El análisis de Antoni Bassas: 'La crisis abierta por el obispo Novell'

Desde el respeto por el desgarro interior que debe de vivir Xavier Novell, marcharse sin decir nada es abrir la puerta a las especulaciones y, sobre todo, es muy poco caritativo con la diócesis de Solsona. Y si Roma tarda mucho en nombrar al próximo obispo, la provisionalidad todavía alimentará más la sensación de crisis

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El 24 de agosto escribí: “El hasta ahora obispo de Solsona, Xavier Novell, se ha marchado aduciendo razones personales y se ha hecho fundible. Por lo tanto, deja en una considerable penumbra la verdadera causa o suma de causas de su renuncia. Que quede constancia, sin embargo, de que la carta en la que presenta la dimisión al Papa no es la única que ha viajado de Solsona a Roma en los últimos tiempos. Novell visitaba a los presos políticos y defendía los indultos, y al final los indultos acabaron siendo aceptados por la Conferencia Episcopal Española hace un par de meses —con la boca pequeña, eso sí–. En el episcopado del todavía joven Novell ha habido episodios estridentes, pero su posición en relación con el Procés es de las cosas que más le han complicado la vida con la jerarquía”.

No lo dejé aquí, claro. Traté de contactar con el obispo Novell. En el obispado de Solsona estaban en estado de shock. Algunos de sus colaboradores más próximos estaban de vacaciones cuando estalló la noticia de que Novell dejaba de ser obispo de Solsona y tuvieron que volver apresuradamente a los despachos a hacerse cargo de una situación insólita sin poder hablar con su jefe, porque Novell había cerrado el correo electrónico y solo el vicario general de la diócesis sabía dónde podía contactar con el obispo. La respuesta me llegó de parte del vicario general: “Le hemos transmitido al obispo Xavier su petición y la respuesta es que él no atenderá a los medios de comunicación”.

La última vez que había hablado con Novell fue en enero de 2019, en Granollers, al final del funeral de su antecesor en Solsona, el obispo Jaume Traserra. 

Después, ahora hace tres días, la web Religión digital explicó lo que hoy está en boca de todo el mundo: que Novell dejaba de ser obispo de Solsona porque se había enamorado de una persona, la escritora Sílvia Caballol. 

En cualquier lugar del mundo sería noticia que un obispo se fuera por amor. Un obispo no es un cura más, es el jefe local de la Iglesia, alguien que habla de tú a tú con el obispo de Roma, que es el Papa. En el caso de Novell, la situación es más complicada, porque en cuestiones de moral sexual Novell había hablado en voz alta desde posiciones integristas e intransigentes, lejos de los signos de los tiempos incluso para un representante de la Iglesia católica, lo cual le conllevó ser declarado persona non grata por el Ayuntamiento de Cervera, en mayo de 2017, por haber hablado de la homosexualidad como una enfermedad que había que curar y relacionó lo que él llamó la ‘‘confusión sexual’‘ de chicos adolescentes con la ausencia de la figura del padre.

Incluso para los no creyentes, Novell era una figura singular del star system nacional, encumbrado en el programa que le dedicó Albert Om en TV3, donde reveló a los ojos de todo el país el contraste entre su juventud y su pensamiento.

Por si todo esto no bastara, Novell había visitado a los presos políticos y había hablado de su situación con el papa Francisco, a pesar de que en esta cuestión estaba en la posición contraria a los obispos españoles y muy solo entre los obispos catalanes y esto le comportó muchos problemas. Claro, solo faltaba que se fuera, y que se fuera por amor a una mujer, descrita como autora de novela erótica y satánica. En la sociedad del titular y el morbo en la que vivimos, tiene un gran impacto popular. 

Si han hecho zaping estos días, ya lo habrán visto. Si no, hoy Mònica Planas hace un resumen en su artículo con un título bastante expresivo, “Lucifer y el obispo enamorado”, en el que explica que en Telecinco han ofrecido “un espectáculo nutrido de misoginia, machismo y homofobia. Si de algo ha servido el caso de Xavier Novell ha sido para constatar que somos una sociedad más reaccionaria y morbosa de lo que nos podríamos imaginar”.

Y ahora hay que ir un poco más allá. La primera consideración tiene que ser, a la fuerza, de carácter personal: el respeto por la decisión de Xavier Novell de colgar los hábitos, que no debe de haber sido nada fácil. Porque Novell acaba de hacer la rectificación más grande de su vida y una rectificación que pesa el doble porque se trata de una figura pública o, según cómo, pesa el triple, porque es una figura pública que daba lecciones a los otros sobre cuestiones muy íntimas, como siempre ha hecho la Iglesia y no acertando siempre el tono, para decirlo suavemente, desde la posición mitrada. 

La segunda consideración es la perplejidad por la gestión comunicativa de esta crisis. Se ha publicado que el propio papa Francisco pidió al obispo Novell que se marchara en silencio. No lo sé, pero me extraña mucho, porque si algún Papa ha entendido que en el mundo en el que vivimos la Iglesia no puede encubrir nada con el silencio es Francisco. Ante los escándalos de pederastia o de corrupción que asolan la Iglesia católica, Francisco ha dado instrucciones muy claras: aquí no se encubre a nadie. Desde el respeto por el desgarro interior que debe de vivir Xavier Novell, marcharse sin decir nada es abrir la puerta a las especulaciones y, sobre todo, es muy poco caritativo con los trabajadores del obispado y los fieles y curas de la diócesis de Solsona que se encuentran sin jefe y se enteran por los diarios. Así no se hacen las cosas. Y si Roma tarda mucha en nombrar al próximo obispo, la provisionalidad todavía alimentará más la sensación de crisis.

Finalmente, tercera idea, Novell se marcha porque la relación con una mujer es incompatible con el celibato que prometió. Y esto nos lleva a la situación que la Iglesia católica sabe que tiene abierta: la posibilidad de que los curas se puedan casar y formar una familia, como pasa en otras Iglesias cristianas, como por ejemplo los anglicanos o los ortodoxos. Oficialmente, Juan Pablo II, hoy santo, dejó cerrada la cuestión por siempre jamás. Pero la cuestión llama a la puerta de la Iglesia una y otra vez. Como el sacerdocio de las mujeres. Pero esta es otra cuestión.

Un recuerdo para los exiliados y para los represaliados. Y que tengamos un buen día.

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