio, Biden y Macron quisieron escenificar su buena sintonía en la cumbre del G-7 en tierras británicas: abrazos, sonrisas, bromas y una reunión bilateral en la que se deshicieron, mutuamente, en elogios. "Es magnífico contar con un presidente de los Estados Unidos que forma parte de nuestro club", aseguraba el presidente francés.

La luna de miel entre los dos, sin embargo, parece que ha acabado. Al menos de momento. El anuncio del miércoles por la noche, hecho desde la Casa Blanca, de la creación de una alianza entre los Estados Unidos, el Reino Unido y Australia (AUKUS) para defender sus intereses en los mares que separan el Índico y el Pacífico ha sido un golpe duro para París.

En primer lugar, porque hay una razón económica de peso: el acuerdo permitirá al gobierno australiano desarrollar, con ayuda norteamericana y británica, sus propios submarinos de propulsión nuclear para patrullar la zona. Y esto significa que Canberra rompe el contrato que tenía cerrado con el gobierno francés para la compra de doce submarinos convencionales por valor de 56.000 millones de euros y que los medios de comunicación franceses calificaban de "contrato del siglo". "Es, hablando en plata, una puñalada por la espalda. Habíamos establecido con Australia una relación de confianza, y hoy esta confianza ha sido traicionada", decía, visiblemente enfadado, el ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian. Y, en segundo lugar, hay una gran herida política, y es aquí donde entra Washington.

Para París, esta alianza significa un insulto que toca de lleno su orgullo. Al fin y al cabo, son los Estados Unidos de Joe Biden los que han impulsado el acuerdo para frenar la expansión de China en unos mares que hace años que preocupan a la Casa Blanca. Y lo han hecho sin el conocimiento de Macron –tal como se asegura desde el Elíseo– y pasando por encima de los intereses franceses. Además, la maniobra de los tres países de habla inglesa también supone un desprecio geopolítico de cara a París, que lucha por mantener y reforzar su figura de potencia global con aspiraciones en todo el mundo, también en el Índico y el Pacífico. "Esta decisión unilateral, brutal e imprevisible, se parece mucho a lo que hacía el señor Trump. Y esto no se hace entre aliados", resumía el propio Le Drian.

Menos dependencia

La decisión de Emmanuel Macron, el viernes por la noche, de llamar a consultas a los embajadores de los Estados Unidos y de Australia evidencia que la crisis diplomática entre los dos países es relevante. Esta medida diplomática es habitual cuando un país quiere mostrar su malestar con otro, pero no lo es mucho –por no decir nada– que se haga entre aliados. De hecho, es la primera vez en la historia que Francia lo adopta ante Washington. A pesar de ser países históricamente amigos, su relación ha tenido altibajos a lo largo del siglo y, a pesar de que a París le cueste admitirlo, la posición de superioridad de los EE.UU. siempre ha generado un cierto recelo en el Elíseo.

Sea como sea, y a efectos más inmediatos, a Macron este episodio lo puede ayudar a dotar de más argumentos su tesis de que tanto Francia como la Unión Europea necesitan tener más autonomía militar y estratégica para dejar de depender de los norteamericanos. La retirada de las tropas de los EE.UU. de Afganistán ha vuelto a reavivar este debate eterno en Bruselas y ahora el presidente francés puede utilizar la creación de esta alianza para presionar todavía más a la UE, que tampoco fue informada previamente.

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