¿Qué hacer con el capitalista que todos llevamos dentro?

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Un grupo de hombres ricos en 1924.

El francés Alexandre Lacroix, director de la revista Philosophie Magazine, será la estrella invitada el próximo martes en Barcelona en la celebración de los diez años de otra revista, La Maleta de Portbou, que dirige Josep Ramoneda. Lacroix llega con un libro en la mano, Cómo no ser un esclavo del sistema (Arpa). Un ensayo sencillo para ayudarnos a salir del bucle en el que estamos atrapados: el de una sociedad que nos ata cortos a la falta de ideales, a la ganancia material. El individualismo neoliberal campa alegremente y ha tumbado cualquier aspiración colectivista. ¿El bien común? Sólo nos movemos, y aún con exasperante lentitud, frente a amenazas evidentes como la del clima.

Sin duda, el productivismo y el consumismo hacen estragos. Pero ¿quién renuncia a los avances tecnológicos y al bienestar individual? ¿Decrecimiento? ¿Ralentización? ¿Frugalidad? Primero, dice Lacroix, se produjo el paso de la artesanía a la producción industrial, que supuso una primera desconexión de la naturaleza. Ahora hemos dado un nuevo salto: "Las tecnologías conectadas han expulsado al sujeto de la fortaleza en la que se atrincheraba, pero solo para cerrarlo mejor en su red. Si el declive de los primeros filósofos modernos fue el solipsismo, si su defecto consistía en encerrarse en sí mismos sin dar importancia a los demás, el peligro para los humanos de la era conectiva sería más bien el exceso de apertura, la reducción de su interioridad, la pérdida de perspectiva y singularidad".

Nuestras tensiones de cada día nos atenazan: tecnófilo contra tecnófobo, exhibicionista contra guardián de la propia intimidad, estajanovista contra perezoso. "La modernidad conectiva transforma las oposiciones externas en tensiones internas", constata Lacroix. Ante esta disociación, ante esta lucha interna permanente entre un capitalista y un marginal, entre un dominante y un dominado, el autor francés tiene una propuesta de síntesis, un nuevo utilitarismo que daría continuidad a los clásicos Bentham y Stuart Mill: "La postura de una alma bella que rechaza categóricamente la economía de mercado y la tecnología no es creíble, incluso los filósofos de la izquierda radical se publicitan hábilmente, cuidando de maximizar su prestigio y las ventas de sus libros, dando así testimonio de que se rigen por el principio de utilidad que fingen rechazar".

¿Cuál es la fórmula Lacroix? "Maximizar el beneficio con sujeción a un ideal" que no sea económico, que sea una aspiración personal fundamental. Es decir, situar la utilidad prosaica después de una utilidad inmaterial. Se trata de que cada uno de nosotros se proponga primero un objetivo ideal y después un objetivo material. A esto le llama "postutilitarismo". "No es necesario hacer grandes renuncias ni ser un ferviente asceta para perseguir un propósito ético". Cualquiera puede llevar una existencia ética sin ser ni un ideólogo ni un santo. De hecho, asegura que muchas personas son ya postutilitaristas sin saberlo. El trabajo bien realizado sería una vía.

El marginal, el flâneur, el dominado que hay en nosotros debe formular el ideal. Y el calculador, el optimizador y el capitalista que también llevamos dentro debe procurar que sigamos con los pies en el suelo. La cuestión es no pretender presentarnos como virtuosos íntegros, lo que nos llevaría por el pendiente de un moralismo que puede llegar a ser más un freno que un motor.

Lacroix hace constar que este postutilitarismo, a pesar de ser una opción individual, también se abre a la dimensión social y política. O sea: cada uno, desde su ideal, se declara responsable de mejorar un pedacito de mundo. No podemos salvar el mundo entero, no podemos ser héroes. Sin embargo, sí que podemos ser hormigas útiles, para el conjunto y para nosotros. ¿Cuál es vuestro ideal?

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