El barrio de la Camorra que no quiere salir en la tele
Los vecinos de Scampia respiran aliviados con el final de 'Gomorra', la serie que ha mostrado la cara más violenta y degradada del este de Nápoles
BARCELONAExplicaba Marco De Amore en una entrevista promocional que en Gomorra, la serie de la que ha sido una de las estrellas, habían construido una colección de antihéroes. Imperfectos, rotos, llenos de heridas, humanos en definitiva. Su personaje, Ciro di Marzio, se ha pasado cinco temporadas peleándose y reconciliándose con Gennaro Savastano, el otro gran tótem de una ficción que apenas ha acabado y que ha traspasado las fronteras de una serie corriente. Pero es que nada de lo que pasa en Nápoles es corriente, y todavía menos en Scampia, el barrio periférico que ha universalizado la serie.
El éxito de Gomorra se ha expandido a medida que se ampliaba la factoría: primero apareció la novela, una revelación mundial de Roberto Saviano, después vino la película, de Matteo Garrona, y finalmente la serie, ya completa en HBO Max y que reúne millones de seguidores en todo occidente. El crecimiento ha sido proporcional al engrandecimiento del mito de Scampia, que se ha ido haciendo cada vez más y más popular: de barrio marginado, símbolo del crimen organizado y uno de los grandes puntos de venta de droga de Europa, a paisaje de una de las mejores y más populares ficciones europeas del último lustro. Todavía lejos de rehacerse de décadas de la violencia sistémica y estructural que sufren sus habitantes, Gomorra ha reavivado la estigmatización del barrio. Por eso algunos vecinos se han organizado para protestar: "Non siamo Gomorra". No somos como ellos, se puede leer en las paredes del barrio.
Las velas de la Camorra
Nada de lo que ocurre en la serie se entiende sin la presencia de las sobrecogedoras Vele di Scampia, cuatro mastodónticos edificios en forma de vela latina donde la Mafia se hizo fuerte a partir de los años 80. Todavía hoy se sigue su ley. "Es el no-lugar que la Camorra ha convertido en casa y donde ha extendido sus tentáculos, cuyo lugar los napolitanos hemos oído hablar toda la vida, pero la mayoría nunca hemos estado", explica el periodista Antonio Moschella.
El origen de las velas se remonta a finales de los años 60, cuyo proyecto urbanístico pretendía ampliar Nápoles hacia el este con pisos de protección oficial. Como muchas de las cosas que ocurren en el sur de Italia, nada fue como se esperaba. Los siete bloques del esbozo original quedaron a medio construir a causa de problemas de corrupción y financiación. Pero que quedaran sin terminar no fue un impedimento para que fueran llenándose de familias vulnerables. Por el contrario, lo favoreció. Años después de haber empezado las obras, y sin intención alguna de acabarlas, el terremoto que sufrió la ciudad en 1980 supuso la ocupación total de Vele di Scampia: los poblados de barracas napolitanos quedaron destruidos, y sus habitantes encontraron en aquellos edificios ruinosos decenas de hogares huecos y sin que nadie los reclamara. Hasta 100.000 personas quedaron sometidas a un nido de suciedad, precariedad y paro: nacía uno de los guetos más degradados de Europa y una presa fácil para la Camorra, siempre atenta a la sangre y el dinero.
La periodista Sonia López visitó la zona cuando la serie ya era un éxito, en 2017. Dirigía y presentaba la serie documental A las puertas del Infierno (Movistar +) y la parada en Nápoles era obligada. "No se puede hablar de la Camorra sin pasar por Scampia", apunta sobre un barrio que, aún hoy, conserva tres de las velas originales: "Cuando llegamos no esperábamos la situación de degradación y abandono que encontramos. Aquellos pisos, ocupados y todavía llenos de gente, estaban muy lejos de tener unas mínimas condiciones de habitabilidad".
En el barrio reinan dos máximas que van juntas: crimen organizado y no future, pero sumando a la dura realidad la serie ha cautivado al telespectador mostrando algunos de los escenarios más terroríficos de sus edificios. Por ejemplo el impactante sistema, en forma de espina, de pasillos, galerías y escaleras al aire libre. "Es una estructura perfecta para realizar actividades delictivas. Desde cualquier lugar puedes vigilar si viene la policía o un clan rival", recuerda López. Los clanes son, precisamente, la base de la serie, que en sus primeras temporadas contó con la colaboración de Roberto Saviano, autor de la novela original. Aunque la gran inspiración del guion de Gomorra es la realidad: en la primera década del siglo XXI se vivieron cruentas guerras entre la familia Di Lauro y disidentes liderados por Raffaele Amato. Aquellos enfrentamientos dejaron más de un centenar de muertos en Scampia. Gomorra ha trasladado esas disputas al clan Savastano. "La serie lo exagera muchísimo para explotar el producto", asegura Antonio Moschella, pero aunque los protagonistas hayan publicado vídeos dejando claro que es una ficción y que no refleja el barrio y sus gentes, el daño ya está hecho.
La otra cara de Scampia
"Non siamo Gomorra" es el grito contra la estigmatización de algunos vecinos que llevan cuarenta años intentando huir del destino que marca el nacer en el este de Nápoles. La Camorra todavía está presente, porque como ocurre con los lugares que residen en los márgenes las instituciones no dan respuesta a los problemas de la gente. "Más allá de ser un proyecto urbanístico erróneo en su concepción –explica Sonia López–, tampoco les dieron la posibilidad de hacer más que delinquir: no hicieron escuelas, ni polideportivos. No hicieron nada. ¿Qué alternativa tenían? Los dejaron aislados y sin recursos". Pero "Non siamo Gomorra" no es solo una pintada en una pared, se han multiplicado los proyectos vecinales que intentan cambiar el paradigma que la serie ha magnificado en nuestras pantallas: "Cada vez hay más iniciativas en el barrio para mejorar las condiciones de vida de los vecinos, sobre todo los jóvenes, como programas de educación y deportivos. La serie solo ha mostrado el lado negativo de una comunidad muy solidaria entre sí", recuerda Moschella.
A la espera de que las populares Vele acaben entre escombros en los próximos años (en 2020 empezó un plan, ahora parado por la pandemia, que debía dejar solo un edificio derecho como símbolo), hay otra cara de Scampia, la de un barrio harto de ir asociado al crimen organizado. Sus habitantes incluso se han acostumbrado a recibir turistas que visitan los blogs para rendir culto a la serie, un fenómeno parecido al que sufrió Baltimore con los acólitos de The Wire. La respuesta a esta sorprendente afluencia de visitantes ha sido el Scampia Trip Tour, unas visitas guiadas contra los estereotipos que muestran que el barrio no es Gomorra o al menos no solamente. La intención es enseñar que la esperanza de tener una vida mejor y sin violencia es, sin embargo, una aspiración obligatoria.