Crítica de serie

'Balenciaga': ¿un diseñador de moda es un artista?

La serie sobre el modisto vasco incide en la singularidad como creador de ese gran nombre de la alta costura

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Una imagen de la serie 'Balenciaga'.
  • De Aitor Arregi, Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Lourdes Iglesias para Disney+
  • En emisión en Disney+

"Nunca me he considerado un artista –afirma el protagonista de Balenciaga al inicio del sexto y último episodio de la serie que le está dedicada–, pero de forma instintiva iba siguiendo un camino". Y esta también es la principal perspectiva que adoptan los creadores de la nueva producción de Disney+ a la hora de aproximarse a una figura clave en la alta costura del siglo XX. Balenciaga (interpretado por Alberto San Juan) se nos presenta como un diseñador que adopta una visión artística de la moda desde distintas vertientes.

El primer episodio se centra en las dificultades de cualquier artista para encontrar una voz propia, un estilo que le singularice en la gran capital de la moda, París. En una serie que aborda al personaje en toda su complejidad, el segundo episodio muestra cómo el protagonista se declara oportunamente "apolítico" en una Francia ocupada por los nazis. Este vasco que ha huido de la Guerra Civil y el franquismo, y al que apadrinan un matrimonio de republicanos ricos, Nicolás Bizkarrondo (Josean Bengoetxea) y Virgilia Mendizabal (Cecilia Solaguren), aprovecha el posicionamiento militante de las otras casas de costura francesas para ganar terreno en el mercado de la moda. Y, más adelante, mientras otros colegas como Christian Dior y Hubert de Givenchy abren líneas de prêt-à-porter, Balenciaga decide resistir en la exclusividad de la alta costura. No es (sólo) una cuestión elitista, sino la obsesión de alguien que considera la moda un trabajo artesano, en el que se crean con precisión y entrega piezas casi únicas. Figura reclusiva, el vasco también se muestra reacio a convertirse él mismo en el relaciones públicas de su marca.

Entre los diferentes hilos con los que se teje la imagen de Balenciaga es especialmente interesante el que sigue su forma de trabajar. Al contrario de otros diseñadores, este hijo de una costurera de Getaria también sabe coser, aplicando un perfeccionismo obsesivo a la manufactura de cada pieza. La centralidad que otorga a los tejidos puede equipararse al informalismo de las artes plásticas, en las que la materia y las texturas dejan de ser meros vehículos para convertirse en protagonistas de las obras. La voluntad de configurar formas y volúmenes a partir de la intervención y manipulación mínima de los tejidos adecuados sintoniza igualmente con la tendencia a la depuración minimalista de las vanguardias. A Balenciaga le guía más el gusto por la experimentación que las ganas de hacer dinero, lo que explica en parte la progresiva inviabilidad de su negocio.

Los creadores de la serie, el trío de directores vascos Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga, responsables de la magnífica película Loreak, más la guionista Lourdes Iglesias, explican la vida de Balenciaga a través del recurso típico de la entrevista retrospectiva que intenta arrojar luz a las motivaciones de un hombre de pocas palabras. A pesar de algunas decisiones de casting que chirrían (una actriz que encarna a Coco Chanel no debe transmitir un parecido físico, sino un estilo inigualable), Balenciaga representa la exquisitez que preside la vida del diseñador a través de todas las vertientes de la producción. Pero lo realmente potente es cómo, por ejemplo, los escenarios no sólo emulan la elegancia de los lugares por donde se mueve el protagonista. También nos acaban hablando de la soledad, el aislamiento y el desconcierto en el que vive sumido un hombre que parece expulsar a todas las personas cercanas de su vida. Uno de los mejores episodios, por cierto, es aquel en el que Balenciaga acepta su único encargo corporativo: diseñar los uniformes de las azafatas de Air France, que acaban fabricándose con "tergal catalán".

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