Revuelta contra el último rey absoluto de África

La lucha por la democracia en el antiguo reino de Suazilandia pone en entredicho el futuro del déspota Mswati III

David Soler Crespo
3 min
El rey Mswati III (C) llega a la ceremonia anual de 'Umhlanga', o Reed Dance, a la residencia real de Swazi, en Mbabane, el 2 de septiembre. 2018.

MadridEl reino de Eswatini, antes Suazilandia y fronterizo con la República Sudafricana, es la última monarquía absoluta de África. Y desde hace unos días, el reino tambalea. El pasado lunes, el canal sudafricano SABC News anunciaba que el todopoderoso rey Mswati III había huido del país después del estallido violento de las protestas a favor de la democracia. Unas protestas que llevan en marcha desde el mes de mayo, y que se han intensificado en los últimos días a raíz de las sospechas de la población de la fuga de su monarca. Al día siguiente de la publicación de esta información, sin embargo, el gobierno lo desmintió, aunque desde entonces no se ha publicado ninguna imagen del rey y su paradero es, hoy por hoy, desconocido.

El rey Mswati III, de 53 años, vive en una realidad paralela a los 1,3 millones de sus súbditos: cobra un salario anual de 50 millones de dólares mientras que el 60% de la población vive en la pobreza, con menos de 1,90 dólares al día. El monarca controla el poder político –desde 1973 no hay partidos políticos y el país se rige por un sistema de gobierno por decreto– y también el económico –Mswati III tiene inversiones en las grandes empresas del país–. Contra estas compañías, de hecho, se dirigen los ataques de los manifestantes. En diferentes medios se han podido ver imágenes, en llamas, de la fábrica de bebidas de Eswatini Beverages, donde el rey tiene participaciones.

El rey de Eswatini con la reina de Inglaterra, en una imagen de 2018

Pero vamos al principio. Las manifestaciones estallaron después de la muerte, el 17 de mayo, del estudiante Thabani Nkomonye. Su cadáver no apareció hasta cinco días después y la policía argumentó que había perdido la vida en un accidente de tráfico. Las sospechas de la implicación policial en la muerte del joven azuzaron las protestas contra la represión, que se redimensionaron y todavía aumentó más el pasado lunes, después de que se prohibieran, por decreto, las peticiones al gobierno por parte de los parlamentarios. Tres diputados habían enviado una solicitud para poder elegir el primer ministro, designado en la actualidad por el rey. La demanda fue secundada por más cargos electos en 59 distritos del país. Ante el alud de peticiones, el gobierno las suspendió.

Y esta prohibición desató escenas de violencia en varias ciudades del territorio. Se han registrado cortes de carreteras y crema de propiedades. El gobierno ha respondido a los manifestantes con violencia e incluso ha desplegado el ejército. Al menos ha habido ocho muertos, a pesar de que la oposición habla de más de cuarenta. El gobierno, sin embargo, ha cerrado las conexiones en internet y la información es muy poco fluida. Además, ha decretado un toque de queda de las cinco de la tarde a las séis de la mañana. Aún así no ha impedido que continúen las protestas.

Un monarca malbaratador

Los ciudadanos del país conocen desde hace tiempo las excentricidades de Mswati III, que gobierna desde que cumplió 18 años, en 1986, y suele vestir con vestidos tradicionales. En 2018, celebró su 50 cumpleaños con un anuncio sorprendente: el país cambiaba de nombre. Harto de que en inglés se confundiera el nombre de Suazilandia con Suiza —Suazilandia y Switzerland, respectivamente—, el monarca dijo que pasarían a utilizar el nombre precolonial: Eswatini.

Para celebrar el bautizo, se regaló a él mismo un Airbus A340-300 con capacidad para 227 personas con el que viaja con sus 15 mujeres y 23 hijos. Para guardarlo mandó construir un hangar especial. En total, el juguete le costó unos 160 millones de euros. El año anterior ya había comprado 15 Rolls Royce y 80 BMWs para uso exclusivo de su familia, con un coste de 15 millones de dólares.

El triunfo del alzamiento popular dependerá también del papel de la comunidad internacional. El Reino Unido y los Estados Unidos ya han criticado la violencia policial, pero tiene especial relevancia la posición de Suráfrica. Eswatini depende casi exclusivamente del comercio con el país vecino, del que importa el 70% de los productos y dónde exporta el 65% de los suyos, principalmente azúcar de caña y productos forestales. Al gobierno sudafricano le preocupa que la continuación de las protestas provoque una crisis humanitaria con miles de personas atravesando la frontera hacia su país. De momento, Suráfrica tan solo ha pedido contención a las fuerzas de seguridad. Pero si persisten y aumenta la presión internacional podría caer el último monarca absolutista de África. Una noticia que esperan muchos jóvenes del país, que son mayoría: la edad mediana de Eswatini es de 20 años y más de un tercio de la población tiene menos de 15. Las perspectivas de un reducido crecimiento económico y el estancamiento de la reducción de la pobreza presentan un futuro poco esperanzador para ellos.

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