Netflix tendrá el anillo para gobernarlos a todos

Què está pasando  A Netflix?
05/12/2025
Jefe de Media
3 min

BarcelonaAmazon pagó la vertiginosa cifra de 250 millones de dólares por conseguir los derechos deEl señor de los anillos por hacer la que entonces fue la serie más ambiciosa en presupuesto de esta nueva era del audiovisual. Pero, más allá de la pantalla, en el mundo real de las guerras del estríming será Netflix quien tenga el codiciado anillo que permite gobernarlos a todos.

Siguiendo el principio deexcusatio non pequeña, accusatio manifiesta, la primera comunicación de la plataforma para anunciar la inminente adquisición de Warner Bros. –pendiente de los reguladores de competencia– pone el énfasis en que la compañía no quiere ir en contra de la distribución del cine en las salas. Lo que quiere decir, claro, que habrá que estar especialmente atento a los movimientos que haga en este sentido, ya que Netflix sabe que cualquier minuto que un espectador está en un sillón de un multisalas, habiendo pagado una entrada, es un minuto que no le retiene ante su pantalla.

La capacidad que tendrá la compañía para intervenir en el sistema clásico es enorme. Y el miedo que genera se pone de manifiesto en la aparición de una carta firmada por productores de Hollywood en la que manifiestan sus temencias, pero que no firman por miedo a represalias. Volvemos a estar en una época de grandes concentraciones, en este caso dictadas por los nuevos gigantes digitales. No hace ni tres años que Amazon se tragó los estudios de la Metro-Goldwyn-Meyer y ahora Netflix traga otra mayor centenaria. El número de ventanillas se va reduciendo y tras una etapa en la que casi todo el mundo se atrevía a lanzar una plataforma de vídeo a demanda, queda claro que la partida del futuro será a tres bandas: Netflix, Disney+ y Amazon.

El otro interrogante que deja esta operación es el futuro del HBO. Esta marca asociada al prestigio desde hace medio siglo ha sufrido para hacer su tránsito en el mundo online, hasta el punto de que sus constantes cambios de nombre –ahora le pongo Max, ahora se lo saco– se han convertido en la imagen de su crisis de identidad, porque los sucesivos propietarios no han acabado de encontrar el deslumbrante con el que hacerle aportar el máximo beneficio gastrobar audiovisual, frente a una Netflix que suele asimilarse más bien a una churrería. La nueva propietaria tiene dos opciones: o respetarle el carácter original y sencillamente aportarle toda la infraestructura tecnológica –y, sobre todo, de datos– o bien convertirla en un canal subsidiario y el cajón de los malos aseos de todo aquello que no quepa en Netflix por política de empresa. Es de esperar que habrá ofertas conjuntas de comercialización. Pero también deberá analizarse con lupa, en los momentos de resaca, donde es que la compañía empieza a aplicar la tijera.

Por el camino, por cierto, han quedado aparcados otros dos pretendientes que ahora lo fían todo a la censura de las autoridades de competencia. Uno de ellos, la Paramount de David Ellison, es la niña de los ojos de Trump. El otro, Comcast, es lo contrario: el presidente americano ha asegurado que su propietario es "una desgracia" para el sector. Quien debe dar el visto bueno a la operación es Brendan Carr, presidente de la Federal Communications Commission y uno de los miniones de referencia de Trump, con quien ha amenazado a algunas de las cadenas televisivas tradicionales. Habrá que ver si la política pone su dedo en la balanza o deja que hable la lógica del dinero que Netflix ha puesto sobre la mesa.

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