COP26

Dos ausencias que son un mal presagio para la cumbre de Glasgow

Rusia y China se comprometen a ser neutros en carbono en 2060, pero Putin y Xi no viajan a la COP26

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La crema de combustibles fósiles también genera polución mortal.

LondresA principios de semana, en un encuentro con adolescentes en Downing Street, el primer ministro británico, Boris Johnson, dijo que las perspectivas de éxito de la cumbre del clima de Glasgow “cuelgan de un hilo”. “Será muy y muy dura”, añadió, comentario que ha repetido con más énfasis –"el futuro de la civilización está en juego "– en su viaje a Roma, para la cumbre del G20 de este sábado. La razón no son las pocas credenciales verdes de su gobierno, a pesar de la propaganda que hace de ello.

Los hechos desnudan las proclamas. Porque cuatro días antes de la inauguración de la COP26, en la presentación del presupuesto para 2022, el ministro de Hacienda bajó los impuestos a los vuelos interiores, mucho más contaminantes que los trenes, y ha congelado la tasa a la gasolina. Además, el gobierno planea poner en servicio, desde ahora y hasta 2030, 50 nuevas plantas de incineración de residuos en Inglaterra, planteamiento que choca con el objetivo de emisiones por reciclaje al llegar a 2035.

Las palabras de Johnson quizás estaban más relacionadas con las dudas crecientes alrededor del éxito de la cita por la ausencia en las jornadas del 1 y 2 de noviembre del presidente chino, Xi Jinping, del ruso, Vladímir Putin, y, entre otros, del brasileño, Jair Bolsonaro, tres de los países que, junto con los Estados Unidos, tienen más a decir a la hora de contribuir al objetivo de emisiones cero lo antes posible. O también por la carencia de compromisos concretos, y solo diferidos en el tiempo, no solo de los gigantes mencionados, sino de Arabia Saudí, uno de los grandes beneficiarios de la dependencia de los combustibles fósiles. O de Indonesia.

¿Qué suponen las ausencias? Al fin y al cabo, los líderes pasan un par de días ahí, escuchan los discursos de los homólogos, hacen los suyos y abandonan la escena. El trabajo de negociación se tiene que haber hecho antes y hay que llegar con los deberes casi terminados.

El mensaje que envían los grandes ausentes es doble: es una mala noticia porque de Glasgow salen políticas específicas que permiten implementar o al menos mantener vivo el objetivo de París; y, desde el punto de vista diplomático, emite una señal geopolítica insolidaria: si los líderes mundiales no cooperan para reducir el calentamiento global, ¿podrán hacerlo para abordar las consecuencias económicas, políticas y sociales que se derivan de ello?

Desde el punto de vista simbólico, hay igualmente ausencias muy notorias, como las de las islas-estados del Pacífico –Marshall, Vanuatu o Fiji–, territorios que sufren mucho más antes de que otros las consecuencias del cambio climático. No estarán, básicamente, por miedo a la pandemia. No les ha afectado y no quieren correr riesgos. Pero si su voz directa no se oye en Glasgow, la de los más damnificados no tendrá un altavoz propio, a pesar de la presencia de todo tipo de grupos activistas que defienden sus intereses.

Con este complejo escenario diplomático, ¿qué se puede esperar, el 12 de noviembre, cuando se cierre el encuentro? Horas antes de viajar a Glasgow, desde su domicilio en Nueva Delhi, Harjeet Singh, de Climate Action Network, aseguraba al ARA: “Es el momento de mostrar solidaridad con la gente que ya sufre los efectos del cambio climático, y poner el dinero encima de la mesa para que los países pobres hagan la transición necesaria y crean en ello. Necesitamos planes a corto plazo, y dinero, acciones concretas que traigan cambios reales.”

Singh teme los compromisos a largo plazo, los grandes titulares –carbón neutral en 2060 de Rusia o China; los 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2023–, justo lo que han prometido China, Rusia o la organización británica. Johnson, pues, se enfrenta a un reto diplomático gigantesco que, inicialmente, solo había visto como una especie de circo multipartidista para celebrar la Global Britain pos-Brexit y una manera de llenar con la Union Jack las calles de Glasgow, ciudad independentista escocesa por excelencia.

La cumbre no abre con mucho optimismo, como ha dicho el secretario general de la ONU, António Guterres, en las horas previas en el G-20 de Roma.

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