La gobernabilidad del Estado

¿Qué ocurre si Pedro Sánchez dimite?

Un debate de investidura con un nuevo candidato o convocar elecciones: las dos alternativas por las que podría optar el presidente español si se marcha

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Hemiciclo del congreso de los diputados.

BarcelonaPedro Sánchez ha abierto la puerta a dejar la presidencia del gobierno español por la investigación que se ha abierto contra su mujer. Podría someterse a una cuestión de confianza –que no requiere mayoría absoluta en el Congreso y podría superarse con sus socios–. Ahora bien, ¿qué pasa si da un paso al lado? El presidente español no puede ceder la presidencia a dedo, y sólo tiene dos alternativas posibles: que otro candidato se someta a un debate de investidura o convocar elecciones.

Si convocara elecciones, Sánchez no podría disolver las cortes hasta que hubiera pasado un año desde la última vez que lo hizo a raíz de las elecciones del 23 de julio. Por tanto, sería el 30 de mayo (cuando se publicó en el BOE), y desde entonces deben transcurrir 54 días hasta la celebración de las nuevas elecciones. En este caso, las elecciones se celebrarían de nuevo alrededor del 23 de julio, la misma fecha de los anteriores comicios. Durante ese tiempo el gobierno estaría en funciones y no podría legislar y la vicepresidenta primera asumiría las funciones del presidente.

En cambio, si Sánchez opta por evitar volver a pasar por las urnas, se seguiría el procedimiento habitual de cualquier investidura. El rey, tras consultar a los representantes de los grupos políticos con representación parlamentaria y por medio de la presidenta del Congreso, propondrá un candidato a la presidencia, que en este caso podría ser la actual vicepresidenta primera del gobierno español, que es María Jesús Montero , también ministra de Hacienda.

El precedente de Calvo-Sotelo

Hasta ahora, la mayoría de los presidentes han sido derrotados en las urnas, no se han presentado a la reelección o han sido destituidos a través de una moción de censura, como la que hizo Sánchez presidente y apartó a Mariano Rajoy en el 2018. Pero hay un caso diferente: Adolfo Suárez dimitió el 29 de enero de 1981, sin convocar elecciones, menos de dos años después de acceder al gobierno en su tercer mandato, por el ruido de sables que acabaría desembocando en el frustrado golpe de estado del 23-F.

Su renuncia abocó al Congreso a una nueva sesión de investidura, con Leopoldo Calvo-Sotelo como candidato, que se celebró el 20 de febrero. En la primera sesión no logró la mayoría absoluta, y en la segunda sesión, tres días después, en los que era necesaria una mayoría simple, los golpistas la abortaron. Finalmente Calvo-Sotelo fue investido, pese a que su gobierno duró poco más de un año y convocó elecciones anticipadas, que ganó al PSOE de Felipe González por mayoría absoluta.

Si ahora el nuevo candidato no lograra ser investido –necesitaría los votos de la izquierda y los independentistas catalanes y vascos–, la Constitución establece un plazo de dos meses durante los que se pueden proponer nuevos nombres. Si después de estos dos meses ningún candidato es investido, el rey disuelve las dos cámaras y volvería a haber nuevas elecciones.

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