El 30 minutos del domingo explicaba el proyecto del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, para acabar con el alto índice de homicidios en el país. Ha puesto en marcha un asedio contra las maras, las bandas de criminales callejeros que han llevado al país a ser uno de los más violentos del mundo. Bukele ha construido un Centro de Confinamiento del Terrorismo, el Cecot, con una capacidad para cuarenta mil internos. De momento hay unos doce mil cerrados y se espera llenar el resto de plazas con el establecimiento diario de unas cotas fijas de detenciones. El reportaje, de una productora francesa, alerta de que la oportunidad de grabar dentro del centro penitenciario forma parte de una operación de propaganda política de Bukele. El gobierno salvadoreño invitó a cinco equipos de televisión, uno de cada continente, para exhibir en el mundo la eficacia penitenciaria y las nuevas políticas de seguridad ciudadana. Merece la pena recuperarlo por la potencia del relato, los testigos y la denuncia sobre la vulneración de derechos humanos.
A Contra las 'maras' hay aspectos que ponen en evidencia cómo el gobierno cede imágenes que imitan el formato del reality televisivo para persuadir a los espectadores. Se nos muestran los exteriores del Cecot desde un dron. Cientos de militares formados y una exposición de toda la variedad de vehículos del ejército. Algunos planos detalle, en contrapicado por hacerlo más épico, muestran las armas de los soldados. A continuación, la cámara enseña decenas de miembros de maras bajando de un autocar e ingresando en prisión en un espectáculo perfectamente coreografiado. La cámara corre junto a los detenidos y se integra en su hilera para enseñarlo en plano subjetivo. A su alrededor, infinidad de miembros de los cuerpos de seguridad armados hasta los dientes lo controlan, en una exhibición de fuerza organizada en el milímetro. El ingreso en prisión, como si fuera la entrada de cientos de concursantes en un reality, es filmada con múltiples cámaras que permiten visualizar la majestuosidad de las instalaciones, el poder policial y los prisioneros, todos vestidos igual: pantalones blancos y atados de manos y pies con cadenas. Corren todos a igual ritmo, manteniendo la distancia exacta entre ellos. Una inmensa alfombra humana a vista de pájaro recuerda las fotografías de Spencer Tunick. Muestran cómo los distribuyen en celdas y cómo quedan almacenados en literas, en unas escenas que recuerdan El juego del calamar. Incluso vemos cómo se les obliga a cantar, como si fuera una prueba más de la ficción coreana. La realidad imita a la ficción, aplica los códigos del lenguaje televisivo. El Cecot es la dura realidad, pero nos la venden envuelta como un reality televisivo para transmitir esa sensación de control e hipervigilancia asociada a este formato.
Al final del reportaje vemos la otra cara. El espectáculo de Miss Universo promovido por el presidente para exportar la imagen de país paradisíaco. Un nuevo género televisivo sexista y caduco en el que se utiliza el cuerpo de las mujeres como reclamo. Bukele aparece como un héroe en medio del show. El magnífico reportaje muestra cómo El Salvador utiliza puestas en escena propias de la televisión para vender la supuesta nueva realidad del país.