El análisis de Antoni Bassas: 'Barcelona en llamas'

El gran incendio no fue el de Urquinaona sino la sentencia contra un Estatut aprobado por la gente, las palizas del 1 de Octubre y el juicio del Supremo. Sánchez dice que al final de la mesa se votaría un acuerdo. ¿Y se respetaría el resultado, como el Estatut de 2006?

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Finalmente ayer por la noche, a las nueve y media, en el curso de una entrevista en TVE, el presidente Pedro Sánchez desveló que la reunión de la mesa de diálogo será mañana y que vendrá a Barcelona. Que Sánchez viniera era un mínimo tan importante para Esquerra (que está quemando parte de su capital político defendiendo la conveniencia de este mesa, y es de creer que Sant Jaume acordó con la Moncloa que el anuncio lo haría el presidente español) que, cuando lo confirmó, en Presidencia de la Generalitat respiraron aliviados porque aseguran que no ha sido fácil hacer subir a un avión al presidente del gobierno español y traerlo a Barcelona, en un momento en el que Sánchez cree que él ya ha cumplido con los indultos y no quiere que Catalunya le desatine lo que él querría que fuera una cascada de éxitos de la mano del 74,4% de vacunados que hoy hay en España y la llegada de los famosos 140.000 millones de la Unión Europea.

Con todo, Sánchez nos tenía reservada una pequeña sorpresa: antes de la reunión de la mesa se reuniría a solas con el president Aragonès y después saludaría a las delegaciones, con lo cual sembraba la duda de si participaría en la mesa de diálogo, propiamente dicha, tal como explicamos en la portada. De hecho, si el presidente Sánchez no se acaba sentando en la mesa, ¿el president tendrá que sentarse? Parece como si Sánchez hubiera conseguido poner un precio muy caro a su presencia en Barcelona haciendo valer que tiene no solo a la derecha y la ultraderecha política y mediática en contra de conversar con Catalunya sino incluso a su propio partido, el PSOE, tal como proclama con indignación la portada de La Razón de hoy, que habla de sublevación.

Portada de La Razón, 14 de septiembre del 2021

¿De qué hablarán? A la hora que les hablo no se conoce el orden del día. Pero para apaciguar al PSOE y toda la derecha y ultraderecha española, Sánchez dejó claro esto: “Si vamos a un programa de máximos es evidente que la conversación durará poco. ¿Cuál es el talante, los ánimos, la actitud con que el gobierno español irá a esta mesa de diálogo? Pues con la intención, la actitud y la voluntad de llegar a un acuerdo, de superar el 2017”.

Hombre, se suponía que Sánchez quería hacer política, es decir, negociar. Y para negociar hay que escuchar. Para decir que el referéndum es de máximos y no cabe en la Constitución ya teníamos a Rajoy “ni puedo, ni debo”, ¿se acuerdan? ¿Cómo puede venir Sánchez a Barcelona con toda la solemnidad a citarnos a Martí i Pol con el “estamos donde estamos” y seguir ahí donde estamos?

Sánchez, eso sí, habló de un final de la mesa de diálogo con referéndum, pero que sería sobre un acuerdo por la mejora del estatus político de Catalunya o del sistema de financiación, lejos del referéndum como Escocia que quiere el gobierno independentista catalán.

De hecho, para que se vea que quiere hablar de política a fondo, Junts ha anunciado esta mañana que entre sus representantes habrá dos presos políticos: Jordi Sànchez, secretario general de Junts, y Jordi Turull. Decían en Junts: “Nadie podrá negar que le damos la máxima importancia”, pero no se la creen, la mesa, que, recordémoslo, nació como una condición de Esquerra a Sánchez para permitir la investidura del presidente socialista. Y, con todo, Junts estuvo de acuerdo, y la necesita, para fortalecer el partido y llegar a las municipales de 2023, dentro de dos años, y ganar poder territorial. 

Así arrancará la mesa: con un Sánchez que llega arrastrado, y sacando pecho de haber desinflamado Catalunya gracias a los indultos: “Creo que hoy la situación en Catalunya es diametralmente diferente, mucho más estable de lo que nos encontramos en 2017-2018, recordemos Barcelona en llamas, y en segundo lugar, mi tarea, la tarea del gobierno de España, siempre ha sido tratar de reducir la distancia afectiva que existía entre los catalanes, creo que lo estamos consiguiendo con muchísimos esfuerzos”.

Miren, la política democrática es lenta, llena de curvas y giros inesperados y de intereses. Pero por mucho que tenga mucho de lo que mi abuela llamaba “comedia”, tiene que atenerse al principio de realidad. En Catalunya hace seis años que gobierna el independentismo, con mayorías sostenidas en el Parlament. El gran incendio no fue el de Urquinaona sino la sentencia contra un Estatut aprobado por la gente, las palizas del 1 de Octubre y el juicio del Supremo. España sabe cómo poner a Barcelona en llamas. Ahora es la hora del diálogo responsable, no de las medallas preventivas. Sobre todo porque Sánchez dice que al final de la mesa se votaría un acuerdo. ¿Y se respetaría el resultado, como el Estatut de 2006?

Un recuerdo para los exiliados y para los represaliados. Y que tengamos un buen día.

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