La canonización de Noelia Núñez
Han pasado unos días desde que la diputada Noelia Núñez dimitió por haber sido pillada hinchándose el currículo y el balance mediático del asunto es abracadabrante. Los medios de la derecha han celebrado su gesto como si de una heroína nacional se tratara, por lo que la falta primigenia no le ha comportado deshonra alguna. De hecho, al día siguiente de plegar ya aceptaba una oferta de Mediaset para incorporarse de tertuliana al programa En boca de todos, de Nacho Abad. En La Razón le entrevistaban como si fuera el recién rescatado soldado Ryan. La primera pregunta era: "Ante todo, ¿cómo se encuentra?" Y entonces había otra, de kilométrica, que reproduzco sólo parcialmente por cuestión de espacio, pero que marca el tono lame de toda la conversación: "Tengo que decirle, de entrada, que salir a la plaza pública a enfrentarse a los periodistas, que en situaciones como esta disparamos con muchísimo peso, denota como valiente. irregularidad es, sin embargo, infrecuente entre la clase política, que rarísimas veces entona un mea culpa". Suerte que disparaba con munición pesada. Si llega a disparar con munición ligera, todavía sería con la pluma haciéndole cosquillas en las mejillas.
Pero la borrachera colectiva en torno a la joven no ha embriagado a todo el mundo. El diario Abc, hace unos días, ofrecía el siguiente titular: "El rigor con Noelia Núñez abre dudas en el PP sobre riesgos futuros como Alberto Nadal". El rotativo se marca un "pero tampoco nos flipamos" digno del Salvador Isla del Polonia para recordar que ahora van con la cabeza bien alta –y se sospecha que la telegenia y juventud de la afectada tienen que ver, en esta santificación en vida que experimenta–, pero que vendrán más verdes y entonces todo serán manos en los bolsillos y gente silbando para disimular. ¿Dimitir? ¿Dimitir yo?