Mira, mamá, he pintado la portada de lila

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Hay medios de la derecha más carpetovetónica que cada 8-M se muestran más preocupados por la división en el feminismo que por los problemas de las mujeres por la desigualdad salarial, la violencia sexual, el desequilibrio en el reparto de las tareas domésticas, la delegación permanente de los cuidados, el techo de vidrio, el suelo pegajoso, la cosificación y sexualización constantes, la censura si se declaran sexualmente activas o visten así o así, la violencia obstétrica, las dificultades de la conciliación (y la asunción que son ellas las que deben conciliar), la asimetría en los espacios de opinión y reivindicación, el sesgo de sexo en la investigación médica y farmacológica, la presión estética mucho más sangrienta que en el caso de los hombres, el edadismo que se ceba especialmente con las mujeres, el menosprecio del fútbol femenino (y tantas otras disciplinas), la insuficiencia de las bajas por maternidad, el sacrificio en número de hijos que a menudo pagan las altas directivas (pero no ellos), el olvido histórico de las artistas, la represión que aplican a la mujer religiones de todo tipo, los cánones culturales masculinizados, el olvido de las mujeres en la historia, la poca presencia femenina en lugares de responsabilidad en el cine, los juguetes que perpetúan roles sexistas, la dificultad en la hora de visibilizar referentes femeninos para espolear vocaciones de las chicas por carreras técnicas y, en fin, mil y un micromachismos.

Manifestación de estudiantes 8M

Poner el grito en el cielo porque ese 8-M no hay una manifestación, sino dos, es mirar el dedo para no tener que admitir que hay una luna así de gorda. Es someterlo todo a la política partidista, narrada de forma indefectible desde una posición testosterónica. Pero tú ya has resuelto el expediente, pintando la portada de lila.

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