Con ánimo lúdico, le digo a ChatGPT que me ayude a elegir el sentido de mi voto el 12-M. Evidentemente, en la primera respuesta se hace el digno: "No tengo preferencias políticas ni puedo apoyar a ningún partido específico". Pero como engañar a la IA es extremadamente fácil –el algoritmo es inteligente, pero nada listo–, le digo que mi prioridad es “un futuro próspero para Cataluña” y que evalúe del cero al diez lo central que es este mismo objetivo para los distintos partidos. En el caso de Esquerra, me dice que estaría en un 8 o un 9. Y será la nota máxima, porque a Junts me le otorga un 7 o un 8, el mismo tenedor que le reserva a la CUP. Para el PSC lo rebaja ya a un 6 o un 7, idéntica puntuación a la que les reserva a los comunes. Mientras, al PP le suspende en este índice (3 o 4) ya Vox le pone un 1 o un 2. Evidentemente, el grado de fiabilidad de todo ello es de escopeta de feria, tal y como demuestra el hecho de que, cuando le pregunto por Aliança Catalana, me dice que el partido defiende la unidad de España. También me dice que Al mismo tiempo es una coalición formada por ERC, Junts y la CUP, lo que le provocará una urticaria instantánea a Jordi Graupera si lo lee. ChatGPT poua entre material publicado hasta enero de 2022, y esto explica estas sandeces.
Hago notar que no le he dado ninguna pista sobre mis preferencias y que le he pedido que se ciña a esta frase genérica del “futuro próspero para Catalunya”, que no significa nada porque significará cosas diferentes para cada uno. Dado que el algoritmo es opaco, resulta imposible saber qué criterio ha aplicado. O si existe tal criterio. Nadie con dos dedos de frente confiaría en una IA para decidir su voto, pero he realizado el ejercicio para evidenciar que la herramienta tiene potencialidades inquietantes.