Bernat Marcús: el hombre que inventó los riders en pleno siglo XII
El potentado barcelonés, banquero, comerciante y filántropo, fue un pionero del servicio postal privado
Aunque tiene muchos números de ser un mito sin fundamento, un buen puñado de fuentes atribuyen el origen de la palabrataxien la familia aristocrática alemana Thurn und Taxis, una de las estirpes más poderosas de toda la historia de Europa. Fueron responsables, entre otros muchos negocios, del servicio de correo postal del Sacro Imperio Romanogermánico desde finales del siglo XV. Es posible que cuando hagamos investigación histórica sobre los servicios postales a menudo nos aparezca de manera recurrente esta poderosa familia que hoy reside en el castillo de Saint Emmeram, en Regensburg (Baviera). Pero ellos no fueron, ni mucho menos, los primeros en organizar un servicio de estas características en Europa. Para encontrar el pionero debemos ir siglos atrás y mucho más cerca, concretamente en la ciudad de Barcelona. En la Ciudad Condal, un catalán llamado Bernat Marcús estableció el citado servicio postal de carácter privado ya en el siglo XII, como evolución de la red logística de mensajería que utilizaba para sus negocios particulares. El centro neurálgico de la red de correos a caballo estaba en la calle Carders, muy cerca de su domicilio de la calle Montcada.
En aquel momento Marcús era uno de los hombres más poderosos de la ciudad, en virtud de su condición de terrateniente (era propietario de buena parte de la montaña de Montjuïc), banquero, comerciante y filántropo. Además, su familia tenía el privilegio de acuñar moneda. En política fue también un hombre clave, porque formó parte del consejo de Ramon Berenguer IV y fue muy cercano a Peronella cuando él murió. Era habitual que hiciera préstamos a la Corona y que avalara su deuda (está especialmente documentado su apoyo financiero durante el asedio de Tortosa). Pese a que parece claro que la fortuna de Marcús era de origen familiar –provenía de una potente estirpe originaria de Constantinopla–, existe una leyenda que otorga un origen mágico a su ingente patrimonio. Aunque existen varias versiones, por lo general se explica que una noche, mientras dormía en su domicilio barcelonés, soñó que debía viajar a la ciudad occitana de Narbona y que bajo el puente principal de la ciudad encontraría un tesoro. Dicho y hecho: al poco de tener ese sueño, se presentó en Narbona e hizo una búsqueda por los alrededores del puente, pero todo resultó infructuoso. Decepcionado, estableció conversación con un personaje local, al que contó su absurda aventura. Éste rió y le contestó que no debía hacerse caso de los sueños, que él mismo había soñado que si viajaba a Barcelona y entraba en la casa de un tal Bernat Marcús encontraría un tesoro. Al oír esto, dice este relato, regresó rápidamente a su domicilio y tras excavar unas pocas paladas encontró un tesoro escondido debajo de las escaleras.
El dinero de Marcús –fuera de origen familiar o de carácter mágico– sirvió también para realizar obras para la ciudad; la más recordada es la Capilla de Marcús, que hoy en día todavía se conserva, en el número 2 de la calle Carders. También construyó un hospital para pobres (más tarde integrado en el de la Santa Cruz) y un cementerio. Este último lleva incorporada otra historia propia del realismo mágico: dicen que cedió un solar junto a Santa Maria del Mar para habilitar este cementerio, donde descansarían los feligreses traspasados, pero con tal que hubiera al menos un entierro en los quince días siguientes a la cesión. Pasaron las dos semanas sin que nadie fuera enterrado y, al ir a recuperar la propiedad, sufrió un infarto y murió allí mismo. El cementerio se había salvado y hoy en día es conocido como el Fossar de les Moreres.
Después de muerte, sus creaciones siguieron prosperando. Prueba de ello es que los taxis –conocidos todavía como taxis en ese momento– intentaron que su servicio de correo postal entrase en el mercado de la Corona de Aragón a principios del siglo XVI, como ya habían hecho en Castilla, pero el sistema postal fundado por Marcús seguía tan arraigado y con tanto vigor que los taxis fracasaron en su intento.