El curso en que política y gestión tienen que ir juntas
A menudo, en los últimos años, desde la oposición se ha acusado al Govern de estar demasiado centrado en el proceso independentista y de haber aparcado la gestión. El colmo de esta crítica la verbalizó hace una semana Salvador Illa, cuando dijo que los últimos 10 años habían sido los peores de los últimos 300, en una frase también sumamente desafortunada. El caso es que ha sido una crítica recurrente y demasiado genérica, porque a lo largo de los últimos 10 años ha habido de todo, y una parte de la parálisis también es atribuible, pero no solo, a la aplicación del 155. Pero sí que es cierto que el Procés ha tapado prioridades y debates que son claves para el futuro del país, como por ejemplo el de las infraestructuras, que ha estallado ahora con el proyecto sobre El Prat, pero también el económico, el energético, el educativo, etcétera.
Con el nuevo curso político, y sin un horizonte claro para el proceso independentista, todos estos debates sectoriales cogen una relevancia que antes no tenían. Es verdad que en el mes de septiembre habrá una reunión de la mesa de diálogo y que las diversas causas judiciales abiertas como consecuencia del 1-O continuarán avanzando, pero Pere Aragonès ya no podrá escudarse en esta agenda independentista para no tomar decisiones puramente de gestión, como habían hecho algunos de sus predecesores.
Por lo tanto, este es un curso en que política (básicamente el diálogo con el gobierno de Pedro Sánchez) y gestión tendrán que ir juntas. En algunos casos de una forma prácticamente inseparable, por ejemplo con la negociación de los presupuestos del Estado.
Curiosamente la pandemia ha supuesto, sin tener en cuenta la primera fase de recentralización, un momento en que el autogobierno ha sido más visible que nunca. Las autoridades catalanas han tenido que tomar decisiones, algunas impopulares, que afectaban al conjunto de la población. Y ha habido las tensiones lógicas entre socios de gobierno con visiones diferentes desde el punto de vista socioeconómico. También pasó en cuestiones fiscales en el debate sobre los pasados presupuestos. Y está pasando ahora con el proyecto de ampliación del aeropuerto de El Prat.
Lo único que hay que pedir a nuestros gobernantes es que todas estas carpetas no se aborden desde el prejuicio ideológico o con la vista puesta en las próximas elecciones (las municipales), sino en función de un debate profundo de los pros y contras y con el nivel máximo de pericia. El independentismo tiene que demostrar que no tiene miedo de afrontar debates difíciles y tomar decisiones, porque gobernar significa exactamente esto: buscar el beneficio de la mayoría.
Mientras trabaja para poder hacer algún día un referéndum legal y reconocido, el Govern tiene que gestionar ahora el llamado mientras tanto. Y Pere Aragonès ya está comprobando que no será nada fácil.