A Donald Trump la guerra de Ucrania se le va de las manos cada dos por tres. Vladimir Putin no le hace el caso que quisiera, y tuvo que cancelar el ultimátum que le había dado a Zelenski para aceptar su plan de paz. Y mientras Europa ha respirado, aunque todavía le cuesta. Mis artículos "Europa se prepara para resistir" y "Europa no acaba de abrir los ojos-publicados en mayo y octubre, respectivamente-intentaban acercarse a la impotencia europea. El vuelo y luto. Europa como peor adversario de sí misma. Hasta que ahora, sí, parece que empieza a perder el miedo ya descubrir la oportunidad de autoobservarse, ya detectar que la disuasión no está reñida con la firmeza. de aceptar, a regañadientes, que el Kremlin se acabe llevando un trozo de soberanía ucraniana. Rusia –que debería estar terminado en otoño del 2026– y, también, la creación del llamado espacio Schengen militar, que permite a unidades de todos los ejércitos occidentales transitar por el bloque europeo. Sin embargo, algunas cuestiones con bastante peso estratégico todavía quedan pendientes.
Más de 190.000 millones de euros en activos rusos –que servirían para la reconstrucción de Ucrania– siguen congelados en bancos de la UE porque nadie da la orden de confiscarlos. Las amenazas rusas afectan sobre todo a Bélgica, porque la mayoría de los activos duermen en bancos de Bruselas. El dinero no se mueve, pese a las presiones de la Comisión Europea.
Una OTAN sin Estados Unidos
Más millones, todavía. ¿Cómo se implementará la resolución de marzo de 2025 del Consejo Europeo que destina 800.000 millones de euros a la defensa de Europa? ¿Qué gradualidad está prevista? No se habla de ello. Ni se aclara si existe alguna relación entre esta millonada y la que exige Trump a los miembros de la OTAN –el 5% del PIB en cada uno–. Llegados a este punto es necesario recordar la información difundida por el Financial Times en la primavera de 2025 según la cual la UE se plantea prescindir de la presencia de Estados Unidos en la OTAN.
El impulso a esta idea –que se consumaría entre cinco y diez años, un largo período– vendría del Reino Unido, Francia, Alemania y los países escandinavos, el núcleo duro de la Coalición de Voluntarios, que reúne a la treintena de países que formarían parte de las unidades de interposición para defender a Ucrania. En este hipotético escenario, Trump sobra, porque Europa tiene cada vez más claro que hay que evitar que Washington empuje a una Ucrania debilitada a aceptar el máximo de exigencias rusas. Todo ello, con sectores de la OTAN que plantean –no se sabe con qué fuerza– preventivo contra Rusia como respuesta a sus ataques híbridos.
Y mientras tanto no perdemos de vista lo que hace y puede hacer Putin. Difícilmente se quedará con toda Ucrania, que es lo que quisiera. No habrá victoria, y deberá conformarse con algo parecido a un triunfo. Pero Putin nunca reconocerá el fracaso: un día dice que puede dar garantías por escrito a Europa que no será atacada, y al día siguiente le amenaza con la guerra. De momento el dictador ruso sigue comprando tiempo, congelando trincheras, lanzando drones, y matando a gente todos los días. No parece que Putin quiera abandonar el segmento más tacticista de su confusa y al mismo tiempo calculada estrategia.