25 años de Putin en el poder: las fragilidades del líder ruso

El presidente ruso, Vladimir Putin, responde a preguntas durante su conferencia anual con medios de comunicación nacionales e internacionales, centrada en cuestiones domésticas y de política internacional.
03/01/2025
3 min

Un patinete que los servicios secretos ucranianos hacen estallar en la puerta de casa del general Ígor Kirilov, y que lo fulmina, representa también un impacto en las defensas psicológicas de Vladimir Putin cuando se cumplen veinticinco años de su llegada al poder. Los enviados de Zelenski llegan muy lejos, incluso al domicilio del máximo especialista en armas químicas y biológicas. A los pocos días, una explosión en el Mediterráneo hunde el barco Ursa Mayor –una pieza clave de la logística militar rusa– cuando parece que iba hacia Siria para retirar material y equipos tras la caída de Bashar el Asad.

A Putin Siria se le fue de las manos, obligado a reducir armamento y hombres y desviarlos hacia Ucrania. A una guerra que debía ser tan corta, la ucraniana, que no quería llamarla "guerra" y llamaba "operación militar especial". Y que dura ya tres años. ¿Podrá Putin evitar a lo largo del 2025 que el nuevo régimen yihadista de Siria le tome las bases de Tartús y Khmeimim? Por si fuera poco, un vuelo regular de Azerbaiyán Airlines es abatido por error por un misil ruso. Putin persona se disculpa. Pero el daño ya está hecho, el descrédito se impone, y se suma a los otros dos momentos sangrientos capaces de generar incertidumbre e inquietud en el Kremlin y en núcleos de poder como el FSB. E incertidumbre e inseguridad, juntas, hacen más frágiles los regímenes autoritarios. Sobre todo si duran ya un cuarto de siglo.

Al Vladimir Putin que recibió la victoria electoral de Donald Trump como una antesala de su propia victoria los días se le están haciendo interminables: pendiente de lo que puede pasar en su espacio geopolítico y, a la vez, esperando que Trump entre en la Casa Blanca el 20 de enero. Esperando una "nueva normalidad" que le permita quedarse con un pedazo de Ucrania mientras la Unión Europea y la OTAN lo consienten y se arrugan.

Los sectores de la UE que veneran tanto a Putin como a Trump no han perdido el tiempo, y el primer ministro eslovaco, Robert Fico –con el húngaro Viktor Orbán en la sombra–, se ha ofrecido como anfitrión de una conferencia de paz para Ucrania que se realizaría en territorio de Eslovaquia. Una idea que ha gustado a Putin, mientras Fico dice que estaría muy satisfecho de que la paz se pactara en un país neutral como el suyo. ¿Neutral Eslovaquia? ¡Qué barra, Robert Fico! Cuando le conviene, se abstiene de decir que Eslovaquia pertenece a la UE ya la OTAN. A Fico le interesa por encima de todo que Rusia le garantice la llegada de gas. No sería extraño, pues, que pronto hubiera un encuentro entre Robert Fico y el general Keith Kellogg, representante especial de Trump para Ucrania y Rusia.

Un tablero de ajedrez en movimiento

El tablero de ajedrez se va moviendo. Y yo diría que quien tiene claras las jugadas es, además de Putin, el próximo primer ministro de facto de la Casa Blanca, Elon Musk, que habló en el 2022 en Twitter: Crimea vuelve a Rusia y el Donbás se reparte tras unas votaciones, sobre las que explica qué garantías tendrían. Musk piensa que ni hablar de Ucrania en la OTAN. ¿Neutralidad, pues? ¿Garantizada por fuerzas de interposición europeas, como sugiere Macron? ¿O con una zona desmilitarizada? Difícil de prever. Como también es difícil realizar cálculos sobre cómo reaccionaría Europa si el Kremlin decidiera desviar fuera de Ucrania sus conducciones de gas. La opinión pública europea está harta y cansada de la guerra y no lo esconde. Según una encuesta de la empresa británica YouGov, de media el 45% de la opinión pública de los grandes estados de la UE se decanta por terminar el conflicto haciendo concesiones territoriales en Rusia, y sólo alrededor del 26% estarían dispuestos a resistir.

Este panorama Vladímir Putin lo contempla con satisfacción, y con no poca inquietud a la hora de identificar los ángulos del régimen que hay que reforzar para perpetuarse más allá de los veinticinco años que ahora celebra. Rusia es un estado policial, que camina de lleno hacia una autocracia de aceras totalitarias, con una sociedad donde, en estos momentos, la minoría de gente con valores democráticos se pasa a escondidas el libro Patriota, donde el líder Aleksei Navalni explica su camino hacia la muerte: entre enero del 2021 y febrero del 2024 pasó 295 días, casi 10 meses, encerrado en celdas de castigo. Un asesinato perpetrado por las estructuras penitenciarias cumpliendo órdenes. Como también cumplían órdenes los que en febrero del 2015 abatieron a tiros al líder opositor liberal Boris Nemtsov frente al Kremlin. Y hace sólo unas horas, el 29 de diciembre, ha sido hallado muerto en la celda Andrei Kotov, que cumplía condena por haber organizado una agencia de viajes para las personas LGTBI. Putin ya ha dicho que Rusia es un estado heterosexual y sobre todo un espacio espiritual. El único capaz de sintonizar con Dios.

stats