¿Una víctima de abusos declarada puede informar sobre abusos?

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La reportera Felicia Somnez, del Washington Post, se hizo célebre por haber sido amonestada por su diario. ¿Su error? Retwittear un mensaje, el día en el que el mundo lloraba la muerte de Kobe Bryant, donde se recordaba que la estrella del baloncesto había sido acusada de agresión sexual. Más de 300 periodistas del Post firmaron una carta de protesta y consiguieron que le levantaran la suspensión dictada por el director Marty Baron. En aquella ocasión, las amenazas de muerte que recibió la hicieron marchar de casa temporalmente. Cosas de las redes.

Felicia Somnez, en una intervención periodística

Ahora, Somnez vuelve a poner en entredicho la brújula moral de su diario. La periodista ha revelado que no le dejan cubrir ningún asunto que tenga que ver con el #MeToo. Como tres años atrás ella había revelado que también había sufrido una agresión sexual, y como ha opinado con vehemencia sobre estos temas, los actuales responsables editoriales del Post –Baron ya se ha jubilado– consideran que no puede escribir sobre acoso con la ecuanimidad necesaria.

Parte del trabajo de un periodista pasa por ser consciente de sus sesgos personales –todo el mundo tiene una ideología y más vale que sea consciente de ello– y escribir con suficiente honestidad profesional para no dejar que estas creencias interfieran a la hora de redactar una pieza estrictamente informativa. Es más: su condición de víctima probablemente le hace tener en cuenta aspectos que pueden pasar más inadvertidos al resto de la población. No hay una norma universal, aquí. El periodista no tiene que ser un hooligan o un activista, pero creer en la asepsia a ultranza es ingenuo. Los redactores tienen que ser juzgados por lo que escriben –y revisa un editor–, no por lo que piensan. Y, en temas como el acoso sexual, que generan un rechazo transversal, difícilmente Somnez comprometerá la línea editorial de su diario. El encaje entre periodistas y redes tiene que ser dinámico, flexible.

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