Mientras leía cómo fue que, hace medio siglo, negamos el Premio de Honor de las Letras Catalanas a Josep Pla, me vino a la cabeza la lista que este pasado Sant Jordi salió en un diario, donde personalidades de la cultura habían votado cuáles eran los 50 mejores libros de los últimos 50 años, y no salía ninguno de Pla.
Hemos vuelto a demostrar, pues, nuestro nivel, sobre todo teniendo presente que, mientras se realizaba la encuesta, ya estaba a la venta –y mucha gente ya estaba leyendo, y no en una tarde–Un corazón furtivo, la nueva biografía de Josep Pla.
No tengo espacio aquí ni para empezar a hablar de la importancia de este gran libro, que en el terreno de la biografía pone a Josep Pla al nivel que tiene como escritor: es decir, al nivel delJames Joycede Élmann o delKafkade Stach. Me conformaré, pues, con tratar sólo las tres primeras palabras del libro: su título, tan bien encontrado.
Si cualquier biografía es imposible, ¿cómo debe ser la de un genio? Xavier Pla se ha valido de un criterio moral muy sólido para poder hacer frente al “espejo tenebroso de la escritura” y aguantarle la mirada a Josep Pla. El libro va abriendo sus repliegues, que se solapan en forma de ensayos correlativos, dejando abierta la posibilidad de intercalar otros aún por escribir. Como todos los grandes libros, éste también es una fábrica de misterios, y por eso “furtivo” es perfecto, como lo es la referencia al “corazón” a partir de la angina de pecho que el propio Josep Pla vivió y escribió.
Porque también es la biografía íntima de este país durante el siglo XX a través de Pla, y lo trasciende, ya que la historia de Pla es la historia cíclica del corazón catalán: el desengaño. Se necesita un abismo para tener un escritor y Pla lo encontró en su siglo y en su país. Delimitar con qué precipicio se enfrentaba es describir su biografía. Éste es el misterio de los mejores párrafos de Pla, el “dejo nuevo de gravedad” que Dionisio Ridruejo le detectó ya en 1939.
El libro ausculta un problema esencial de los catalanes y que debía serlo fatalmente del propio Josep Pla. Para entenderlo se necesitaba un biógrafo catalán y riguroso. Es el problema del sentimentalismo, que puede darse por omisión, pero que es esencial en nuestra cultura. El disfraz, el camuflaje, es de hecho nuestro mal, nuestra indefensión, y los mayores esfuerzos que hemos hecho como pueblo han tenido el objetivo de salir adelante. Ocurre en cualquier cultura, pero en la nuestra, tan carcomida de frivolidades, un libro como éste es un golpe de remo formidable y una columna ineludible.