Catálogos de niñas prefabricadas

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En Estados Unidos, existe una ola de comentarios en TikTok que alertan de la cantidad de niñas preadolescentes que, en los centros comerciales, se pasan horas en las tiendas de estética y maquillaje, especialmente las de la cadena Sephora. Son niñas de diez, once y doce años que se acicalan en los exhibidores de algunas marcas de maquillaje, haciendo probaturas y mezclas de cremas y coloretes, hasta que dejan todo el material revuelto y en mal estado. Algunas dependientas explican cómo niñas pequeñas compran productos faciales que no necesitan y que muchas también lo hacen con la supervisión de sus madres. Se han normalizado tratamientos de belleza que las niñas no necesitan. El resultado de esta tendencia se puede comprobar si hacéis una búsqueda en TikTok, en YouTube o en Google con las palabras clave Tween GRWM. Tween significa preadolescente. Y el acrónimo responde a la expresión Get ready with me y se utiliza para los vídeos donde, en primer plano, se muestra toda la rutina estética facial para una determinada ocasión. Es una imitación de lo que hacen influencers y publicaciones de moda con algunas artistas. El resultado de la búsqueda es inquietante: un catálogo de vídeos infinitos de niñas que se comportan como mujeres de más de veinticinco años, imitando una conducta aprendida en las redes sociales.

En el colmo de la aberración, estas preadolescentes prescriben una serie de cremas y productos de maquillaje mientras ellas mismas se les aplican, esculpiéndose una cara nueva sobre su rostro natural. Lo hacen con una diligencia sobreactuada, muy repelente. Verlas puede ser incluso perturbador porque actúan como clones y son muy artificiales, como no correspondería para su edad. Con una verborrea incesante, explican a sus supuestos seguidores circunstancias superfluas asociadas a su aspecto físico. Y mientras tanto, fingiendo una distraída cotidianidad, exhiben con habilidad sorprendente los pasos para aplicarse múltiples productos faciales. Demuestran su dominio de los pinceles y las esponjas, tapan y destapan botes y se esparcen diferentes productos. Niñas de doce años explican cómo se preparan para ir a la escuela, dedicando veinte minutos o media hora a preparar su rostro.

Se ponen cuatro cremas diferentes en la piel para tratamientos faciales y una decena de productos de maquillaje. Hay una serie de marcas especialmente populares. En ningún caso están pensadas para las niñas. Al consultar las propiedades de los productos que anuncian, algunos prometen combatir las arrugas, reafirmar la piel, o hacerla más luminosa, impropias de las necesidades infantiles. Se hacen mascarillas y tratamientos exfoliantes. Utilizan corrector, pero en su piel no hay nada que corregir. Utilizan hasta cuatro tonos distintos de maquillaje. Más allá de los problemas de piel que puede acarrear esta conducta prematura, una dermatóloga consultada explica que no hace mucho ha recibido a una paciente de trece años, acompañada por su padre, que le pretendía hacerse tratamientos de bótox. En la costa de California, es insólita la cantidad de adolescentes que ves por la calle con evidentes síntomas de infiltraciones faciales, con pómulos y labios hinchados. Las redes sociales acortan la infancia y las niñas, en vez de desarrollar una personalidad propia, se convierten en copias esperpénticas de modelos irrelevantes. Su identidad queda limitada a su imagen. Una imagen prefabricada y adocenada, fruto de una conducta obsesiva. Niñas que pensarán que su aspecto natural es feo e imperfecto. Y necesitarán la máscara que la sociedad les ha acabado imponiendo. "Get ready with me", dicen ellas. La duda es si ellas estarán preparadas para afrontar la vida real.

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