Enseñanza de catalán

El 40% de las sustituciones de profesores de catalán no se pueden cubrir: ¿por qué?

Faltan profesores en un momento de debilidad de la lengua, desprestigio de la docencia y pérdida de conciencia lingüística

Imagen de archivo de una clase de catalán en el Institut Tarradell del Raval.
24/06/2024
7 min

BarcelonaSe buscan profesores de catalán. A lo largo de este curso, cuatro de cada diez sustituciones de esta especialidad no han logrado un nombramiento que las cubra, según cifras del sindicato USTEC. Si miramos las cifras absolutas, se suceden los días con más de 10 y 20 vacantes sin cubrir que, sumadas, se traducen en cientos de clases de catalán sin profesor. En las últimas oposiciones, la especialidad de lengua catalana es donde más plazas quedaron vacantes: de las 657 que se ofrecían, 105 quedaron vacías (el 33% las suspendió). Educació no ha precisado en el ARA la cifra de profesores de catalán que faltan, pero es una situación que se arrastra de hace años y que no se produce sólo en los institutos: también faltan profesores en los Centros de Normalización Lingüística y en la FP, hasta al punto que se han ofrecido complementos salariales para ampliar las horas lectivas a los docentes en ejercicio. Todo esto, además, en un momento en que el uso del catalán cae entre los jóvenes, y en el que la escuela tiene un papel clave.

La Generalitat ha puesto en marcha una campaña para incentivar las vocaciones, que lleva por lema Toma la palabra. Elección Filología Catalana, donde se destaca que existe un 100% de inserción laboral y múltiples salidas profesionales. Y los datos lo corroboran: tres meses después de licenciarse, el 80% de los estudiantes ya tienen trabajo a jornada entera y cobran cerca de 1.900 euros. Así pues, ¿por qué faltan profesores de catalán?

Una triple crisis

La situación actual es el resultado de la suma de tres crisis simultáneas: la pérdida de prestigio de la docencia, el abandono de las humanidades y la caída de uso del catalán.

"Ser profesor de instituto hoy es un trabajo duro, muy duro, y, en cambio, desprestigiado socialmente. Te lo dicen los alumnos: «Yo no sería como tú ni loca». Todo el mundo te puede cuestionar y, en sobre, existe una degradación de la especialidad, porque cualquiera con un título más o menos ya puede enseñar catalán", corrobora la filóloga Ruth Iglesias, de 47 años, profesora en Montornès del Vallès. "En un momento en el que muchos alumnos no tienen la lengua catalana como primera lengua, ni como lengua habitual, ni apenas la conocen, que los profesores de catalán no tengan una preparación especial en materia de lengua es catastrófico. Porque estamos hablando de profesores no especialmente vocacionales y no especialmente preparados, a los que no podemos presuponer un interés, una actitud y un entusiasmo por la lengua catalana”, afirma el catedrático de la Universidad de Girona Francesc Feliu, miembro de la Coordinadora de Enseñanzas de Filología Catalana.

A esto se suma que el pensamiento y las letras se han ido aguando en cada reforma educativa, lo que han denunciado desde el Col·lectiu Pere Quart y DocentsCAT y que demuestra el anuncio de que el departamento de Educación eliminará las lecturas obligatorias en bachillerato para motivar a los alumnos a leer. Además, con el nuevo paradigma educativo, en el que las habilidades prevalecen sobre los conocimientos, "saber catalán sólo significa saber hablar catalán, y eso, claro, todo el mundo sabe hacerlo mejor o peor", dice Feliu.

El profesor y filólogo Antoni Martínez, de 31 años, enumera más factores que alejan las vocaciones y que se han hecho más evidentes a raíz del fracaso en PISA, como "las críticas constantes, la inestabilidad de las plantillas, la improvisación de las políticas educativas , la sobrecarga de trabajo en relación al sueldo (los docentes de secundaria de Catalunya son los peor pagados del Estado), el estrés y la presión laboral, que se traduce en profesores quemados".

Imagen de archivo de Gerard Viladomat, profesor de catalán en el Instituto Escola Mar Mediterrania en el barrio de Cerdanyola de Mataró

Una carrera desideologizada

Los profesores de catalán del área metropolitana saben que ésta es una trinchera crucial para mejorar el uso del catalán. Esto puede ser motivador, pero también puede resultar todo lo contrario, porque "en algunos casos hay desinterés, apatía e incluso hostilidad hacia la lengua –continúa Martínez–, y comprendes pronto que el alcance de la acción docente es limitado". El barco tiene muchas fugas y "no todo el mundo hace la parte que le corresponde, tampoco la escuela, pero fuera del ámbito educativo no existe la continuidad esperable", señala.

El profesor de catalán "acostumbra a tener un perfil militante de lengua, pero cada uno lo siente de una u otra manera", dice Martínez. Ruth Iglesias dice que esa conciencia la adquirió más tarde, cuando se dio cuenta de que podía ser un modelo lingüístico como hija de inmigrantes de Cantabria. "Me gusta poder defender el catalán en lugares a los que cuesta que el catalán llegue. Pero está en primera línea de fuego, en según qué centro. Porque relacionan la lengua con la identidad y te dicen: «Es que yo no soy catalán». Se niegan a estudiar catalán porque no quieren que se les relacione con una ideología y cuesta que entiendan que no es eso, que lo necesitan. Cuando se habla del 25% de castellano, pienso: ojalá en algunos centros hubiera el 25 % de catalán, porque muy a menudo no está", reflexiona, después de 24 años trabajando y pasar por 22 centros.

"La filología catalana experimentó un extraordinario éxito en los años 80 porque implicaba toda una serie de valores asociados a la reivindicación nacional y al antifranquismo, pero después durante años jugamos a desideologizar la carrera, a matar a este elemento de militancia que tenía ser filólogo catalán", reflexiona Feliu. En la Comunidad Valenciana, de hecho, donde la situación de la lengua es más adversa que en el Principado, sólo entre las universidades de Valencia y Alicante se han matriculado 100 estudiantes en el último curso.

Filología, una titulación 'prescindible'

El sistema universitario catalán ofrece 470 plazas del grado en filología catalana o un título asimilado, pero el número de graduados es mucho menor. El año pasado salieron 105 titulados en filología catalana en el Principado, pero en el 2020 eran sólo 60, según el departamento de Investigación y Universidades. Con estas cifras, es imposible compensar tres factores clave: el incremento demográfico (en veinte años, 90.000 alumnos más en la ESO), la diversidad de las aulas y las jubilaciones de los profesores que implementaron los estudios de catalán en la educación hace 40 años. "¿Esto se sabía hace tiempo? Pues sí. ¿Se habría podido planificar mejor? Yo creo que sí", afirma Francesc Feliu. Desde la Coordinadora de Enseñanzas de Filología Catalana aseguran que el departamento de Educació ha sido "impermeable a las reiteradas peticiones de situar la lengua en el foco de atención".

Un hecho con el que desde la Coordinadora son críticos es que, viendo que la falta de titulados era tan flagrante, en vez de promocionar estos estudios Educació ha ido habilitando titulaciones para colocar a otros graduados como profesores de catalán. Ahora existen múltiples títulos del ámbito de letras (humanidades, periodismo, traducción, arte dramático, filosofía, etcétera) que permiten ser profesor de catalán con el título del nivel C2 o el máster de formación de profesorado (del que se ofrecen 336 plazas en Cataluña en especialidad de lengua y literatura, y se llenan prácticamente al 100%, con prioridad para los filólogos). Feliu considera que la exigencia del C2 de catalán es un parche, porque sólo evalúa la capacidad de utilizar el catalán por parte de hablantes de lengua extranjera y no implica "tener conocimientos profundos de lengua". "No puedes pedir un C2 a los profesores y estar dando un C1 a alumnos de bachillerato que encima no tienen el nivel", lamenta Iglesias.

Sin negar la emergencia de la medida y el interés de estos docentes, los profesores de filología creen que esto ha tenido un impacto importante. En primer lugar, hace innecesaria la titulación de filología por ser profesor de catalán, por lo que la devalúa. En segundo lugar, hay profesores que "ni en contenidos ni en actitudes ofrecen las garantías exigibles para abordar una cuestión de país especialmente importante", lamentan desde la Coordinadora. En tercer lugar, contribuye aún más a arrinconar la literatura en los currículos escolares, porque los profesores no entran a fondo en un ámbito que no dominan. Esto hace que "se pierda lo que tradicionalmente había sido el principal gancho de filología catalana: la literatura es lo que enlazaba a los estudiantes", afirma el catedrático.

Aloma, Èlia y Júlia, tres estudiantes de filología catalana en el claustro de la UB.

Las listas, sólo un plan B

Es lo que les ocurrió a Èlia Fernández, Aloma Figueras y Júlia Ràfols, a quienes unas profesoras magníficas y las lecturas obligatorias de bachillerato encaminaron hacia filología catalana, de las que se acaban de graduar en la Universidad de Barcelona. "Soledad para mí tuvo un poder salvífico", sentencia Ràfols. "La literatura me enseñaba a entender el mundo, la vida ya mí misma de modo que nunca había hecho, pensé que me abría perspectivas. Y también supe que la lengua estaba en peligro y pensé que tenía que hacer algo", añade Fernández.

Mientras muchos profesionales de otros ámbitos acaban haciendo de profesores de catalán, los pocos licenciados en filología catalana encuentran varias salidas profesionales al margen de la docencia. Algunos de sus compañeros de la UB tienen previsto realizar el máster para ser profesores y apuntarse a listas, pero ellas todavía no: Figueras quiere decantarse por la gestión cultural y Fernández y Ràfols quieren seguir estudiando para encararse hacia la enseñanza universitaria. ¿La docencia? No lo descarto, coinciden todas. que lo tengo allí, es una opción que me da tranquilidad", dice Figueras.

"Es un trabajo sacrificado, vocacional y que te chupa la energía, porque te implica en la vida de muchas personas. La ESO es muy complicada -opina Ràfols- y encima, con la situación actual del catalán, lo veo desesperando". Para algunos titulados que acaban de profesores, la docencia es sencillamente un buen plan B para salir de la precariedad, un refugio de trabajo seguro y mejores condiciones laborales.

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