Diada Nacional

Hacer 6.500 km para ir a la Diada: la diáspora que nunca falla

La parálisis del Proceso no detiene el desembarco de catalanes residentes en el exterior

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Miles de personas volvieron a salir a la calle en la manifestación de la Diada del pasado año.

BarcelonaLa parálisis y la desjudicialización del Procés han desmovilizado a las bases independentistas tanto en las urnas como en la calle. En las últimas elecciones españolas, unos 300.000 votantes soberanistas se abstuvieron siguiendo la tendencia a la baja de las municipales. En la calle, las movilizaciones también retrocedieron. En este escenario de desafección, una de las incógnitas de la manifestación de la Diada es saber cuál será la respuesta de la ciudadanía. ¿Regresará el movimiento de nuevo o se quedará en casa este 11 de septiembre?

Los hay que nunca fallan a esta cita y algunos de ellos recorren miles de kilómetros para estar ahí. El ARA ha hablado con miembros de la diáspora catalana que cada Diada bajan de sus países para no perdérsela. Uno de ellos es Antoni Gómez, que lleva 45 años viviendo en Bélgica y que aterrizó el viernes en la capital catalana. "Desde el 2010 he bajado a todas las manifestaciones", afirma orgulloso este jubilado de 78 años, que se fue de Catalunya para trabajar como ingeniero. No es un independentista de nueva hornada. "En la universidad ya lo era, desgraciadamente soy irrecuperable", ironiza.

Entiende el desánimo del movimiento, pero subraya que ya existía en los últimos años después del 1-O. "Aquellas manifestaciones masivas no se han repetido. No sé cuántos seremos este lunes, pero la actitud personal es lo que cuenta", dice mientras revela que a lo largo de su vida ha ido a marchas donde estaban cuatro gatos. "No siempre votas al partido que gana", añade, y pone como ejemplo la moción de censura de El Elefant Blau contra el entonces presidente del Barça, Josep Lluís Núñez: "Un periodista me entrevistó y me preguntó si había bajado de Bruselas porque creía que podíamos ganar y le respondí que no y se quedó parado", rememora con una amplia sonrisa. Aunque este año no le haya llegado la camiseta de la Diada por un error en el envío le ha desanimado. "El lunes me compraré otra", expone resignado.

De mucho más lejos viene Imma Caboti. Concretamente de Washington, donde se fue a vivir en el 2017, justo antes del referéndum. "Pude votar en la Delegación de la Generalitat", señala antes de iniciar la conversación. Aún con el jet lag en el cuerpo, Caboti, que ha dado la vuelta por medio mundo antes de establecerse con su marido en EEUU hace 19 años, también se estrenó con la manifestación del 2010. "El fracaso del Estatut fue la última gota que colmó el vaso y como mucha otra gente hice el clic y me hice socia del ANC".

Aunque la Diada también se celebra en ciudades de todo el mundo, como en Washington, Caboti, que tiene 54 años, no se lo ha pensado dos veces a la hora de atravesar el Atlántico para estar en Barcelona recorriendo 6.500 km. "Las Diadas en el exterior también reúnen a menos gente ahora, han sido unos años difíciles; tener mayoría independentista en el Parlament y no hacer nada cuesta mucho explicar y da vergüenza", lamenta Caboti, que se ha hecho secretaria nacional de la Assemblea porque considera que es de los pocos actores "coherentes" al seguir reivindicando el 1-O.

Mantener la fuerza en la calle

"Hasta que no haya un proyecto claro no habrá un millón de personas, pero las dos últimas Diadas han ido bastante bien y si nos mantenemos, estaré satisfecha", señala. Con el baile habitual de cifras, el pasado año 700.000 personas según la organización y 150.000 según la Guardia Urbana secundaron la movilización, demostrando el músculo del movimiento, pero lejos de la histórica asistencia de las ediciones anteriores y posteriores al 2017.

Imma Caboti, a la izquierda, en la manifestación de la Diada de 2021.

Miquel Àngel Lizandra, que fue a vivir a los Países Bajos en 1980, no se pierde ninguna Diada desde 1992. "Íbamos al monumento a Rafael Casanova, entonces las manifestaciones eran mucho más minoritarias", explica en referencia a las que organiza desde esa época la izquierda independentista. Siempre va con su esposa, que es holandesa. "Habla catalán y es más independentista que yo", asegura este músico jubilado de 77 años, que ha estado dando clases de percusión en tierras neerlandesas y ha sido batería de Serrat, Mota o Montoliu.

El desencanto con el Proceso no le ha hecho dudar a la hora de venir o celebrar la Diada en la capital de los Países Bajos, donde hace cinco años que se organizan actos para conmemorar en 1714: "Desde el 2017 se han hecho las cosas mal y han desmoralizado a la gente, pero yo paso de los partidos, Catalunya es lo más importante y estoy porque quiero defender con mi presencia la independencia". "Venir aquí es volver a casa y cerrar filas para defender a Catalunya porque el pueblo siempre está ahí, pese a la decepción con los partidos, que solo miran por sus intereses".

Bajo la misma premisa, hace una semana Josep Maria Pérez aterrizó en el aeropuerto de El Prat procedente de París, donde lleva cinco años viviendo después de pasar los mismos años en otras localidades francesas: "Si no nos movemos nosotros, no lo hará nadie. Debemos demostrar que la gente está empezando de nuevo si es necesario". Este ingeniero electrónico de Viladecans de 57 años considera que el independentismo vive un momento de indefinición que se traduce en la calle: "La gente está desilusionada, los líderes carecen de credibilidad, falta un horizonte creíble y eso genera dispersión y que no se vea el sentido". Él, pero, como el resto, es de los que defienden el dicho de "Quien Diada pasa, independencia empuja".

Josep Maria Pérez, el segundo por la izquierda, en la manifestación del 2014
Lizandra, a la izquierda con su esposa, a la marcha del pasado año
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