El empacho indigerible de política de la caverna
Hoy me he dedicado a mirar cuántas portadas, de los últimos 30 días, se abren con un tema de política española en los distintos diarios. Como sospechaba, en el caso de los diarios crispantes de Madrid es prácticamente un lleno al quince: elAbc sólo dedicó el mayor titular en tres ocasiones a otros asuntos, El Mundo sólo una vez y La Razón no ha encontrado, en todo un mes, ningún día en que considerase que lo más importante de la jornada había sido nada que no fuera la política o, más concretamente, su campaña hostil contra el PSOE. Es decir, de 90 portadas más del 95% seguían el mismo patrón de dedicar el espacio más generoso a un tema político, expresado habitualmente en términos de proclama. El PaísPor el contrario, abrió hasta once portadas con asuntos diversos, como la guerra entre Israel y Palestina.
En el caso de Catalunya, la proporción nada tiene que ver con la de Madrid. Tanto El Periódico cómo El Punt Avui –desde que se ha fusionado con La República y El Económico– y el ARA suelen ser diarios de temas, lo que conlleva mucha diversidad temática en los espacios nobles de portada. Pero es que incluso La Vanguardia, mucho más politizada y con una agenda clara de favorecer el entendimiento entre Catalunya y España, dedicó diez principales titulares de primera página a varios asuntos. El modelo de periodismo de la caverna tiene a sus lectores cautivos, es obvio, pero en realidad hace un mal servicio al periodismo, porque la mayoría de titulares son sólo la espuma de la cerveza: declaraciones, contradeclaraciones, encuestas dudosas y, sobre todo, muchos “humilla” y “se jacta”. Este empacho causa aturdimiento y distanciación por parte del público no broncofílico, pegado al disparo diario de indignación. La política acaba siendo una especie de Sálvame: una autoficción que chupa todo el oxígeno informativo.