La presión para desconfinar el verano enciende la polémica del pasaporte de vacunación
La salud pública, la igualdad y la privacidad colisionan con la fatiga pandémica y las necesidades económicas en el debate para crear un certificado de inmunización
BruselasA medida que avanza la campaña de vacunación crecen las esperanzas de volver a la normalidad. Con la inmunización se espera recuperar la tranquilidad para abrazar a los seres queridos, volver al trabajo, al cine, a subir a un avión. Y mirándolo desde el bolsillo, se busca reiniciar unas economías en cuarentena. Expertos, autoridades y actores económicos buscan la manera más segura de pulsar el reset, y va ganando fuerza la idea de un pasaporte de vacunación. La medida, sin embargo, llega acompañada de varias polémicas que se intensifican cuanto más se acerca el verano. Con el buen tiempo se agrava no solo la presión del potente sector turístico, sino también la fatiga pandémica.
A principios de mes, Dinamarca y Suecia anunciaban que sacan adelante la creación de un pasaporte de vacunación que permita viajar a las personas vacunadas, pero también que les abre la puerta a participar en acontecimientos culturales o deportivos, por ejemplo. Desde el 21 de enero, Islandia reparte certificados digitales a las personas que han recibido la segunda dosis. També lo hace Israel, el ejemplo más citado en la velocidad de vacunación en todo el mundo. A mediados de enero, Grecia pedía por carta a la Comisión Europea que cree un pasaporte de vacunación europeo pensando especialmente en la temporada turística, una propuesta secundada por Chipre, España e Italia. La administración de Joe Biden en los Estados Unidos ya ha pedido que se estudie la medida y en el Reino Unido el debate también ha ganado fuerza esta semana.
A escala europea, está en marcha la creación de un certificado digital común de vacunación. Pero es un problema con múltiples aristas. Primero hay que distinguir entre un certificado médico y un pasaporte. No hay consenso europeo para crear un pasaporte, sino para un "certificado" médico, como remarca constantemente la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. "Un pasaporte de vacunación daría a su titular derechos como el de viajar o acceder a ciertas actividades (teatros, restaurantes, tiendas..) y se podría exigir en los controles fronterizos", apunta la investigadora del Institut Jacques Delors Isabelle Marchais.
Bruselas rechaza la idea del pasaporte por varias razones. De entrada, la libre circulación en el espacio Schengen. Un pasaporte de vacunación podría discriminar s las personas que todavía no han tenido acceso a la vacuna y romper el principio de igualdad. Por eso, Marchais explica que tendría que servir como "una alternativa sencilla para que los ciudadanos puedan continuar moviéndose en la UE, respetando las pruebas y las cuarentenas". Pero gobiernos como el alemán insisten en que hasta que no haya un porcentaje muy significativo de la población vacunada una medida como esta discriminaría a los ciudadanos que todavía no han tenido la opción de inmunizarse. El reto, pues, sería tanto legal como ético, porque más allá de la UE la discriminación se extiende a los países pobres, que están muy lejos de los ritmos de vacunación europeos.
También hay motivos científicos. El médico e investigador de la Universidad de Leicester Salvador Macip lo tiene claro: "Un pasaporte como carta blanca para hacer vida normal es un error. Las vacunas te protegen (y no con un 100% de efectividad) de las versiones más virulentas de la enfermedad pero no está garantizado que no sigas contagiando una vez vacunado". Este es el argumento que esgrimen Alemania o los Países Bajos para frenar las demandas encabezadas por Grecia. Además, las nuevas variantes del coronavirus todavía añaden más incertidumbre al nivel de inmunización que se conseguirá.
La ética y la salud versus la economía
Pero la presión de los agentes económicos y también social aumenta de cara a verano. La Asociación del Transporte Aéreo Internacional (IATA) ya ha desarrollado un pase de viaje digital que empezarán a probar Etihad Airways y Emirates. "Los pases podrían ser esenciales para reabrir la industria turística", decía en declaraciones al New York Times Zurab Pololikashvili, secretario general de la Organización Mundial del Turismo. Los intereses económicos, pues, chocan de nuevo con los científicos: "Es un error, la política de restricciones tiene que estar basada en criterios epidemiológicos y no en función de la época del año", lamenta Macip.
Desde esta perspectiva se entiende el interés de Grecia, España o Chipre en la creación de pasaportes, pero ¿por qué tienen tanta prisa Dinamarca o Suecia? Entran en juego las libertades individuales, con mucho peso en las sociedades nórdicas. Como recoge un artículo de The Lancet: "Las medidas de confinamiento coartan considerablemente la libertad de la gente. No es ético restringir las libertades si no hay un riesgo para otras personas". Macip no está nada de acuerdo: "No vivimos en islas, el problema es global, se tiene que pensar de manera global. No se puede pensar que como uno está vacunado ya está tranquilo. Hasta que no estemos todos vacunados, no podremos estar tranquilos".
Y la polémica no acaba aquí. La creación de certificados sanitarios viene acompañada del debate sobre la privacidad de los datos, sobre todo cuando se habla de opciones digitales, que al mismo tiempo excluyen a las personas que no tienen acceso a ello. Además, ¿qué pasa con los millones de personas que ya no tienen acceso a un pasaporte de viaje? El pasaporte digital podría convertirse en otro pretexto para cerrar puertas. Todas estas son las aristas de una iniciativa que, con todo, se ve como una de las claves para recuperar la vida normal.