Eduard Sola: "La generación por encima de nosotros habla toda en castellano, y la nuestra, en catalán"
Los padres del guionista de 'Casa en llamas' son hijos de inmigrantes andaluces y decidieron hablar catalán al hijo
BarcelonaCuando el guionista Eduard Sola ganó el Gaudí por Casa en llamas se acordó de sus orígenes humildes y "orgullosamente charnegos". Y cuando ganó el Goya lo dedicó a las "supermadres" que, como la suya, lo han sacrificado todo por sus hijos. "Mamá, eso es para ti. Te quiero muchísimo", le dijo en catalán. Dos meses después, nos encontramos con Eduard Sola y sus padres, superada ya la vorágine de los reconocimientos y la resaca por el debate político que levantó la palabra charnego.
José Antonio Sola y Sebastiana Guerrero, Sebi, han bajado de Santa Eulalia de Ronçana a hacer de ancianos de Emília (5) y Jan (1) en el barrio de Sants. Su familia es una de tantas de hijos de inmigrantes andaluces que se integraron en la catalanidad en la segunda generación, hasta el punto de que cuando nació su hijo, en 1989, le pusieron a Eduard y le hablaron en catalán. "Entre nosotros seguíamos hablando en castellano y al niño, en catalán, pero sin ningún problema. Dijimos «Para que esté más integrado, que estamos en Catalunya, que hable el idioma de aquí, que los amigos serán catalanes». No fue premeditado ni nada", explica Sebi, que seguía hablando con toda la familia –padres, suegros y hermanas–. "Esta decisión inconsciente también la tomaron mis tías respecto a mis primos. La generación por encima de nosotros habla toda en castellano, y la nuestra, toda en catalán", dice Sola. Se trata de un cambio lingüístico intrafamiliar que ocurría paralelamente en otros hogares.
La familia de Sebi se había establecido en las colonias de las minas de Sallent, donde el catalán era inexistente. Cuando Sebi bajó a vivir en un pueblecito del Vallès de pocos miles de habitantes, con 7 años, se encontró con el catalán. "No entendía nada. Me costó un poquito, quizás tres meses, porque enseguida hice amigos y todos eran catalanes, todo era en catalán", recuerda.
José Antonio vivía en las casas baratas de Granollers, que entonces era un barrio exclusivamente castellanohablante de la periferia de la ciudad. Oyó catalán cuando a los 14 años empezó a trabajar en una farmacia del centro. Eran dos trayectorias paralelas que se encontraron. "Nos conocimos hablando castellano, y cuando empiezas con un idioma ya lo has pifiado, ya no cambias. Yo a mi marido no sé decirle «te quiero», yo le digo «te quiero». Es que no me sale. Sí me sale con mi hijo: «Te quiero muchísimo»", dice, devolviéndole esa dedicatoria de los premios.
"¿Qué busco para mi hijo?"
En ningún momento vivieron el cambio como renuncia. Visto desde hoy, si piensan por qué decidieron hablar al hijo una lengua que no era la materna, la respuesta está fuera de casa: "Fue fácil. Mi entorno de trabajo, las madres de la escuela, el pueblo, las fiestas mayores... Todo lo que se hacía era en catalán", dice Guerrero. El hijo ve que la geografía fue clave para la integración, una condición que hoy resulta difícil reproducir para integrar las olas posteriores de inmigrantes, porque se encuentran con menos entornos catalanizados.
"También se sumó una cuestión política más profunda –apunta Eduard Sola–. Yo soy del 89, en pleno pujolismo. Siempre ha habido una clase alta castellanohablante, sin duda, pero en aquellos primeros 90 había claramente una reivindicación del buen catalán. Y el buen catalán significa una clase acomodada. Y aunque [el catalán] sea una cuestión inconsciente y debida al contexto, yo creo que también hay esto en su cabeza. Cuando tomas las decisiones de crianza, sin duda dices: «¿Qué busco para mi hijo? Busco lo mejor». Y hay un modelo, que es el buen catalán, al que le van bien las cosas, que es estudiado, que tiene un buen sueldo, que habla catalán. Pues démosle el catalán".
Lo que está ocurriendo en la cuarta generación de los Sola es justo lo contrario. La limpia, que es "catalanohablante y catalanopensante", está socializando en la escuela y en el barrio de Sants sobre todo en castellano. "A mi hija en casa nadie le ha hablado en castellano, y hoy tiene 5 años y le habla perfectamente. Y dices: «No hace falta esfuerzos para que la gente aprenda castellano. El castellano está en el mundo, el castellano gana la partida siempre»". Por eso Sola celebra que sus padres hicieran el cambio que hoy representa un grano de arena para salvar la lengua: "La decisión que ellos tomaron es la obvia, o sea, al castellano no le hace falta un hablante más, ya le gana de forma automática".
El charneguismo hoy
La palabra charnego fue la que disparó las alarmas tras el discurso de Eduard Sola en Gaudí. Él lo explica así: "El charneguismo para mí es una cuestión de clase obrera de una época concreta ubicada en un lugar concreto". Y esto no quiere decir que contraponga el charnego de clase obrera con la idea de catalán burgués. "En la misma época que mis abuelos pasaban hambre, en los Pirineos había la misma gente pasando hambre. Mi abuela buscaba en la basura las cáscaras de patata, y te aseguro que había muchos catalanes con todos los apellidos catalanes que también lo hacían", dice.
Sola asegura que reivindicarse como charnego no es un reproche: "Es casi lo contrario. Lo siento, de todo corazón, que haya un catalán que piense que la palabra charnego es peyorativa para este catalán. Por el contrario, me parece que reivindicar el orgullo charnego es agradecer a los catalanes que ya estaban allí su esfuerzo colectivo, que ha hecho que hoy nosotros también seamos catalanes de toda la vida", dice Solà, que intenta ir con pies de plomo para "no meterse en un lío", consciente de que es una palabra cargada de interpretaciones.
Ni Sola ni su madre dicen haberse sentido excluidos por sus orígenes familiares. "Esto del charnego nunca me preocupó. Estuve integrada enseguida –dice Sebi–. Me abrieron los brazos". de hacer, y eso tiene un precio para nosotros, y es legítimo que lo podamos reivindicar. Por ejemplo, yo fui al Ajedrez, y el Ajedrez valía mucha pasta. no se levantaban a las cinco de la mañana. Esto, al final, crea una especie de herida, que está ahí y no pasa nada, no nos hacemos el harakiri, pero va generando una marca y cuando decimos «orgullosamente charnegos» nos referimos a este esfuerzo, a que nos lo hemos currado, al orgullo del esfuerzo propio y del esfuerzo colectivo, porque sin escuela pública no habríamos salido, sin una sociedad que acoge, que está por nosotros. ¿Y de eso podemos llamar orgullo de clase obrera? Sí. Y concretamente, el nuestro es orgullo charnego, porque venimos de estos charnegos", dice Sola. nadie", sentencia. "Cuando identificamos a un recién llegado que habla catalán, lo abrazamos con fuerza. Y cuando identificamos a un recién llegado que no lo habla, debemos esforzarnos para que lo hable. Esto es lo que ha hecho el catalán de ocho apellidos catalanes toda la vida, y lo ha hecho muy bien".