El viernes por la mañana, en Espejo público, Susanna Griso entrevistaba a la nueva portavoz del PP, Esther Muñoz. La conversación era muy útil para entender qué perfil ha buscado el partido de Feijóo para tratar con los medios y dirigirse a la ciudadanía. Muñoz simboliza una renovación generacional. Griso se lo puso muy fácil y la portavoz exhibió una gran contundencia discursiva. Utiliza una dialéctica sin filtros, eficaz en las redes sociales, muy combativa, perfectamente alineada con la estrategia de confrontación parlamentaria. Está determinada ante los medios, con una actitud dura y expeditiva, que transmite lealtad máxima.
Muñoz lo aprovechó para hacer difusión, durante la entrevista, de la noticia difundida por El Español que aseguraba que Pedro Sánchez se habría beneficiado de los rendimientos de las saunas de las que su suegro sería copropietario. La estrategia servía para criticar la ley de abolición de la prostitución, considerándola un acto de cinismo por parte de Sánchez. Muñoz afirmaba que Begoña Gómez había regentado y administrado estos locales, y que, por lo tanto, gracias a estos negocios habrían podido pagar el piso en el que había vivido la pareja. Griso, que hizo referencia a esta información como una "bomba sacada del cajón", le preguntó a Muñoz si le constaba que Feijóo había pedido los documentos para asegurarse de la información. "No me consta", respondió Muñoz. Simultáneamente, Espejo público mostraba en pantalla fragmentos de estas supuestas escrituras. Eran unos papeles donde subrayaban los nombres de Pedro Sánchez y Begoña Gómez, pero sin ningún texto que permitiera sacar ninguna conclusión. Pero la incorporación de los recortes en pantalla, medio subrayados, medio difuminados, daban la apariencia de prueba irrefutable.
En dos ocasiones, Esther Muñoz hizo énfasis en la misma frase: "La verdad es dura. Yo lo entiendo. Pero es la verdad". Quiso definir el término sauna: "Quiero hacer una aclaración, porque mis abuelos, que están viendo el programa, creen que una sauna es un spa. Y no". Entonces especificaba que en las saunas donde, según ella, Begoña Gómez llevaba las cuentas se practicaba el sexo, libremente, pagando y con mujeres jóvenes inmigrantes prostituyéndose.
Sorprende la ligereza y la agresividad con la que se están difundiendo estas informaciones. También la poca cautela con la que otros medios se hacen eco de ello sin contrastarlo. Pero hay un detalle que se está repitiendo en los últimos meses en Espejo público y otros programas de la misma cuerda ideológica, que es esa obsesión por llevar el relato al ámbito de la prostitución, los burdeles y las mujeres jóvenes anónimas supuestamente vinculadas a Ábalos y Koldo. No tanto como prueba de ninguna corrupción sino con una intención mucho más sibilina: la de combatir, apropiarse y dar la vuelta al discurso feminista. Y no para defender los derechos de las mujeres sino para instrumentalizarlas, aprovechando el espectáculo y la morbosidad de un contexto sórdido –construido mediáticamente– que escandalice al electorado más conservador.