Mònica Terribas y la potente metáfora del caleidoscopio

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Este jueves la periodista Mònica Terribas pronunció un discurso importante en el acto de recepción como miembro numeraria de la sección de filosofía y ciencias sociales del IEC. Llevo años leyendo diagnósticos sobre por qué la comunicación parece haber hecho pana, al menos en su vertiente más cívica y democrática (otra cosa es el consumo bulímico de estímulos). Pero no había encontrado todavía un texto que hiciera el clic total, tomando todos los ángulos a considerar cuando analizamos un asunto tan transversal como la transmisión del conocimiento.

Una instalación caleidoscópica en el CosmoCaixa

Terribas denunció la destrucción de su capacidad de espera. El no-tiempo, le llama. La aceleración es tan rápida que, de hecho, hemos girado como un calcetín la forma en que la población accede a la actualidad. Tradicionalmente, llegaba desde la información y, una vez digerida, sobrevenía el análisis. No ahora: el primer estímulo suele ser ya la opinión –a la fuerza parcial y sesgada– y sólo una minoría acaba profundizando en el relato de los hechos. Hay una metáfora que me parece clave. "En dos décadas, hemos cambiado los prismáticos por el caleidoscopio", explicaba Terribas. “Los prismáticos permiten observar el horizonte del mundo haciendo foco en lo que nos interesa y abriendo la mirada para obtener una perspectiva global. El caleidoscopio, en cambio, captura el ojo y le somete al impacto caprichoso de mil formas y colores que se van moviendo en la retina hasta formar figuras agradables a la vista”. El problema, claro, es que si todo el mundo mira su propio caleidoscopio no hay conexión posible entre individuos. Ni acción colectiva. Considerado desde la óptica de una cultura demográficamente modesta, el carácter global de esta tendencia resulta aún más desesperanzador. Ojalá el IEC publique pronto el discurso en la red, aunque sea para que pueda consumirlo cada uno –cruel paradoja– en su pantalla.

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