El análisis de Antoni Bassas: 'España no está para aguantar la broma de «los pinganillos»'

Es evidente que todos los senadores se pueden entender en castellano, pero no se trata de eso, sino de la función representativa de la política. ¿Cómo quieres representar a España? ¿Caben las otras lenguas? La respuesta es no. Y cuando en un lugar te dicen que no cabes, ¿cómo puedes convivir?

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Dos políticos catalanes del PP bastante desaparecidos de la primera fila de la vida política han ganado cuota de protagonismo en las últimas horas, y no por una buena causa.

Uno es Enric Millo, delegado del gobierno español en Catalunya durante los hechos del 1 de Octubre y actualmente secretario de Acción Exterior de la Junta de Andalucía. Millo es noticia porque ha presentado recurso al Supremo contra los indultos a los nueve presos políticos. Millo se considera perjudicado directo del Procés. Ahora el Supremo tendrá que decidir si Millo está legitimado para recurrir. No contento con haber pasado a la historia por la “trampa del Fairy”, Millo quiere que los presos políticos tengan que volver a la prisión. Millo debe de querer hacer puntos dentro del partido, porque, desde un punto de vista humano, ¿qué necesidad tiene de estar contra los indultos? ¿De verdad quiere que los presos políticos vuelvan a la prisión?

La otra política que ha reaparecido en nuestras pantallas es Alícia Sánchez-Camacho. Resulta que Sánchez-Camacho es senadora por designación autonómica de la Asamblea de Madrid. Ahora en el Senado están discutiendo si el catalán, el vasco y el gallego se pueden usar siempre. Sánchez-Camacho defendía que no, y en el típico discurso de “los nacionalistas están politizando a Verdaguer”, produjo vergüenza ajena.

Sánchez-Camacho: "Porque las lenguas no son patrimonio de los nacionalistas, son patrimonio de todos los españoles" y "ni Ausiàs March, gallego, ni Ramon Llull, menorquín, ni Àngel Guimerà, ni Eugeni d'Ors, ni Jacint Verdaguer, ni Joan Maragall, ni Rosalía de Castro son patrimonio de los nacionalistas: son patrimonio de todos los españoles".

Ya lo saben, Ausiàs March era gallego y Ramon Llull era menorquín. Solo para que quede constancia: Ausiàs March era de Gandía, no de Galicia, y Ramon Llull nació en Palma, en Mallorca. El nivel es muy bajo.

Pero esta exhibición de ignorancia es una anécdota, comparada con la categoría. Sánchez-Camacho está interviniendo en un debate sobre si en el Senado se puede hablar en catalán, gallego o vasco. En el Senado, organismo del Estado bastante inútil tal como funciona ahora, porque es una especie de premio de consolación para políticos que tuvieron días mejores pero que se quiso que fuera la cámara que representara a las autonomías. O sea que en la cámara donde se representan los territorios no se puede hablar en la lengua de los territorios. Y de esto ya hace 43 años, que son los que pronto cumplirá la Constitución. O sea, nos acercamos al medio siglo de día de la marmota. Vayan al buscador y encontrarán noticias de diez, veinte, treinta años atrás de debates en el Senado sobre si se pueden usar el catalán, el vasco y el gallego.

¿Y por qué estamos atrapados en la misma discusión? Por razones que ustedes saben de memoria: la sociedad cultural española se ha construido sobre una lengua y sobre la ignorancia, la molestia, el rechazo y la hostilidad a las otras. Un rechazo que la dictadura expresó con multas y prohibiciones y que en democracia se expresa con desdén, y con bloqueos. Miren, hace unos veinte años tuve ocasión de entrevistar a José María Aznar, entonces presidente del gobierno español. Le pregunté por el uso de la traducción simultánea en el Senado y me contestó que, pudiendo hablar en una lengua, teniendo que usar los aparatos “seríamos bastante tontos”. Diez años más tarde, en una reunión de su partido dijo que España no estaba "para aguantar la broma de los pinganillos" en el Senado, y lo remató diciendo: "España está para trabajar en serio". Lenguas oficiales, broma. España, en castellano, trabajar seriamente. Esta es la cultura que impregna la vida política española.

Porque es evidente que todos los senadores se pueden entender en castellano, pero no se trata de eso, sino de la función pedagógica de la política, de la función representativa de la política. La política es representación, también. ¿Cómo quieres representar a España? ¿Caben las otras lenguas? La respuesta es no. Y cuando en un lugar te dicen que no cabes, ¿cómo puedes convivir?

Un recuerdo para los exiliados y para los represaliatdos. Y que tengamos un buen día.

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